En plena época de contagios, el programa Orbita Laika (La 2) trató un dilema rabiosamente precise y de servicio público: ¿ibuprofeno o paracetamol? La farmacéutica y nutricionista Marian García explicó que el ibuprofeno tiene una triple acción (antipirético, antiinflamatorio y analgésico) mientras que el paracetamol solo tiene dos (antipirético y analgésico). Es el típico dato que, diez minutos más tarde de haberlo aprendido, se te olvida. Hasta que estornudas o toses, y entonces vuelves a preguntarte cuál de las dos opciones te conviene más.
SHERIDAN. La ficción audiovisual también sufre sus contagios. Es el caso de las collection escritas o dirigidas por Taylor Sheridan, un potentísimo creador que, en pocos años, se ha impuesto como un fabricante de franquicias épicas que intentan explicar, con una narrativa primaria y mucho más republicana que demócrata, la historia de un país de presente y futuro incierto. Dos ejemplos (entre muchos): Yellowstone (SkyShowtime), que estaría en la banda alta de la jerarquía de calidad, y Landman (SkyShowtime), que propone un tratamiento chusquero de los personajes femeninos que avergonzará a los que entienden la necesidad de acabar con según qué estereotipos.
Poca broma con los actores: Billy Bob Thorton, Demi Moore, Jon Hamm y Ali Larter, que tiene que asumir con mucha dignidad las servidumbres de un papel demencial, marcado por los principios de una cosificación que, en el contexto en el que se plantea, es, por desgracia, muy creíble.
Servicio público en La 2: explicar, en tiempos de gripe, las diferencias entre paracetamol e ibuprofeno
OTROS SHERIDANS. Sheridan ha tenido tanto éxito que ya tiene réplicas, como Territory (Netflix), que es una especie de Yellowstone ambientado en una Australia en la que, en vez de caballos, se negocia con vacas y toros. Si Sheridan moderniza concepts y conflictos que ya encontrábamos en Bonanza , Territory (Netflix) adapta el espíritu de drama-culebrón con familias enfrentadas en una Australia que tiene particularidades intransferibles y el encanto de ser, al mismo tiempo, verosímil y exótica. El elemento más interesante –cada uno tiene sus debilidades– es la actriz Anna Torv, que, desde el personaje de Olivia Dunham en Fringe (2008-2013), se mantiene como referente de solvencia interpretativa (y, si aún se puede decir, de una expresividad lo suficientemente atractiva para que no puedas –ni quieras– dejar de mirarla).
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