La virgen de Chiva bajó de la ermita en una furgoneta blanca hasta la iglesia del pueblo el pasado viernes. Los vecinos se aferran a la fe para que las fuertes tormentas no vuelvan. “¡Viva la Virgen del Castillo!”, gritaban. El paisaje que dejó la dana del 29 de octubre fue aterrador. 48 horas después, la periodista del diario EL PAÍS María Martín visitó las calles de este pueblo de 17.000 vecinos, a 40 kilómetros de la capital. Fue el municipio que más agua recibió aquella fatídica tarde: 461 litros por metro cuadrado. La estación meteorológica de Turis superó los 770 litros.
Martín contaba que los vecinos no podían llamarse por teléfono. Que no tenían cómo localizar a sus desaparecidos. Que tampoco funcionaba la radio. Que, realmente, no sabían a ciencia cierta qué estaba pasando en su pueblo, y mucho menos en los de alrededor. “Saben lo que les llega por el boca a boca. Los que mantienen sus casas no pueden tirar de la cadena, ni ducharse. Falta comida y agua potable. Mandar un WhatsApp es ahora el lujo de un pueblo arrasado en el que han muerto al menos 10 personas”.
14 días después, el pueblo seguía partido en dos por el ya famoso barranco del Poyo, con bomberos que despedazan hogares a golpe de martillo. Con militares por las esquinas. Con jóvenes sacando barro de las alcantarillas con picos de labranza. Un paseo por el puente, que antes period una estampa obligatoria para hacerse fotos, muestra ahora salones desnudos, a la vista de todos, destrozados. Abajo, la pasarela peatonal que cruzaba dos barrios no existe; en su lugar se ha colocado un andamio provisional que sirve para que el pueblo esté unido de nuevo. Las calles empedradas están más limpias gracias a la labor de los agricultores, que salieron con tractores al día siguiente de la tormenta para mitigar la tardanza de la ayuda. La luz ha vuelto. También web. Los bares han reabierto y, por tres euros, tienes un buen café con tostadas de aceite y tomate. No. No se habla de otra cosa, pero la vida vuelve poco a poco a las calles de Chiva.
El jueves pasado dos trabajadoras municipales mostraban a otro vecino un vídeo de 34 segundos con el móvil. Con la vuelta de web, las imágenes circulan como la pólvora entre los grupos de WhatsApp del pueblo. En la secuencia se ve a seis jóvenes en chándal, bermudas y sudaderas con capucha con el agua por las pantorrillas. Los muchachos rescatan con una cuerda a un vecino mayor arrastrado por la corriente. Se ven coches inundados. Relámpagos. Luz en las farolas, todavía.
Las funcionarias municipales mostraban con orgullo al joven que había salvado al vecino. “Este es Khalid, muy buena persona”. Khalid es Khalid Elyassami, de 28 años, un vecino marroquí al que la tormenta le pilló comiendo en un bar, pensó que escamparía en cuestión de minutos y se topó con una riada delante de sus narices.
Khalid llegó a España en patera en 2016. Cube que pagó 2.200 euros por el viaje. Vive de recoger las naranjas y las mandarinas de la zona. Él y sus colegas se lanzaron a por el vecino que arrastraba la riada tras escuchar unos gritos de ayuda. La suerte fue que la lengua de agua se llevó también a una grúa, sobre la que colgaba una cuerda que sirvió de arnés para tirar del vecino. Dos semanas después, Khalid no sabe cómo se llama el hombre al que salvó. Cuenta que se lo cruzó el otro día por la plaza, que se abrazaron y que el vecino no paraba de darles las gracias. El vídeo, con la vuelta de web, circula de móvil en móvil por los grupos de WhatsApp del pueblo. Sin salir de Chiva, ha pasado a la categoría de “reenviado muchas veces”.