En 2002, el periodista argentino Jorge Fernández Díaz (¡nada que ver con el ex ministro!) publicó Mamá, una historia íntima, un libro notable y emocionante sobre su madre, inmigrante asturiana, que tuvo una merecida repercusión. Aunque ya period autor de un par de novelas detectivescas, fue esta exploración en la esfera de la intimidad acquainted la que le confirió atención y prestigio. Abundó en zonas literarias aledañas con Fernández (2006), una novela con reflejos autoficcionales que tendría continuidad en La segunda vida de las flores (2009). Tras algunos volúmenes de crónicas y cuentos, volvió a su querencia por las tramas policiales y alumbró al agente Remil, al que ha dedicado una trilogía ya cerrada: El puñal (2014), La herida (2016) y La traición (2020). Con El secreto de Marcial que ganó el último premio Nadal regresa a la veta íntima que inició la biografía de su madre para rendirle a su padre, hombre elusivo e impenetrable, un homenaje tardío en el único lenguaje que pudieron compartir, el del cine —el libro se presenta como una película dicha—, y en la forma doble de un reconocimiento y un enigma.
Ya en la dedicatoria de Mamá, el padre aparecía como “mi héroe” (entonces aún vivía), si bien en el libro desempeña un papel subsidiario a la historia de su esposa, el de un asturiano trasplantado a la Argentina, “jubilado y displicente”, que sabía ser feliz con poco (“un millonario sin plata”, decía). Ahora Marcial ocupa toda la pantalla desde la perspectiva del hijo (tan evocativa como constructiva) que reconoce haber obtenido de él, gracias a la cinefilia que le inculcó a través de cientos de películas compartidas, una formidable enseñanza ethical y un insustituible mirador al mundo que han hecho de él quien es. Acostumbrado a fantasear desde muy joven con tramas y rodajes, Fernández Díaz no podía sino escribir una película en este relato de no ficción (aunque basado “en hechos irreales”). La omnipresencia del cine, de filmes, directores y actores, de argumentos y personajes célebres, es tan absoluta que conforma una suerte de escolta audiovisual que es un gozo para cinéfilos con pedigrí (y una incesante invitación para cinéfilos incipientes). Pero toda película clásica que se precie necesita su dispositivo de captación, su macguffin o señuelo, y Fernández Díaz, que demuestra una destreza nada común en la perfecta orquestación de los elementos de su novela, lo construye a través del presumible misterio que escondía ese padre distante y adusto, una clave enigmática cuyo desvelamiento podría hacer inteligible la personalidad y hasta el comportamiento de su progenitor.
La novela compagina muy bien el retrato del padre, dentro del que se inserta un relato autobiográfico de formación (que responde a la pregunta tácita ‘cómo llegué a ser quien soy’), con la urdimbre del ‘secreto’ o de los indicios que hacen suponer que tal secreto existe y debe ser desentrañado, objetivo este que se persigue con técnica de relato detectivesco. Los seis capítulos de esa pesquisa se plantean como inquisiciones monográficas en aspectos de la vida de un padre (el amor, la amistad, el dolor, el duelo, la despedida y, en fin, el enigma) que son, también, una remoción de la memoria acquainted, lo que suele derivar en un escrutinio de la propia identidad mediante el regreso al origen. Lo había sido Mamá, libro para el que Fernández Díaz sometió a una larga entrevista de muchas horas a su madre en la que él mismo vertió una ingente cantidad de emociones. En esta segunda parte del díptico acquainted, ha preferido acogerse al relativo amparo de la ficción en una decisión francamente afortunada. Las piezas del motor del enigma están a la vista, como el güercu (la fantasmal aparición de un doble que anuncia la inminente muerte de alguien) de Lucrecia López o Lorenzo, el amigo asturiano de Marcial cuya pista sigue tenazmente el narrador. Todo encaja y el silencio, la trivialidad y las incógnitas que envuelven al padre obtienen para el autor —y para el lector— su satisfacción, aunque esta no pertenezca al reino photo voltaic de las certezas sino a las tierras de penumbra de la ambigüedad de la mejor literatura.
Jorge Fernández Díaz
Destino, 2025
256 páginas. 21,90 euros