De la impecable corrida de La Quinta, toda ella cinqueña bien cumplida, cuatro toros de notable alto, los cuatro primeros. Un quinto con las fuerzas al límite y un sexto de hermosa estampa, manso de los que huyen de la muleta para refugiarse en tablas. Y los seis, serios. Cárdenos en sus diversas tonalidades y bien armados. Sin exageraciones, pero una pintura de lote.
De esos cuatro de nota, el cuarto cantó muy alto su nobleza y calidad en la embestida. “Ruiseñor” de nombre, número 34, ya dejó sus credenciales en las dos varas que recibió. En la primera empujó metiendo los riñones; en la segunda se arrancó de largo y se dejó en un puyazo imperfecto. Al primer muletazo el toro enseñó sus cualidades. Noble, con fijeza en la muleta, y de cálida embestida. Una máquina bien engrasada de embestir, sin proponer condiciones y colaborando para lo que dispusiese Antonio Ferrera. La faena fue de gran metraje, de mucha coreografía, con paseos largos entre tanda y tanda. Embestidas al gusto del consumidor, de ida y vuelta sin reproches, a los que Ferrera respondió con sequence de muletazos largos y templados. Faena a destajo, que acabó provocativa en cuanto la gente empezó a pedir el indulto del toro. Ferrera volvió a la carga y, en un arrebato, cargó más el ambiente con unos molinetes de rodilla. Bajo una petición unánime, el presidente no dudó en sacar el pañuelo naranja. “Ruiseñor” ha sido el primer toro indultado en la historia de la plaza de Castellón. A Ferrera quiso entregarle el alguacilillo las dos orejas simbólicas, pero el diestro las rechazó no se sabe por qué.
De primer capítulo, Ferrera encontró un guapo toro al que pasó de muleta algo despegadillo. Obediente, noble, con fijeza y recorrido, fue otra joya de la corona. La última serie, con la izquierda, más ajustada, resultó lo mejor.
Segundo y tercero también fueron toros a tener en cuenta. Muy parecidos de comportamiento con el que abrió plaza. El primero de El Fandi fue otra máquina a la hora de tomar la muleta. El torero aprovechó cada viaje del toro para empalmar muletazo tras muletazo, al aire que le marcaba el de La Quinta pero sin plena confianza. De tercero saltó otro para gloria de la divisa. Aunque fue alegre al caballo se salió suelto en el primer encuentro, para cumplir en dos más. De viaje largo, fue lo que se cube un planeador a la hora de tomar la muleta. También toro de enorme fijeza, siempre pendiente de la tela roja que Escribano manejó con soltura, pero en una faena que fue de más a menos. También muy ceremonioso el diestro sevillano, en labor muy paseada.
Los dos últimos toros parecieron de otra corrida. El quinto, con buen fondo, pero con mucho esfuerzo para mantenerse en pie. Fandi le recetó muletazos efectistas buscando la reacción de la gente: circulares, manoletinas, sonrisas y gestos hacia el tendido. Pero todo llegó con evidente tibieza, sin logran calentar. El sexto, una bella pintura de toro, se salió suelto en la primera y en la segunda entrada se arrancó alegre desde lejos. Pero pronto cantó su condición en la muleta, y ya de primeras buscó las tablas. En clara huida de la muleta, en búsqueda de los adentros, no dejó a Escribano centrarse. No pudo sujetarlo nunca y el bello astado tampoco se dejó.
Los tres espadas compartieron banderillas en sus primeros turnos y lo hicieron de forma particular person en los segundos. Entre correctos y discretos.
La Quinta / Ferrera, El Fandi, Escribano
Seis toros de La Quinta, impecables de presencia. Excelentes los cuatro primeros; el cuarto ‘Ruiseñor’ de nombre, fue indultado.
Antonio Ferrera: estocada (oreja); dos orejas simbólicas, que rechazó. Salió a hombros por la puerta grande.
El Fandi: estocada caída (oreja); pinchazo _ aviso _ (saludos).
Manuel Escribano: pinchazo y estocada (oreja); dos pinchazos (siencio).
Plaza de Castellón, 23 de marzo. Primera de la Feria de La Magdalena. Media entrada.