Este texto pertenece a Penínsulas, boletín que Enric Juliana envía a los lectores de La Vanguardia cada martes. Si quieres recibirlo, apúntate aquí.
Groenlandia ya está en mente de todos. Es curioso observar cómo las noticias avanzan o encallan en la selva digital. Algunas perforan la actualidad con la potencia de una bala de cañón, otras van adquiriendo fuerza gracias a la extraña y lenta inquietud que logran transmitir. Quince días de enero. El año 2025 ha empezado con una intensa lección de geografía: Groenlandia, Canadá, Golfo de México, Canal de Panamá. Debo confesarles que el propósito inicial del boletín Penínsulas, vincular política inside con política exterior, se está viendo salvajemente desbordado por la realidad. La geopolítica aparece en estos momentos como un amenazante envoltorio de la actividad humana. “Los europeos no tienen ni concept de lo que les viene encima”, ha declarado al diario The New York Instances un alto funcionario de la primera administración Trump, preguntado sobre los agresivos mensajes que está recibiendo la Unión Europea por parte de la coalición Trusk (Donald Trump y Elon Musk).
Groenlandia se ha convertido en la isla del tesoro. Ya lo period y ahora lo sabe mucha más gente. Después de África, el Ártico será una de las regiones más competidas del planeta. Se veía venir y ahora lo sabe más gente. Para profundizar más en el tema, les recomiendo que recuperen el monográfico que publicó en 2021 la revista Vanguardia Dossier sobre la lucha por los polos. Estaba escrito que pasaría y ahora ya lo sabe todo el mundo.
Mapas, mapas, mapas. Estos días hemos visto publicados muchos mapas de Groenlandia y del océano Ártico, a cual más interesante. Océano Glacial Ártico, decían los atlas en mis años escolares. En aquel tiempo imaginábamos que allá arriba el shade blanco period infinito. Ahora vemos que ese blanco infinito se diluye y se resquebraja, facilitando la explotación minera y la puesta en marcha de nuevas rutas marítimas. El blanco infinito cede el paso a la historia, que calienta y enardece todo lo que encuentra a su paso. Espigando aquí y allá, he encontrado un mapa que creo que explica muy bien lo que está pasando. Un mapa que puede tener tres versiones. Vamos a verlas.
El Ártico y las zonas económicas exclusivas. La novedad del mapa que nos acompaña es que incorpora las denominadas ‘zonas económicas exclusivas’, el ‘mar patrimonial’ de cada uno de los países con territorio en el Ártico. No estamos hablando de las aguas jurisdiccionales. La Zona Económica Exclusiva (ZEE) es un nuevo concepto introducido por la ONU en el Derecho del Mar, en 1982. El mar territorial, las denominadas aguas jurisdiccionales, se extiende desde la línea de costa hasta una distancia de 12 millas náuticas. En esa franja el Estado ribereño ejerce una soberanía casi completa, corregida en algunos aspectos por el derecho internacional. La Zona Económica Exclusiva se extiende hasta las 200 millas náuticas y confiere soberanía al estado costero para el aprovechamiento económico. Las aguas superficiales son internacionales, mientras que el fondo marino puede ser explorado y explotado por el correspondiente estado ribereño. Estamos hablando del mar patrimonial. Pesca y yacimientos geológicos. Bolsas de fuel y petróleo. Minerales estratégicos. Parques eólicos flotantes. La delimitación de las zonas económicas exclusivas puede generar importantes conflictos políticos. Es lo que está ocurriendo en el Mediterráneo Oriental, donde Turquía, Grecia y Chipre tienen abierto un fuerte litigio sobre la delimitación de las zonas exclusivas en unas aguas con importantes yacimientos de fuel. Es la cuestión que plantea China cada vez que logra construir una isla synthetic, aproximándose así a las costas de Filipinas.
El mapa del Ártico con sus respectivas zonas económicas exclusivas nos indica claramente que Estados Unidos tiene en estos momentos una porción muy minoritaria en la región del blanco infinito. Los Estados Unidos de América sólo están representados en el consejo de administración del Ártico por el territorio de Alaska y su zona marítima exclusiva. Es poco. Es muy poco. De Donald Trump se cube que no lee libros, pero que le atraen los mapas. El mapa que hoy encabeza Penínsulas seguramente le pone enfermo.
La mayor porción de la región ártica está en manos de Rusia, desde el estrecho de Bering hasta la península de Kola, fronteriza con Finlandia y Noruega. Le sigue la región más septentrional de Canadá, formada por una miríada de islas, el Archipiélago Ártico canadiense, que suma una superficie de 1,4 millones de kilómetros cuadrados, casi tres veces España. Esta región está formada por 36.513 islas, tres de las cuales, Ellesmere, Victoria y Baffin, figuran entre las diez mayores islas del mundo. En tercer lugar aparece la estrella geográfica del año: Groenlandia y su ambicionada zona económica exclusiva. La isla del tesoro. Groenlandia, como bien sabemos gracias a la avalancha informativa de las últimas semanas, se halla bajo la soberanía del reino de Dinamarca. Es un viejo legado de los vikingos, que también incluye a las islas Feroe, en el Atlántico Norte, entre el Reino Unido y Noruega. Después viene Noruega y su patrimonio marítimo en el que también figuran el archipiélago Svalbard y la isla Jan Mayen. En una de las islas Svalbard se halla el almacén subterráneo que conserva y protege semillas de plantas de cultivo de todo el mundo. Finalmente no hemos de olvidar Islandia, cuyos dominios marítimos también forman parte de la región Ártica. Apunten este dato: el nuevo gobierno de Islandia, de orientación socialdemócrata, es favorable al ingreso en la Unión Europea y se plantea la posibilidad de someter esta cuestión a referéndum en 2027. Esa iniciativa con toda seguridad no será del agrado de la coalición Trusk. Que se vayan preparando en Islandia.
Distribución hipotética si Canadá y Groenlandia se unieran a los EE.UU.
Distribución hipotética si Canadá y Groenlandia se unieran a los EE.UU.
Distribución hipotética si Canadá y Groenlandia se unieran a los EE.UU.
El Ártico dominado por Estados Unidos. Segundo mapa. Estados Unidos ha conseguido realizar el programa de máximos de Trump y Musk. Han podido comprar Groenlandia, por las buenas y por las malas, y Canadá ha pedido la integración. Estados Unidos se ha convertido en la nación más grande del planeta con 21,9 millones de kilómetros cuadrados más las correspondientes zonas marítimas de exclusividad, por delante de Rusia (17,1 millones de kilómetros cuadrados). Esta unificación de territorios convertiría a Estados Unidos en el principal accionista del consejo de administración del Ártico, con la consiguiente hegemonía en la explotación de los recursos naturales, con capacidad para plantar cara a Rusia y China en las nuevas rutas de navegación comercial.
Sobre este último asunto hay otro dato a tener en cuenta: las aguas septentrionales de Rusia son más navegables que la zona delimitada por los archipiélagos canadienses y Groenlandia. Los caudalosos ríos siberianos que desembocan en el Ártico templan las aguas más cercanas a la costa, de manera que los periodos de deshielo son hoy más prolongados. La temperatura media en el Ártico ha sufrido un aumento de 2,5º en las últimas décadas. Si se mantiene esta tendencia, el Ártico será navegable durante varios meses seguidos en 2030, especialmente en la costa rusa. Los expertos calculan que la ruta rusa entre el Pacífico y el Atlántico (Northern Sea Route) será mucho más operativa que la ambicionada ruta del noroeste (Northwest Passage), cruzando aguas de Canadá y Groenlandia. En esa zona, el mar se descongela menos y la navegación por el archipiélago canadiense es más complicada. Es interesante leer un informe al respecto de Jordi Torrent, jefe de Estrategia del Port de Barcelona, profesional que conoce muy bien las rutas de la navegación comercial.
Los ríos siberianos ayudan a templar las aguas. Ello explica porqué Rusia y China han podido tomar la delantera. El pasado 11 de septiembre dos cargueros chinos con 5.000 contenedores cada uno se cruzaron a la altura de la isla de Novaya Zemlya, sin la ayuda de buques rompehielos, lo cual fue considerado un hito. Alguna alarma se disparó en Washington aquel día. Rusia y China estaban proyectando hegemonía en el Ártico. Trump ha respondido a esa realidad con otro mensaje fuerte: vamos a por el Ártico.
Distribución hipotética si Islandia y Noruega se unieran a la UE
Distribución hipotética si Islandia y Noruega se unieran a la UE
Distribución hipotética si Islandia y Noruega se unieran a la UE
La UE reacciona y forma el Consorcio Europeo del Ártico. El tercer mapa, variación de los dos anteriores, es totalmente imaginario. La Unión Europea sólo está representada en el consejo de administración del Ártico por la soberanía danesa sobre el territorio de Groenlandia. Groenlandia no es un estado miembro de la UE, pero sí territorio de ultramar de la Unión, con acceso a financiación europea y libertad de circulación para los groenlandeses, población que asciende a unas 67.000 personas, el censo de Viladecans (Barcelona) o Collado Villalba (Madrid) en una isla helada cuya superficie es cuatro veces España. “Estados Unidos sabe que es más fácil comprar a los groenlandeses que comprar Groenlandia. Por ahí van los tiros: si la población de la isla optase por la independencia de Dinamarca, no tendría capacidad para aguantar sola. Entonces Trump les ofrecería la posibilidad de explotar los recursos naturales con una legislación más laxa”, apuntaba el pasado domingo en La Vanguardia Ignacio Molina, investigador del Actual Instituto Elcano. Les recomiendo que lean el magnífico informe sobre Groenlandia que publicó el periodista Piergiorgio M. Sandri en el suplemento económico Dinero.
Si es más fácil comprar a los groenlandeses que adquirir el territorio, ¿por qué no los compra la Unión Europea? La UE podría implicarse más en la cuestión de Groenlandia ayudando a Dinamarca a afrontar el reto que le está planteando Estados Unidos. ¿Bruselas piensa dejar sola a Copenhague ante el envite Trusk? Quizás veamos una cuarta temporada de la in style serie danesa Borgen centrada en la cuestión de Groenlandia. En esta ocasión, la ficción lo tendría difícil para superar a la realidad.
Puestos a imaginar, supongamos que en Bruselas se determine impulsar el Consorcio Europeo del Ártico, invitando a Noruega e Islandia a formar parte del mismo, con Dinamarca y Groenlandia al frente. Noruega no forma parte de la Unión Europea, pero podría interesarle la iniciativa. Los noruegos, muy celosos de su independencia nacional, se han molestado por las declaraciones de Trump, en las que llegó a sugerir el uso de la fuerza para anexionar la gran isla del Atlántico Norte. A Islandia, en estos momentos gobernada por los partidarios del ingreso en la Unión Europea, también podría interesarle un Consorcio Europeo del Ártico, que sumando territorios y zonas económicas exclusivas tendría una buena cuota de la región. ¿Se atrevería Bruselas a dar ese paso? ¿Se atreverán los guionistas de Borgen a proponer una cuarta temporada, centrada en Groenlandia y la lucha de posiciones en el Ártico? Sería apasionante.