El francés Stéphane Séjourné (Versalles, 1985), vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea para Prosperidad y Estrategia Industrial, acaba de presentar en Bruselas la nueva estrategia europea para que la industria recupere el terreno perdido ante China o EE.UU., que pasa por apostar por la descarbonización o relanzar la industria del automóvil. Recibe a La Vanguardia en su despacho antes de volar a Catalunya, donde ayer se reunió con el president Salvador Illa y hoy visitará el valle de hidrógeno de Tarragona y la compañía de acero Celsa.
Industria del automóvil
“Debemos ser menos ingenuos y poner componentes europeos en la producción”
La UE acaba de responder a los aranceles de EE.UU. con una réplica de 26.000 millones. ¿Para negociar con Trump hay que hablar su lenguaje arancelario?
Intentamos una negociación que ni siquiera pudo comenzar. Tenemos la mano tendida, pero también debemos defender los intereses de las empresas y de los ciudadanos europeos. Cuando tu modelo está en juego, la mejor manera de defenderse es reforzarlo. Y es lo que estamos haciendo también con la industria: reforzar el modelo industrial europeo.
¿Espera esta confrontación durante el resto de mandato?
Nadie lo sabe. Es el problema de la nueva Administración de EE.UU., que da muchas incertidumbres. Mi llamamiento también es a los inversores internacionales. En Europa tenemos una reglamentación y un Estado de derecho muy estable, donde se puede invertir, y que es también previsible. No sé si vamos a tener casi cuatro años de inestabilidad económica, pero lo que sé es que defenderemos las empresas. Nuestra estrategia, en este contexto un poco complicado con EE.UU., será buscar nuevos socios como India o Mercosur, evitar la dependencia con China e impulsar nuestras empresas y, a la vez, reforzar el mercado único. Si hacemos esas tres cosas al mismo tiempo, dentro de los muchos interrogantes que no dependen exclusivamente de nosotros, tendremos las armas para ser competitivos.
Uno de los ejes del Pacto Industrial Limpio es que la UE compre los materiales críticos de forma conjunta, como hicieron con las vacunas durante la pandemia.
Desde la disaster del gasoline, con la guerra en Ucrania, la descarbonización de la economía es un objetivo económico. No producimos ni gasoline ni petróleo en el territorio europeo, y necesitamos nuestra energía si no queremos depender de un precio que no controlamos. Luego, las materias primas son una parte importante para la competitividad de las empresas, y necesitamos bajar los precios.En esto somos dependientes en casi un 80% de China. Para reducir los riesgos debemos hacer nuevos contratos comerciales con países como Argentina o Nueva Zelanda. Además, reabriremos minas en Europa: tengo proyectos en instrucción en la Comisión para financiar o dar garantías públicas a nuevas de explotaciones mineras. Y lo tercero es comprar juntos y decidir a quién compramos y cuándo. Queremos hacer acoplamiento estratégico de materiales como el cobalto, el grafito o el litio. No tenemos suficiente inventory si se corta el aprovisionamiento chino. Tenemos que prepararnos para una guerra comercial, para tensiones diplomáticas y geopolíticas. Por eso la responsabilidad de la Comisión es proponer herramientas que nos permitan garantizar el aprovisionamiento y el precio.
El president de la Generalitat, Salvador Illa, y el conseller de Unión Europea y Acción Exterior, Jaume Duch, junto a Séjourné este jueves en el Palau de la Generalitat.
Las empresas sufren por el precio de la energía. ¿Podemos realmente dejar de ser dependientes del gasoline ruso?
Hemos propuesto con Teresa Ribera nuevas herramientas con garantía pública del Banco Europeo de Inversiones sobre los contratos de larga duración, para garantizar un precio de compra directamente al productor de energía sin pasar por el mercado. Así escapamos de la volatilidad. También, por supuesto, hay que producir más energía y diversificar del gasoline. Y eso empezamos en Europa con el hidrógeno limpio, la energía renovable y con la nuclear en algunos países. A largo plazo el camino son las interconexiones entre los países, para justamente poder equilibrar todas las redes nacionales de energía. Todavía hay mucho que hacer en Alemania, en Francia y en España, e incluso tener también interconexiones entre los dos. Es de interés europeo.
¿Veremos impulsos en el corredor H2Med que pretende unir Barcelona con Marsella?
La Comisión apoyará todo lo que pueda garantizar más interconexiones entre países, porque contribuirá a reducir la volatilidad del precio de la energía.
El temor es que reindustrialización implique una renuncia de los objetivos climáticos. ¿Se pueden compaginar ambas visiones?
No habrá renuncias sobre los objetivos climáticos. Lo que cambiamos es la burocracia. Queremos que todo lo que sea papeleo no sea un argumento para decir que no se puede invertir en Europa y romper esa narrativa negativa que escuchamos en todo el mundo y que nuestros competidores internacionales suelen recordar. Los objetivos son los mismos, pero lo que se cambia es la vía para llegar a ellos. En cien días, el mundo ha cambiado. Y en cien días también tenemos que ajustar el camino para llegar a los objetivos. No hay que hacer polémicas, sino tener en cuenta el contexto internacional, económico y de competitividad interna. El camino se cambia, los objetivos se quedan.
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Sí, pero hemos visto por ejemplo que se han pospuesto las multas a los fabricantes de coches que no cumplían con los objetivos de emisiones este año.
No vamos a sancionar a los fabricantes de automóviles que queremos ayudar. Hay que ser coherentes con el contexto precise económico. Hemos logrado un equilibrio, porque las posponemos a tres años sin suprimirlas y los buenos alumnos, los que ya han hecho las reducciones, van a poder vender una parte de cuotas a los otros.
En un mundo de matones, como Putin y Trump…
Tenemos que ser flexibles. La thought es adaptarse, no ser únicamente el terreno de juego sino ser el jugador y eso implica un cambio de cultura administrativa y política en la Comisión Europea. Son 27 nacionalidades que se reúnen todas las semanas. Es complejo y necesitamos normas diferentes que un ejecutivo nacional. Tenemos que agregar un componente de agilidad en nuestras decisiones.
En su plan de ayuda al automóvil hablan de mantener toda la cadena de producción en Europa. ¿No es un poco también jugar al Europa primero, el mismo proteccionismo de Trump?
Podría ser proteccionismo si lo hubiéramos hecho hace 20 años, porque entonces la mayoría de países jugaba con las reglas internacionales de la Organización Mundial de Comercio. Ahora no es el caso. El mundo entero pone criterios de producción nacional o continental. Seríamos el único continente que no lo hace. No queremos cerrar fronteras, pero debemos ser mucho menos ingenuos y poner componentes europeos en la producción. También por cuestión de seguridad. Le doy un ejemplo: los coches eléctricos se pueden parar desde Shenzhen para los chinos o desde Austin para Tesla. Debemos estar preparados para lo que pueda pasar en este periodo convulso en lugar de esperar un shock para reaccionar.
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¿Qué le interesa de los proyectos que va a visitar en Catalunya?
La industria española es clave en la industria europea. Es el cuarto país más industrializado, casi el 10% de los coches están construidos aquí. España, y en specific Catalunya, es muy innovadora en descarbonización, por eso vamos a ver el hidrógeno y también el acero. Es un buen modelo de lo que queremos también hacer en toda Europa. La industria química es el 5,6 del PIB español, y acabo de anunciar un plan de diálogo estratégico para esta industria.
¿Catalunya puede ser entonces clave en la apuesta europea por la descarbonización?
Ya es clave en los recursos que tiene Catalunya, en sus industrias y proyectos. Han puesto mucho capital político para invertir en su industria. Es un buen ejemplo de la importancia de movilizar todos los niveles políticos para desarollar una estrategia común de descarbonización de Europa.
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