Mientras que las esmeraldas egipcias o los rubíes orientales eran especiales, las perlas ocupaban el nivel más alto del lujo. Eran suaves, redondas, de un blanco nacarado inigualable. Y, sobre todo, eran raras.
La pasión romana por las perlas no fue un capricho pasajero. El naturalista Plinio el Viejo documentó esta tendencia en el siglo I d.C., describiendo cómo Lolia Paulina, esposa del emperador Calígula, se cubría con esmeraldas y perlas en la cabeza, cuello y dedos que estaban valoradas en cuarenta millones de sestercios (millones de euros).
Provenientes principalmente de regiones como el mar Rojo y el golfo Pérsico, e incluso las costas de la India, llegaban por extensas rutas comerciales que combinaban caravanas por tierra y transporte marítimo desde puertos como Alejandría. Además, eran obtenidas por buceadores que descendían sin equipos, aumentando su valor. Así, se impulsó un comercio intenso con las regiones productoras.
Los comerciantes de perlas, conocidos como margaritarii, establecieron sus negocios en áreas destacadas de Roma, como la Vía Sacra, convirtiendo estas zonas en lugares reservados al lujo y la moda de la época. Espacios reservados para recrear este interés por la sofisticación, que se traducía en la compra-venta de artículos exclusivos como los que contenían perlas.
La diversidad disponible de esta gema permitía a las mujeres romanas lucirlas en distintas formas: en collares de varias hileras, cosidas en sus vestidos, engastadas en diademas, horquillas para el cabello e incluso. Según recoge el Metropolitan Museum of Artwork de Nueva York, hay ejemplos arqueológicos que muestran cómo las perlas se cosían directamente en las túnicas o adornaban los cinturones de las damas de la aristocracia.
Esta moda llevó incluso al Senado a promulgar leyes suntuarias para limitar el uso de estas gemas a ciertas clases sociales. Pero la presión simbólica period más fuerte: llevar perlas period afirmar, sin palabras, que una mujer pertenecía a la élite. Como explica el Smithsonian Journal, en el mundo romano el adorno private period un código visible tan poderoso como el linaje o el apellido.

El simbolismo de las perlas a través de las culturas
Desde tiempos remotos, las perlas han tenido papeles significativos en cuanto a belleza se refiere. En la tradición védica de la India, se creía que nacían de la unión de las aguas terrestres con la energía celestial, fertilizadas por un rayo. Este origen divino les confería un valor espiritual que iba más allá de lo estético.
En la antigua Roma, además de ser un signo externo de riqueza, se traducían en sofisticación y conexión con Oriente. Su uso no period informal ni solo decorativo; formaba parte del lenguaje visible de la clase alta. La escritora romana Valeria Messalina las describía como “lágrimas de Venus que bendicen a quien las posee”.
Durante la Edad Media, las perlas se asociaron con la pureza cristiana, probablemente debido a su coloration blanco brillante. Eran comunes en los ajuares nupciales y en los retratos de vírgenes o princesas devotas. En Asia, en cambio, se les atribuía sabiduría y longevidad, por su paciente formación dentro de las ostras.
Incluso en la Polinesia Francesa, una leyenda cuenta que el dios Oro regaló la primera perla negra como símbolo de amor eterno. Hoy, las perlas siguen ocupando un lugar destacado en la joyería contemporánea, sin perder esa característica de atemporalidad y elegancia que conquistó a las personalidades más importantes de algún tiempo atrás.