Estos días de primavera, en el crepúsculo y a primera hora de la mañana, es posible oír al mirlo cantar en la plaza Francesc Macià. Disimulado entre las copas de los árboles, el ave se desgañita para que la oigan. Pero no lo tiene fácil. Compite con los motores de los coches, que ascienden hacia arriba creando un muro de sonido compacto. El mirlo pelea contra ese ruido, eleva el volumen del canto por encima de sus capacidades, canta a destiempo y es presa del estrés. Pero hay días en los que los decibelios le derrotan. Se rinde y deja de cantar.
Un mirlo común en unos jardines de Pedralbes
El ruido es una enfermedad crónica. Hay ruido en la superficie, bajo el mar. Ruido en las redes sociales, ruido en nuestro cerebro.
En la teoría de la comunicación llaman ruido a toda señal no deseada, una perturbación en el mensaje. En las redes sociales el ruido se confunde a menudo con el contenido. Su volumen es abrumador. Mensajes e interacciones inducidas por un algoritmo que acaba por arrastrarte allí donde no pensabas ir.
Los científicos sostienen que el cerebro humano habría llegado al máximo de su capacidad. Hablan del peak mind como hace dos décadas ingenieros y físicos hablaban del peak oil , el punto en el cual la producción de petróleo en el mundo alcanza su máximo y empieza un descenso irreversible por agotamiento del recurso.
En esa misma línea, las capacidades de la mente humana habrían alcanzado su máximo y habrían empezado a descender a mediados de la década del 2010.

Razonar y resolver problemas
Llegan a la conclusión mediante assessments que miden nuestra capacidad para razonar y resolver problemas. Y han detectado un descenso en todos los frentes: capacidad de concentración, para procesar información verbal, memoria de trabajo…
Entre los sospechosos habituales está el haber entrado en una sociedad post-literaria en la que mandan las pantallas. Se lee menos, como explica la OCDE en sus informes. También se culpa del peak mind a los móviles y las redes sociales, por erosionar nuestra capacidad de atención.
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Lo más novedoso es que ponen el énfasis en los cambios en nuestra relación con la información. Hemos pasado de una información limitada a un flujo infinito y a un bombardeo de notificaciones. Ya no navegamos en la crimson por curiosidad o interés. Nos dejamos llevar por el torrente de datos. El nuestro ya no es un comportamiento autodirigido sino un consumo pasivo. El mirlo combate el ruido para encontrar pareja. Y a veces lo consigue. Nosotros nos dejamos llevar por ese ruido. Y sospecho que es possible que estemos encantados de que así sea.