“That is my pal Porky”, clamó este martes Speed desde el balcón de la Municipalidad de Lima frente a una multitud extasiada que no sabía que más hacer para llamar su atención en la Plaza Mayor. Rafael López Aliaga, el ultraconservador que gobierna Lima, rio complacido mientras le caían varias gotas de sudor. Desde que asumió la alcaldía hace dos años no había recibido una ovación semejante. La última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos indica que apenas tres de cada diez limeños aprueba su gestión. Su baja popularidad responde a sus promesas incumplidas, como la construcción de un teleférico y un tranvía; o sus condecoraciones al cardenal Cipriani, acusado de pederastia. Algunos consideran que su eslogan de la ciudad (Lima, potencia mundial) puede parecer irónico.
Desde que Velocity, un streamer estadounidense con millones de seguidores, inició su gira por Latinoamérica, ningún funcionario público de alto rango le había prestado tanta atención. Ningún Estado le había abierto las puertas de par en par, como si se tratase de un mandatario. Pero López Aliaga fue incluso contra las leyes. En febrero de 2023 el Concejo Metropolitano declaró más de diez kilómetros cuadrados del Centro de Lima como una zona intangible y, desde entonces, las manifestaciones quedaron prohibidas. Sin ninguna ordenanza de por medio, López Aliaga permitió que Velocity se subiera a un carruaje colonial y diera la vuelta a la Plaza Mayor.
Quedará para la anécdota que durante ese recorrido, la turba gritó al unísono: ¡Fuera Dina!, en alusión a la presidenta Boluarte. El alcalde de Lima recibió con un ramo de rosas a Velocity, quien se calzó la camiseta número 7 de la selección peruana. Lo nombró embajador de la ciudad y le regaló un polo donde el streamer aparece junto a Cristiano Ronaldo y Machu Picchu se luce de fondo. En tono de humor, Rafael López Aliaga apeló a su parecido con Porky, el célebre cerdito de los dibujos animados. Uno de sus comechados no se cansó de gritar su apelativo hasta que Velocity entendió cómo debía agradecer tantas gentilezas y le dio el espaldarazo que tanto ansiaba: “That is my pal Porky”. Horas después, el empresario dijo que no iba a permitir que “politizaran el tema”.
“Es un tema estrictamente de la promoción de la inversión de mi país. Mi intención es que si a este muchacho lo siguen más de 30 millones y me manda un mensaje por redes y mi gente de redes también lo acepta… es un advertising and marketing gratuito. Son treinta millones viendo la ciudad. Mi rol como alcalde es promover que el Centro Histórico se llene de turistas”, explicó el alcalde. Luego dijo que lo había invitado con su dinero para evitar las críticas.
Antes del balconazo, López Aliaga le dijo a Velocity que le cedería la alcaldía por dos horas. La celebridad de Web que vive al límite y ha estado cerca de morir en más de una transmisión en vivo, gritó desaforado e hizo sus acostumbrados sonidos de perro. El momento cumbre fue cuando hizo un salto mortal, en medio de los griteríos. Si hubiese dependido de la Municipalidad de Lima, estas escenas se hubiesen llevado a cabo hace dos semanas: por esos días invitaron públicamente a Velocity al aniversario 490 de la ciudad. Pudo coincidir con Isabel Díaz Ayuso, la gobernadora de Madrid, en el controvertido regreso de la estatua del conquistador Francisco Pizarro.
El streamer continuó su paseo por el Centro Histórico. Como se esperaba, le dieron de comer el amplio menú de la gastronomía peruana. “Lambayeque mi tierra, bro”, le dijo un fan que vestía un polo de los Ángeles Lakers, poniéndole en sus manos un King Kong, dulce típico del norte peruano. Velocity le dio un mordisco a las capas de galletas untadas con manjarblanco y mermeladas y acto seguido ladró como si fuese un perro rabioso. Comió cebiche de pescado, cuy chactado — ese roedor que se eat mucho en la sierra y se sirve con cabeza y uñas— y suris, esos gusanos rechonchos tan populares en la selva. Bebió Inca Kola, la única gaseosa que derrotó a la Coca Kola; chacchó hoja de coca e incluso dejó que un curandero le hiciera una limpia.
Velocity cumplió a cabalidad lo que Truman Present profetizó: hacer de la vida un espectáculo. Y que todo quede registrado para existir. El streamer pisó el Estadio Nacional; bailó con danzantes de tijeras en el Teatro Municipal y tocó arpa; y se dio una vuelta por el emporio comercial de Gamarra. En las primeras cuatro horas, su video superó los cinco millones de visualizaciones. Desató una auténtica histeria colectiva. Y además dijo lo que la platea aguardaba: que en Latinoamérica, Perú es el número 1 y que después de Indonesia, es el segundo país que mejor lo ha tratado en el mundo. Perú, una nación en busca de aprobación, recibió a Velocity como un héroe.