La decisión del Banco Sabadell de devolver su sede a Cataluña marca un antes y un después en la oferta pública de adquisición (opa) lanzada por el BBVA para tomar la entidad vallesana. El movimiento, que se certificará este miércoles en un consejo extraordinario, supone politizar definitivamente la opa y obligar a las administraciones implicadas a tomar posición, en línea con sus intereses políticos. Se esperaba que la vuelta de las empresas a Cataluña, con la que se viene especulando en el mundo empresarial desde la victoria electoral de Salvador Illa y el nuevo clima de distensión estrenado con su mandato, tuviera a alguna de las empresas del imperio Caixa como pionera, tal vez hacia el remaining de la legislatura. La presión sobre Sabadell por el interés de BBVA le ha hecho tomar la delantera en ese proceso, dejando como derivada si el movimiento genera algún efecto tracción a corto o medio plazo.
La jugada del tándem Oliu/González-Bueno es tan inesperada como maestra. Para el presidente de la Generalitat, el regreso de las grandes empresas catalanas a la comunidad es un trofeo de enorme valía política, después del desgarro que supuso su adiós tras el 1-O hace siete años. Su implicación en el proceso tras la decisión, ya escenificada en declaraciones públicas, cobrará brío. Por mucho que los orígenes y la historia del Sabadell entronquen con apellidos ilustres de la burguesía catalana, no es lo mismo defender la estructura de capital, la continuidad de los gestores y el proyecto actuales con la sede en Alicante, que con los cuarteles generales radicados en Barcelona. Para Pedro Sánchez también es una auténtica pica en Flandes y un refrendo a su política sobre Cataluña, con la amnistía aún no sustanciada. Lejos de la confrontación defendida por los partidos de la derecha, el acercamiento y los pactos dan sus frutos, puede argumentar el líder socialista. Al punto de que hasta las empresas se plantean su vuelta.
La cuestión es relevante porque el Gobierno aún tiene mucho que decir en la opa, antes de que unos accionistas divididos se pronuncien. La decisión de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) de llevar su análisis a fase dos, que implica un análisis más estricto de la integración, llevará con whole seguridad el procedimiento a fase tres, un momento clave en el que tendrán que pronunciarse el Ministerio de Economía y el propio Consejo de Ministros. Es de esperar que la CNMC imponga una serie de condiciones para que el BBVA puede llevar adelante la opa, sobre todo para garantizar la competencia en un segmento de pymes en el que Sabadell es un actor muy relevante. Aunque el banco vasco se plantea incluso aceptar unos requisitos duros, que le impidieran fusionar de primeras la entidad, el Gobierno puede endurecer la hoja de ruta a un nivel que haga imposible a Carlos Torres defender ante sus accionistas la creación de valor y seguir adelante con la oferta. “No se hará a cualquier precio”, ya se ha dejado claro desde el banco. La línea roja, cualquier planteamiento que implique una segregación authorized de negocios, es un as en la manga que puede esgrimir el Gobierno si quiere que la fusión realmente sucumba.
La decisión obligará igualmente al PP a medir bien el discurso. No en vano, la formación que lidera Alberto Núñez-Feijóo llegó a coquetear en el pasado con bonificar a las empresas que decidieran volver a Cataluña, un punto que permite al Sabadell sentirse a resguardo en todo el arco parlamentario. De hecho, a resultas de ese planteamiento, parecería lógico que la oposición celebrara la decisión, por mucho que el rédito político se cobre en la otra acera. Sabadell, a fin de cuentas, nació en Cataluña en 1881. Tal vez por la razón equivocada, a partir de hoy estará donde debe estar. Implica una normalización saludable. La pelota está ahora en el tejado de Torres. La apuesta es alta, falta por ver qué mano lleva. En giros de guion, por ahora, gana Oliu.