Shahd Raed Al Wahidi no salió a la calle este miércoles a celebrar el acuerdo de alto el fuego, como hicieron otros gazatíes, al vislumbrar por fin un horizonte de esperanza tras 15 meses de sufrimiento. Compartía su ilusión, pero tenía miedo. “Aunque estamos en los campamentos [de desplazados], period peligroso”, aclara. Más aún en estos momentos. Desde que los tres países mediadores (Qatar, Estados Unidos y Egipto) anunciaran el pacto en la tarde del miércoles, el ejército israelí ha incrementado los bombardeos en la Franja, matando al menos a 77 personas, según las autoridades sanitarias.
Shahd tiene 19 años, vive desde el inicio de la guerra —en octubre de 2023— en una tienda de campaña cerca de la vivienda de unos familiares en Deir El Balah y, aunque callen finalmente las armas a partir del domingo, como se prevé, su futuro no es nada halagüeño. Su casa acquainted, en Ciudad de Gaza, está destruida, como muchas otras en un territorio donde el 70% de los edificios han resultado dañados parcial o totalmente, según datos de Naciones Unidas. “Estoy agotada, pero en common [el acuerdo de alto el fuego] está ya casi acabado”, resume optimista en un intercambio de mensajes de WhatsApp.
La alegría por la tregua se mezcla con el temor a sumarse a la tétrica estadística de muertos, justo ahora que parece inminente. Otro de los gazatíes que ha sobrevivido, Mohamed, resume esta sensación en un mensaje de audio a este periódico: “Estamos asustados por estos tres días, hasta que lleguen las doce de la noche del domingo”, el momento exacto en que se prevé la entrada en vigor del alto el fuego. “Ahora mismo, además, están bombardeando mucho”. Mohamed trabaja en Al Awda, el único hospital operativo en el norte de Gaza, y prevé “días de emergencia” en cuanto cesen los bombardeos. “Llegarán muchos heridos que no han podido antes, por la destrucción de las ambulancias. Y casos de malnutrición que no han podido ser tratados o nadie se atrevía a traer”.
El Gobierno israelí tiene previsto aprobar este viernes el acuerdo, según informan medios locales, para que entre en vigor dos días más tarde. Cesarán entonces los bombardeos y las tropas israelíes comenzarán a replegarse de las zonas pobladas de Gaza, a cambio de la liberación de los primeros rehenes israelíes en manos de Hamás.
Esta esperanza de que cesen los ataques en breve hace que las imágenes de las últimas horas resulten más dramáticas que de costumbre. Un vídeo difundido en redes sociales capta el momento atroz en el que un joven menea y habla al cadáver de su hermana con el rostro lleno de polvo y de sangre, muerta en un bombardeo en el barrio de Al Daray, en Gaza capital. “¡La guerra ha terminado! ¡Levanta, levanta, hala! ¡La guerra ha terminado, vámonos al sur [de Gaza]! ¡Levanta! ¡Vámonos del país, vámonos! ¡Levanta, hala!”, le cube antes de romper a sollozar.
Aboud Al Majaida, que vive en una tienda de campaña, como otras decenas de miles de gazatíes, expresaba en un vídeo una sensación parecida. “Todo el mundo tiene el interés puesto en el asunto de la tregua y del acuerdo, pero al mismo tiempo la ocupación [Israel] está efectuando operaciones y masacres intensivas en este momento […] La tregua es motivo de felicidad, pero hay quienes pierden todos los días, incluso hasta este momento […] Imagina, por ejemplo, que pierdes a tu hermano y una hora más tarde se declara la tregua”.
Hace tiempo que muchos gazatíes responden a la pregunta “¿Cómo estás?” con la frase “Vivo, gracias a Dios”. Son los que han superado los ataques diarios y condiciones terribles, con una disaster humanitaria profundizada en los últimos meses, mientras la atención se centraba en Líbano y Siria. En el camino se han quedado 46.800 vidas, en su mayoría de menores y mujeres, lo que supone uno de cada 50 gazatíes, según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás en Gaza. Un número indeterminado, que se calcula en varios miles, está bajo los escombros. Un reciente estudio de la revista científica The Lancet calcula que los datos de las autoridades sanitarias gazatíes —que Israel pone en duda, aunque las agencias de la ONU lo toman como referencia porque en anteriores ofensivas han acabado cuadrando con las investigaciones independientes posteriores— son en realidad a la baja. Tras cotejar tres listados distintos y extrapolar los resultados de nueve meses, calcula que es un 69,65% mayor. Es decir, que los bombardeos israelíes han matado a más de 70.000 personas.
Sentir las heridas abiertas
“Cuando hayamos terminado de sobrevivir y de esperar que termine la guerra, comenzaremos a sentir nuestras heridas abiertas”, afirma por mensajes de WhatsApp Fatma Muhaisen, de 22 años. Siente que el anuncio de tregua le ha sacado de la apatía que genera la lucha por la supervivencia, en la que el día a día, durante cerca de 470, ha consistido en conseguir comida y agua, y en recoger las escasas posesiones y escapar a otro lugar cada vez que el ejército israelí emite una orden de evacuación de la zona en la que cada uno ha terminado. Su familia, cuenta, lo ha hecho 11 veces en estos 15 meses. La última fue hace tres meses, al huir de su casa en la zona septentrional del barrio de Sheij Radwán, en Gaza capital, con la última invasión de Yabalia, que acabó de convertir en un erial un espacio en el que antes de la guerra vivían 200.000 personas. Incluso la denominada zona humanitaria de Al Mawasi, donde los desplazados fueron exhortados a confinarse en tiendas de campañas, ha sido bombardeada en varias ocasiones.
“Cuando tratas de sobrevivir no sientes realmente pena. Y ahora que estamos menos estresados, la pena empieza a remontar, aunque también ha habido lágrimas de alegría. ¡Cuesta creer que se haya acabado, realmente cuesta creerlo! […] Pero es también una felicidad parcial. Con toda la muerte y la destrucción que nos rodea es como: ¿ya está? ¿Se acabó? ¿Seguiremos viviendo de esta manera?”, se pregunta.
Su plan para cuando entre en vigor el alto el fuego y los cielos dejen de resultar amenazantes por el paso de los cazas israelíes es regresar a su casa acquainted en Gaza capital, que tuvo que abandonar con sus padres al principio de la guerra y está “duramente dañada”. “Tenemos que empezar a quitar los escombros y a limpiarla para poder vivir en ella. Y esperar a que nuestros seres queridos regresen del sur… Ojalá, la próxima semana”.