He de empezar diciendo que mi trato directo con Enric Marco fue bastante limitado. A fin de cuentas, se resume en unas pocas conversaciones, nunca muy largas.
Conocí a Marco en persona al terminar un evento en Barcelona, en el Palau de la Música, en recuerdo de la escritora Montserrat Roig a los 10 años de su muerte. Estábamos a finales de 2001 y Marco parecía estar entre quienes colaboraban en la organización del evento. No tuvimos tiempo más que para una conversación breve, pero sí recuerdo que él afirmó haber estado en el campo de Flossenbürg.
Pasaron meses hasta que volví a verle. Para entonces yo había ido localizando referencias a él en publicaciones varias, que en ocasiones se remontaban a la época de la Transición. Ya entonces había hablado de su pasado en un campo nazi. Algunos elementos de su relato me resultaban chocantes o incoherentes. Nada extraño, cuando se trataba de declaraciones recogidas por interlocutores varios y en circunstancias muy dispares.
Y así llegamos a la primera ocasión que tuve de hablar con Marco con cierta calma. Fue en mayo de 2002, con motivo de las conmemoraciones de la liberación del campo de Mauthausen. Terminado el evento, y sentados a la misma mesa Marco y yo, no tardé mucho en decirle que estaba muy interesado en su historia. Entonces, él, que previamente se había mostrado simpático, cambió bruscamente de registro. De forma tajante me dijo que no se prestaba a hablarme de su tiempo como deportado. Seguidamente sacó su cartera y extrajo una fotografía en blanco y negro. Él, me dijo, period quien aparecía en la imagen, mostrando la espalda, donde eran visibles varios hematomas, al parecer por los golpes que le había dado en Barcelona la policía del ministro Martín Villa. Ese podía ser, concluyó Marco, un tema de investigación adecuado.
Se me escapaba la posible lógica en aquella reacción. Y en cualquier caso period un momento desconcertante e incómodo. Yo para entonces había conocido ya a otros supervivientes de los campos nazis y nadie había presentado una actitud comparable. Period demasiado evidente la contradicción: la misma persona que se negaba a hablarme de su deportación asumía tareas importantes en la Amical (Asociación histórica sobre el campo de concentración de Mauthausen) y además acudía a numerosos centros de enseñanza justamente para dar su testimonio private. Me pareció que merecía la pena buscar explicación a eso.
![Rosa Toran](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CC75CVBNYJRIPM7BF2NCEXHQOM.jpg?auth=5e1e08ab874107b3feeac268cba0f0dea2d31ba607ca29ef4068dd59a0ed2ef9&width=414)
Junto a nosotros, durante aquella conversación, estaba también Rosa Torán, que permaneció callada y me pareció algo incómoda por la reacción de Marco. Supuse que en algún otro momento ella me iba a hablar de los motivos de la reacción de Marco, pero eso nunca ocurrió. Aquellas dos personas parecían tener confianza entre ellas. Estaban por aquel entonces en vías de asumir la dirección de Amical, que forzosamente tenía que entrar en una nueva etapa. Eran ya muy pocos los supervivientes de los campos nazis que vivían en España. Y casi nadie estaba en condiciones de asumir las tareas necesarias. La excepción iba a ser Enric Marco, que se había incorporado poco tiempo antes a la asociación y que a pesar de sus más de 80 años mostraba una vitalidad notable.
Como he indicado, cuando tiene lugar este encuentro de 2002 los deportados no me eran desconocidos. Ya desde años atrás estaba en contacto con algunos de ellos y les había hecho entrevistas. Esa fue una labor que iba a continuar durante bastantes años todavía, a veces en distintos lugares de España, pero principalmente en Francia, donde la mayoría de los supervivientes españoles se habían establecido tras su liberación en 1945. Una experiencia que nada tenía que ver con ese encuentro fallido con Marco. Las entrevistas, las muchas horas compartidas con ellos, nos acabaron llevando en no pocas ocasiones a relaciones que iban a ser importantes toda mi vida.
![Nathalie Poza, que da vida a la segunda pareja de Enric Marco, y Eduard Fernández, en 'Marco', de Arregi y Garaño.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/SYF3GWQFZBEDTPQ5JWUSKS5RHU.jpg?auth=ce841807995edda0046f955e5b53bc15a8a8b7433be6b1961cd774c30c94612e&width=414)
Pero volvamos a Marco. El tiempo iba pasando sin que yo olvidase indagar sobre él como podía, ya fuera en archivos o preguntando a los deportados. Nadie parecía saber nada de él, pero en alguno de ellos se despertó la curiosidad de conocerlo. Fue el caso de Marcial Mayans, que vivía en Perpiñán y acudió a Barcelona a encontrarse con un Marco que —así me dijo Mayans— le esquivaba. O el de Ramiro Santisteban, que me describió su encuentro con Marco en París así: “Se escurre como el aceite”.
Hacia principios de 2005 en Madrid, en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, encontré un documento que dejaba claro que Marco había ido a Alemania en 1941, pero lo había hecho voluntariamente y para trabajar en la industria de guerra del Tercer Reich.
![Jorge Semprún escucha las palabras del entonces presidente de Amical Mauthausen, Enric Marco, durante el acto de homenaje en 2004.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KTSNYRROIXRVE7IL3JZTDKH2LM.jpg?auth=5cae5debf623e95bf5eb9bd978a2b1756fc209b12b57bda55e42ad76b7787ffe&width=414)
Poco después de esto me llegaban ecos de una possible presencia de José Luis Rodríguez Zapatero en Mauthausen en los actos de mayo de 2005. Todo indicaba, además, que a Marco se le reservaba un papel protagonista, tomando la palabra en representación de los deportados españoles. Me resultaba un escarnio ante el que no cabía callar. Hablé con unos y con otros. Y eso llegó pronto a oídos de Marco, que me llamó por teléfono. Él —me decía— podía explicarme todo y me emplazaba para un futuro encuentro para ello. Hasta ese momento, confiaba en que yo fuera discreto. Me pareció evidente que buscaba ganar tiempo.
Ya no cabía esperar. Elaboré un informe breve sobre la situación y traté de que llegara a los principales implicados, incluyendo instancias oficiales de España y del exterior. También se lo hice llegar a Enrique Urraca, una persona que me inspiraba confianza y que formaba parte de la Junta de Amical. Siguieron días de mucha tensión, sin saber si alguien había tomado en serio el contenido de mi escrito.
Finalmente, pocas horas antes de que tuvieran lugar los eventos previstos en Mauthausen, Marco se vio obligado a regresar desde Austria a Barcelona. Y así, Francisco Batiste, un deportado residente en Francia, asumió muy dignamente en las conmemoraciones el papel que Marco había pretendido ocupar.
Después del escándalo de 2005 Marco trató de justificar su actuación anterior. Le habían movido, decía él, motivos pedagógicos. Se definió como un “mentiroso, pero no falsario” que conseguía transmitir verdades aunque recurriese a distorsionar su historia private. En realidad Marco había alterado muchas otras cosas y no tuvo reparos en falsificar documentos para sostener sus relatos. Incluso, por ejemplo, borrando el nombre de Enrique Moner, una víctima actual de los nazis, y sustituyéndolo por el suyo para así dar credibilidad a su pretendido paso por Flossenbürg.
Lo dicho hasta aquí sigue la línea de mis recuerdos, que en su día compartí con el equipo de la película Marco. En buena medida coinciden con lo relatado en ella. De naturaleza muy distinta es la secuencia last, que se sitúa una década después de los eventos de 2005. En ella, un Marco ya nonagenario acude por sorpresa a ver al personaje que lleva mi nombre. El guion toma aquí rumbos de ficción, que en realidad son una reflexión. Marco considera que su biografía merece ser escrita, insatisfecho y hasta indignado como está con intentos como el libro de Javier Cercas. Quiere que su interlocutor emprenda algo a la altura de sus aspiraciones. Pero este ni siquiera contempla la propuesta. Aunque esta secuencia nunca tuvo lugar, mi sentimiento es que yo también hubiera suscrito esa negativa.
¿Se movió Marco por su afán de dar voz a los deportados? Por lo que conocí, me consta lo contrario. No dudó en acallarlos, igual que borró el nombre de Moner cuando le convino. En cuanto a las motivaciones profundas de su actuación no me aventuro a hacer valoraciones. Y es que, como decía al principio, le traté muy poco.