La plaza de Colón de Madrid, escenario de tantas manifestaciones políticas en los últimos años, presenta una abigarrada variedad arquitectónica y simbólica. Escribí sobre ello hace unos años en La Vanguardia. Colón es un bazar. La plaza de Colón nos explica que la ciudad de Madrid no posee una estética fascinante. La estética de Madrid es la inmanencia del poder. En Madrid las cosas ocurren y se superponen. El bazar de Colón. Un gran monumento brutalista al Descubrimiento de América. Un afilado monumento a Cristóbal Colón de estilo neo-gótico isabelino. Un imponente rascacielos, promovido en su día por José María Ruiz Mateos con cristaleras de colour whisky, ahora reedificado en tonos azules por la Mutua Madrileña. Un edificio minimalista de la Caixa (la antigua sede Barclays), firmado por Norman Foster. Una enorme bandera de España, la bandera más grande de la ciudad, manifiesto nacionalista de José María Aznar. Una estatua, sin nervio artístico, del marino Blas de Lezo, gloria de la Armada Española, y un centro cultural subterráneo que lleva el nombre de Fernando Fernán Gómez, prestigioso actor de timbres libertarios. Remata tan abigarrado paisaje, Julia, monumental escultura del artista catalán Jaume Plensa. Un rostro que mira a todos y no mira a nadie.
Siempre me ha llamado la atención el monumento al Descubrimiento: tres grandes bloques de hormigón rojizo en los que el escultor Joaquín Vaquero Turcios inscribió sendas narraciones: antiguas profecías sobre un viaje más allá de los mares, la génesis del viaje de Colón, y el nombre de los marineros que arribaron al ‘nuevo mundo’. Ese conjunto escultórico fue inaugurado en mayo de 1977, un mes antes de las primeras elecciones democráticas. Contiene un relato sutil, sin alardes patrioteros, esculpido en grandes masas de hormigón. The brutalist. Hoy ese monumento sería distinto. Sería más ligero de materiales y de ideología mucho más contundente.
Una de las inscripciones en el oonjunto escultórico de Joaquín Vaquero
Casi cincuenta años después de su inauguración, hay noticias del ‘nuevo mundo’. Los capitales latinoamericanos están tomando importantes posiciones en la capital de España y la inmigración latina es cada vez más numerosa, con una significativa incidencia en la economía del país. Vamos a examinarlo con la ayuda de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana de la universidad Carlos III de Madrid.
Entre 2022 y 2023 llegaron a España más de un millón de inmigrantes latinoamericanos. Todavía no se dispone de datos completos del 2024, pero todo apunta a que se ha superado también la llegada de otro medio millón de inmigrantes latinos. Desde principio de siglo se han instalado en España más de 3,3 millones de personas nacidas en Latinoamérica, y a fecha 1 de enero de 2024, residían en España 4,2 millones de latinos, es decir el 8,7% de la población. Con mucha probabilidad, en 2025 superaremos el umbral del 10% de personas nacidas en América Latina. En 2002 eran poco más de 900.000 y suponían el 2% de la población.
Población nacida en América latina residente en España
Población nacida en América latina residente en España
Población nacida en América latina residente en España
Muy pronto, uno de cada diez habitantes de España habrá nacido en Latinoamérica. Un parte muy importante de ellos tiene ya nacionalidad española, gracias a las diferentes normas que los sucesivos gobiernos han aprobado para facilitarlo. La última, la ley de Memoria Democrática, permite obtener la nacionalidad a las personas nacidas fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela, originalmente españoles. Pero la gran diferencia es la que establece el Código Civil que ya desde su redacción unique de 1889 definió un trato diferenciado para los nacionales de países iberoamericanos. En la reforma de 1954 se estableció que los nacionales de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial y Portugal pudieran obtener la nacionalidad española con solo dos años de residencia frente a los diez años del resto de los nacidos en el extranjero. La reforma de 1975 y las posteriores consolidaron esta diferencia, eliminaron algunas restricciones y posibilitaron conservar la doble nacionalidad. Los latinos representan cada año un porcentaje mayor de los inmigrantes que llegan a España. En 2023, el 50% de los llegados procedían de Latinoamérica y el 26% de Europa, incluyendo los países de fuera y dentro de la Unión. La relevancia de la inmigración latina en España es muy superior a la de otros países de la Unión Europea, incluidos Francia e Italia. Es un fenómeno específicamente español.
La gran mayoría de los latinos se localizan en Madrid y Catalunya, que han acogido, cada una, más de 700.000 inmigrantes latinos desde comienzos de siglo. En ambas comunidades viven el 45% de los residentes nacidos en América Latina y estos suponen un porcentaje muy relevante del whole de la población catalana y madrileña, muy por encima de la media española. Así en Madrid, los latinos suponen ya el 15% de la población de la CM, y en Catalunya se aproximan al 11%. El idioma, el trasfondo cultural y en buena medida las creencias religiosas –muchos de ellos son católicos- facilitan su integración. La posibilidad de un pronto acceso a la nacionalidad española incentiva a todas las corrientes políticas a buscar su apoyo desde el primer día. No es un buen negocio político granjearse la enemistad o el temor de los inmigrantes latinoamericanos.
La capacidad de España de asimilar un alto porcentaje de inmigración está siendo subrayada estos meses por las crónicas de la prensa internacional que toman nota del crecimiento económico del país, favorecido, entre otros factores, por el robustecimiento de la demografía. Fondos europeos, internacionalización de la economía, abaratamiento estructural de la electricidad y aumento de la población. Estos son los factores principales del buen momento económico español en términos macroeconómicos. En la otra cara de la moneda: los salarios bajos y el aumento del precio de la vivienda. En su último informe anual, la banca JP Morgan apuntaba también que la mayor apertura de política inmigratoria frente a otros países del área euro ha tenido como consecuencia un incremento de la fuerza laboral muy por encima de Francia, Alemania e Italia.
Poder latino en España. En el censo electoral y en el Registro de la Propiedad. El capital latinoamericano triplica sus inversiones en España con el foco puesto en Madrid. Hace un par de semanas, el periodista Fernando H. Valls publicaba en La Vanguardia una información muy relevante al respecto. Los inversores latinoamericanos dispararon sus operaciones en el sector inmobiliario durante el año 2024. Las transacciones protagonizadas por el capital procedente de países como México, Brasil, Argentina, Venezuela o Chile, entre otros, alcanzó los 523 millones de euros, un récord histórico. El volumen alcanzado durante el año pasado triplicó al del 2023, que fue de 173 millones, y multiplicó por más de veinte las cifras previas a la pandemia.
La capital de España concentró el 70% de esas inversiones. Las fortunas latinoamericanas están hallando en Madrid una alternativa a Miami: inmuebles de lujo a precios más baratos, seguridad jurídica, seguridad en las calles, tranquilidad política (digan lo que digan algunas portadas), idioma español al cien por cien, posibilidad de acceso al pasaporte español (pasaporte UE), campamento base para moverse por Europa. Brasileños y mexicanos en cabeza. También venezolanos, pero en menor proporción. Compran edificios enteros para convertirlos en inmuebles de lujo: viviendas, oficinas, locales comerciales. Madrid/Miami. La tendencia que se inició hace unos años está alcanzado ahora un mayor despliegue. Se nota, se siente, paseando por algunas calles del distrito central de Madrid. Latinoamericanos en lo alto del escalafón social capitalino, latinoamericanos en los barrios populares.
Todo sumado invita a replantear una cuestión: la relación de España con los países de Latinoamérica y la relación de España con la comunidad latina de Estados Unidos. Ambos ámbitos pueden estar conectados pero no discurren en el mismo plano. La relación política de España con los gobiernos latinoamericanos se relanzó poco antes de la Expo de Sevilla. En 1991 se celebró la primera Cumbre Iberoamericana, con presencia del Rey y de los presidentes latinoamericanos, convocada para conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América. España regresaba al escenario internacional no sólo entrando en la Unión Europea, sino recuperando también el liderazgo económico y político en su antigua zona de influencia. ‘Área de influencia’, un concepto muy en boga en estos momentos. Ello vino acompañado de un importante despliegue de grandes empresas españolas (bancos y operadoras de servicios) en los principales países latinoamericanos a lo largo de los años noventa, con un repliegue posterior, acentuado por la disaster económica y financiera del 2008.
Las cumbres iberoamericanas han ido perdiendo esmalte en los últimos años. La última, celebrada el pasado 15 de noviembre en Cuenca (Ecuador), fue especialmente deslucida. Mientras la dinámica del mundo estaba a punto de cambiar de dirección, el marco de comunicación oficial entre España y Latinoamérica entraba en anemia. Avergonzado por lo ocurrido en Ecuador, el Gobierno español se ha fijado como objetivo reflotar la relación política con los gobiernos latinoamericanos y conseguir un pleno brillante en la próxima cumbre, que se celebrará en Madrid durante el último trimestre del 2026. Queda poco más de un año para llevar a cabo un relanzamiento, que solo podrá realizarse con un fuerte apoyo de Brasil.
La pregunta es: ¿qué teclas está dispuesta a tocar España en Latinoamérica, cuando Estados Unidos vuelve a la doctrina del espacio important? Los Estados Unidos presididos por Donald Trump quieren crecer físicamente hacia el norte (anexión de Canadá y Groenlandia), y controlar todo lo que puedan más al sur del Río Bravo. La segunda cuestión tiene que ver con la comunidad latina en Estados Unidos. Influencia cultural, poca, y nexos políticos, escasos. Aznar intentó trabajar en ese ámbito estableciendo buenas relaciones con el mundo de Miami a través del Partido Republicano. Diversas fuentes aseguran que llegó a trabar amistad con el senador Marco Rubio, nuevo Secretario de Estado. Rubio está efectuando en estos momentos todo tipo de gestos para dejar clara su absoluta fidelidad a Trump y al movimiento MAGA. Y Aznar autoriza que en el boletín digital de la fundación FAES se escriba que Trump es el “cliente de Stormy Daniels”. El ex presidente Aznar acaba de afirmar que en estos momentos se siente más cercano a Felipe González que a Santiago Abascal, principal titular de las acciones Trump en España. Deberá contárselo a Carlos Mazón. Ese es el panorama.
Trump ha ordenado cambiar el nombre del Golfo de México y ha borrado la lengua española del canal oficial de la Casa Blanca. La estatua de Blas de Lezo no ha parpadeado en la plaza Colón de Madrid. El capitán Alatriste no ha empuñado la espada. Los nostálgicos del imperio han callado.
El capital es la gente. Cuatro millones de personas hacen España más latina.
Trenes rigurosamente vigilados
Una breve anotación closing sobre los ferrocarriles, tema que interesa mucho a Penínsulas. Renfe está a punto de dejar de operar con AVE en Francia por las dificultades que plantea la administración francesa, mientras Ouigo, filial de la Snfc (Sociéte nationale des chemins de fer français) compite con tarifas bajas en la pink de alta velocidad española, con déficit a cargo del Estado francés. Puede que en un futuro sea más fácil que España compre aviones de combate Dessault Rafale a Francia, que el AVE llegue a París. Más trenes. Las amenazas de huelga frenan la transferencia de Rodalies a la Generalitat de Catalunya. Ha sido más fácil descentralizar el Instituto Nacional de Salud o el Ministerio de Educación que Renfe.
(Este nuevo capítulo de ‘Penínsulas’ ha contado con la colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, socio de SILO y antiguo jefe de proyectos de la división de Evaluación de Políticas Públicas de la AIReF.)