El apoyo militar de EE.UU. a Ucrania para defenderse de la invasión rusa y preservar la libertad del pueblo ucraniano ha derivado en un contrato comercial que establece que EE.UU. podrá explotar las tierras raras del suelo ucraniano como condición para iniciar el proceso de paz. El desencuentro o ruptura entre Donald Trump y Volodímir Zelenski, mostrado en su entrevista en el despacho oval, no alterará la estrategia de fondo de Trump: exigir a Ucrania –el país invadido y destruido– una paz que solo será posible si cede parte de la cuenca del Donbass a Rusia y sus recursos naturales a EE.UU. para salvar vidas humanas.

La guerra justa de Ucrania contra Rusia, al defender su territorio de un ataque exterior, puede llegar a su fin con una paz injusta al no sancionar al país agresor. Aceptar el argumento expuesto por Trump a Zelenski en la Casa Blanca para acabar con la guerra –cuando señaló: “Está jugando con la vida de millones de personas, está jugando con la tercera guerra mundial”– implica que la vida es el mayor bien que defender, por encima de la libertad y la seguridad. Esta visión contrasta con la que EE.UU. y Europa tuvieron durante la guerra fría, cuando se respondía con la frase “antes muertos que rojos” a la perspectiva pacifista de Bertrand Russell, quien defendía la tesis “antes rojos que muertos”.
La verdadera paz no puede ser dictada por el vencedor, sino que debe ser obra de la justicia
No cabe duda de que el conflicto terminará con un acuerdo de paz necesario, pues implica el fin de la guerra; pero no es menos cierto que la verdadera paz –no cualquier paz, como sostiene el filósofo Norberto Bobbio– no puede ser dictada por el vencedor, sino que debe ser obra de la justicia.
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La Unión Europea, arrastrada por la lógica norteamericana, obliga a los países europeos a enfrentarse al dilema de seguir la senda de una paz basada en un contrato comercial –que debe firmarse para que no sigan muriendo rusos y ucranianos– o resistirse para evitar que Ucrania quede atrapada en una paz que traerá nuevos conflictos en el futuro. Algunos consideran que este dilema no existiría si la Unión Europea destinara unos 500.000 millones de euros más al gasto militar. Se plantea que la Europa Venus, diosa del amor, debe transformarse en la Europa Marte, dios de la guerra, para así formar parte del nuevo orden internacional, tal como sostenía en el 2002 Robert Kagan en su ensayo Poder y debilidad. La pax norteamericana de Trump entraña una paradoja: salvar vidas humanas al precio de una paz que deja de lado la libertad, la historia, la seguridad y la justicia de las naciones agredidas. Ahora veremos qué tipo de paz ofrece Europa a Ucrania: si una paz justa o una injusta.