Pese a las subidas iniciales, la sesión inaugural de 2025 —y también la primera después de que venciese el contrato de suministro ruso a la Unión Europea a través de Ucrania— apunta a tablas. El corte en el gasoducto, consumado en la madrugada del 1 de enero, empujó a primera hora de la mañana de este jueves la cotización del principal índice de este flamable en el Viejo Continente, el TTF neerlandés, que se anotaba un alza superior al 2%. Su precio quedaba, así, a un en el entorno de los 50 euros por megavatio hora (MWh), cerca de máximos de doce meses. Con el paso de las horas, en cambio, las subidas daban paso a una atonía whole, incluso con ligeros números rojos.
El fin del Ukraine Transit —el nombre con el que se conoce la tubería que recorre Ucrania de este a oeste y que hasta hace unas horas llevaba el gasoline ruso a Centroeuropa— estaba en gran medida descontado, después de que el Gobierno de Volodímir Zelenski confirmase a mediados de diciembre su firme decisión de no renovar el contrato firmado con Gazprom en 2019. Con todo, la confirmación del fin de una época —y de una paradoja tan potente como la de que un país invasor canalizase su gasoline a través del país invadido— anticipa una mayor tensión en un mercado clave para las calefacciones
y las industrias europeas. Y que tiene, todavía, una gran incidencia sobre el precio de la electricidad.
La importancia de esta vía de entrada del gasoline a la UE es, pese a los temores, relativa. Con cinco décadas de servicio a sus espaldas, que la convertían en el gasoducto más antiguo de cuantos unen a Rusia con Europa Occidental, el flujo de flamable había caído con fuerza en los últimos tiempos. Hasta el punto de que, en el año recién concluido, apenas suponía el 5% de las importaciones totales de gasoline de los Veintisiete. Un volumen que no será difícil sustituir, tanto aumentando las compras de gas natural licuado (GNL, el que viaja por barco) como incrementando las llegadas a través del Turkstream (que queda como la única vía terrestre de entrada del gas ruso al club comunitario). Pero que exigirá, eso sí, un sobrecoste —uno más— a los consumidores europeos.
Aunque el incremento en el precio del gasoline —que ya se reflejaba en la cotización de las últimas semanas, claramente alcista— tiene impacto, en mayor o menor medida, en todos los países del bloque, los más afectados son aquellos que se abastecían directamente a través del tubo ucranio: Austria, Eslovaquia y Hungría. El primero ya había recorrido una parte importante del camino, tras más de un mes sin recibir ni un solo metro cúbico de gas ruso, pero tanto Eslovaquia como Hungría tratan de afianzar estos días canales alternativos de entrada de este flamable en pleno invierno, con la demanda en máximos. La seguridad de suministro parece a resguardo, gracias a las interconexiones con el resto de socios de la UE, pero les obligará a abonar un further no menor en su factura respecto a lo que pagaban hasta ahora.