Las ocasiones especiales están para acabar ―por un día, al menos― con la rutina, y por eso la gala conmemorativa del 50 aniversario de Saturday Night time Reside (SNL), el programa humorístico más longevo y famoso de la historia de la televisión estadounidense, se emitió este domingo, y no, como su propio nombre indica, en sábado. Sucedió de noche, eso sí,. En directo y desde donde siempre: el legendario estudio de la NBC en la planta 17 del edificio 30 Rockefeller Plaza de Nueva York.
El espectáculo también fue más largo que de costumbre: tres horas y media llenas de estrellas del cine, la televisión y la música y de miembros actuales y pasados de un reparto en el que han brillado más estrellas de las que caben en el firmamento de la comedia estadounidense. El resultado fue un tributo nostálgico, divertido e inteligente al hondo impacto en la cultura in style de un formato que sigue más o menos igual que el primer día, con su mezcla de sketches humorísticos sobre la política y los cambios en las costumbres, y dos invitados, uno musical, y otro que se encarga del monólogo de apertura y que luego participa en los gags escritos por el equipo de guionistas.
Tal vez para dejar claro que esa influencia atraviesa generaciones, la gala del domingo la abrió la extraña pareja formada por los músicos Paul Simon y Sabrina Carpenter. Juntos interpretaron Homeward Sure, canción que, recordó Simon, este tocó con George Harrison en el capítulo octavo de la segunda temporada de SNL. “Ya, yo no había nacido”, dijo Carpenter. “Bueno, en realidad, mis padres tampoco”, añadió.
El actor Steve Martin, que fue parte de SNL en los setenta, salió entonces al escenario para hacer el clásico monólogo, con el reloj sobre un pedestal a un lado y el fondo de la banda musical del programa, cuyos miembros vestían para la ocasión esmóquines blancos. Martin bromeó con el empecinamiento de Donald Trump en renombrar el Golfo de México, que ahora, cube, hay que llamarlo de América, y con la potencial deportación de su compañero de reparto en Solo asesinatos en el edificio, Martin Brief, que resulta que es es canadiense. Y ahí se acabaron las referencias al nuevo inquilino de la Casa Blanca de un guion concebido no tanto como comentario a las últimas noticas, sino como un homenaje a la supervivencia del programa y a su productor ejecutivo, Lorne Michaels, un hombre con una misión, lograr obrar entre el miércoles y el sábado el milagro del directo de SNL. Estaba allí al principio, en 1975, y sigue ahí ahora, que acaba de cumplir 80 años.
Hubo referencias a famosos sketches del pasado, como el de las hermanas Maharelle, con Scalett Johansson, Kim Kardashian y una siempre genial Kristen Wiig; el de la versión negra del famoso concurso de respuestas en busca de preguntas Jeopardy, con Eddie Murphy y un Tom Hanks fuera de lugar, tocado con una gorra MAGA; o aquel que imaginaba una reunión en el Pentágono de supervivientes abducidos por extraterrestres. En la de este domingo, los actores Pedro Pascal y Woody Harrelson no podían contener la risa con la pareja formada por una madre y una hija siempre dispuestas a abirir las piernas e interpretadas por Meryl Streep y Kate McKinnon.
Un turno de preguntas con el público, conducido por Tina Fey y Amy Poehler, sirvió para demostrar el enorme poder de convocatoria de SNL: la audiencia, repleta de famosos, parecía la suma de la de una gala de los Oscar y otra de los Grammy. Dangerous Bunny quiso saber, en español, si la gente lo veía como alguien gracioso. Cher dijo que no tenía preguntas, pero sí “todas las respuestas”. Y Keith Richards tomó la palabra para saber si alguien había encontrado una bandana que perdió a finales de los ochenta durante una de las salvajes actuaciones de Rolling Stones en el programa.
La gala ganó cuando aparecieron Michael Che y Colin Jost para dar las noticias, como cada sábado a eso de la medianoche, en el famoso segmento Weekend Replace. Hubo chistes irreverentes sobre Puff Daddy y sobre el racismo congénito del país. Invoice Murray repasó los méritos de los locutores que, como él mismo, precedieron a Che y Jost al frente del telediario alternativo. Hasta resucitaron dos añorados personajes de otra época: Tu tío el borracho (Bobby Moynihan) y La chica con la que desearías no haber iniciado una conservación en aquella fiesta (Cecily Sturdy). Resulta que ahora están juntos y van a ser padres.
Como en toda ceremonia que se precie hubo alfombra roja, en la que nadie, por suerte, habló de moda, así como el clásico video en el que se llora a los que ya no están. Aunque esta vez los obituarios no honraron la memoria de los muertos, sino de todos los personajes y chistes racistas, sexistas o sencillamente fuera de lugar que ya no se pueden hacer, pero de los que, como recordó el presentador de ese segmento, Tom Hanks, “todo el mundo se rio entonces”.
El tono elegíaco regresó con un corto en blanco y negro en el que John Belushi visitaba en la tercera temporada en un cementerio a sus compañeros de reparto (sin saber que él sería el primero en irse: murió de una sobredosis a los 33 años en 1982). Un número musical recordó que la ciudad de Nueva York, otro de los personajes del programa, vivió tiempos mejores: de los años de la heroína y la bancarrota, a los del triunfo carcomido por la cocaína de los yuppies; y de la limpia de Rudy Giulianni de las calles de Manhattan a un presente en venta, en el que todo es absurdamente caro y ya no pasan tantas cosas como solían, pero, qué demonios, sigue siendo Nueva York.
No faltaron algunos de los clásicos del programa, como los cómicos que no pueden evitar reírse los unos con los otros, las actuaciones musicales memorables (Lil Wayne y Mily Cyrus y Brittany Howard), y los actores que además son cantantes, como Adam Sandler, que repasó la historia del programa con una letra que celebraba “50 años llenos con los mejores momentos de nuestras vidas”. La fiesta la despidió Paul McCartney con un medley de composiciones para los Beatles, con The Finish, para cerrar, incluida.
Todos subieron después al escenario para honrar a los miembros del primer reparto y a Lorne Michaels, hombre con fama de duro de pelar al que casi, solo casi, se lo vio emocionarse. Los 150 minutos de gala sirvieron para certificar que tenía razón cuando empezó hace 50 años con esa loca aventura, y que no ha habido mejor cantera para la comedia estadounidense que SNL, una institución que, como toda institución, vivió tiempos que fueron (o parece que fueron) mejores, y que esos tiempos suelen coincidir con los maravillosos años del televidente en cuestión; es decir, los que van de la preadolescencia a la universidad.
El programa del domingo fue el broche a meses en los que han visto la luz películas de ficción (Saturday Night time), documentales y libros de 600 pagínese sobre la vida y milagros de Michaels. También cerró un fin de semana de jubileo para uno de esos programas que ya nadie ve, pero que nadie se pierde. Comenzó el viernes con un concierto emitido en la NBC (y Peacock, la plataforma que tiene los derechos de streaming) y continuó el sábado con la retransmisión de su primer episodio, emitido el 11 de octubre de 1975. Fue raro verlo tal cual, pero al menos sirvió para darle la vuelta a aquella máxima sobre la memoria de los escritores del poeta W. H. Auden: hay muchos cómicos injustamente olvidados, pero ninguno, ni Belushi, ni Chevy Chase, que asistió a la gala, ni Charlie Kaufman, es injustamente recordado.
Cuando el jubileo pase, continuarán los debates, tan viejos casi como el propio espacio televisivo, sobre su estado de salud. Puede que el programa se haya volcado en los últimos tiempos demasiado en las imitaciones y en la política estadounidense (¿o no será que esta se ha convertido en uno de sus gags?). Puede que haya perdido en irreverencia, influencia contracultural e impacto, pero ¿no os ha perdido también la televisión tradicional como medio en un tiempo en que el mercado de la atención se ha convertido en un zoco sin ley?
A SNL lo salva, al menos, que siempre que uno cree que la salida de un cómico será el closing de todo (adiós, Kate Mckinnon, en 2022), siempre acaba llegando al rescate otro igual de carismático (hola, Bowen Yang). También, que su materials hace buen caldo en las redes sociales, donde su audiencia se multiplica, ni en directo, ni en sábado noche, con una legión de espectadores que lo consumen troceado. A esos espectadores les alegrará saber que hay mucho que trocear de la gala conmemorativa emitida este domingo.