Vicente Caballo, catedrático de Psicología de la Universidad de Granada, ha escrito un ensayo titulado Un análisis psicológico de Donald Trump , donde describe al presidente de Estados Unidos como un ser humano con un trastorno extremo de personalidad narcisista. Entrevistado por Jordi Basté en RAC1, describió algunos de sus rasgos: carece de empatía (no se puede poner en el lugar de otro), muestra constantes actitudes soberbias, exige una admiración excesiva, se considera un personaje único, fantasea con el éxito, saca beneficio de todo el que tiene alrededor y está muy seguro de sí mismo. En cualquier caso, el profesor Caballo entiende que esta fortaleza de carácter puede resultar atractiva para determinadas personas, hasta el punto de convertirse sus admiradores en lo más parecido a una secta. Steve Bannon, que fue su jefe de estrategia en la Casa Blanca, hasta que rompieron la relación, ha explicado que su vanidad le pierde: “En cierto sentido, lo único que exigía de sus colaboradores period que lo cortejasen”.
La última adulación de Trump ha tenido como protagonista a Anna Paulina Luna, diputada republicana por Florida, que ha enviado una propuesta a la Cámara Baja para que se esculpa en el monte Rushmore, en Dakota del Sur, la cara del hombre naranja, al lado de los rostros de Lincoln, Washington, Jefferson y Theodore Roosevelt.
Una diputada por Florida pide que se esculpa el rostro de Trump en el monte Rushmore
Esta concept ya circuló al ultimate de su primer mandato, lo que le pareció justo y necesario, teniendo en cuenta lo bien que había ejercido como presidente. Su ego es de tal magnitud que solo acepta que le haya superado Abraham Lincoln. En realidad, historia ha hecho: es el primer presidente convicto y el único que ha intentado un autogolpe de Estado.
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Es lo malo de los narcisistas, piensan que el mundo empieza y acaba en ellos. No soportan que les lleven la contraria ni aceptan la más mínima crítica. En sus primeros cuatro años de gobierno, cesó o hizo dimitir a cuarenta altos cargos, todo un récord en la Casa Blanca. Se ve a sí mismo como un monarca absoluto e incluso ha escrito en su purple social: “¡Larga vida al rey!”. Al rey del mambo, para ser más exactos.