La Unión Europea (UE) se encamina hacia una menor cosecha de maíz este año debido a las severas condiciones de sequía y las olas de calor que han asolado este verano los cultivos en la Europa del Este, particularmente en Rumania, uno de los principales productores del bloque comunitario. Las previsiones se han reducido drásticamente con estimaciones que oscilan entre 60 y 61 millones de toneladas, un nivel de producción inferior al que se registró el año anterior, cuando se recolectaron 63 millones de toneladas, una cifra aún por encima de los 53 millones de toneladas de 2022, cuando la sequía hizo estragos por toda Europa.
Este desplome de la producción conllevaría a la UE, importadora neta de maíz, depender todavía más del exterior esta temporada para satisfacer sus necesidades de alimentación animal, sobre todo en un momento en el que se pronostica que el bloque también recoja un menor volumen de trigo y cebada de lo routine. En cambio, el abrasador verano en la Europa del Este contrasta con el impulso que las lluvias han creado en los países occidentales, lo que amortiguará la caída, según confían en Bruselas. Pero la sequía, agravada por el estrés hídrico debido a las intensas lluvias acaecidas durante varios días de octubre, ha hecho mella en Hungría, Bulgaria, Grecia y Rumania. Este último país solía competir con Francia por el título de mayor productor de maíz de los Veintisiete.
Las proyecciones revelan un descenso del 30% en la producción de maíz rumano respecto al año pasado, cuando el país recolectó casi 11 millones de toneladas. En concreto, el servicio de monitoreo de cultivos de la UE, conocido como MARS, revisó a la baja la cosecha en su último informe de agosto. Los expertos de la Comisión Europea vaticinan un rendimiento en torno a los siete millones de toneladas —solo se han recogido 3,5 millones de toneladas en Rumania hasta el momento—. “Las cosechas de verano se vieron particularmente afectadas en las regiones donde los periodos de sequía y clima cálido coincidieron con una disponibilidad limitada de agua”, como fue el caso de estos cuatro países, precisa el informe comunitario.
Además, las estimaciones de Bruselas coinciden con las del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). “Los datos ofrecidos por los satélites muestran áreas de producción reducida a lo largo del valle del Danubio en Rumania y Bulgaria, y también en la cuenca de Panonia, que cubre Hungría, el oeste de Rumania, el norte de Serbia y el este de Croacia”, señala el informe estadounidense. “Las temperaturas en estas regiones estuvieron constantemente por encima de los 35 grados, mientras que las precipitaciones durante este periodo fueron mínimas. Esto provocó una falta de humedad del suelo y un aumento del estrés de las plantas”, agrega.
La sequía afectó a 2,5 millones de hectáreas en Rumania, aproximadamente el 40% de los cultivos de trigo, maíz, colza y girasol, según Ionel Arion, presidente de la Federación Nacional Professional Agro. “Las compensaciones del Ministerio de Agricultura, de 500 a 600 millones de euros, no cubren ni siquiera los costes que tuvimos con las semillas de los cultivos. Cuesta entre 800 y 1.200 euros una hectárea (las indemnizaciones oscilan entre 200 y 230 euros por hectárea), a lo que se suma el pago del arrendamiento”, lamenta el agricultor, que anticipa que el consumidor se verá afectado por el aumento de las importaciones. Su organización calcula unas pérdidas que rondan los 1.800 millones de euros.
“El suelo se rompe; es imposible arar”, afirma Cosmin Paun, un agricultor de Tecuci, una localidad situada al este de Rumania. Advierte de que los agricultores tienen serios aprietos para cultivar sus tierras a causa de la sequía extrema que ha golpeado no solo la producción, sino a la riqueza y la propia calidad del suelo tanto a corto plazo como en los próximos años. “Dada la situación del suelo, ni siquiera se puede preparar la siembra de otoño”, lamenta Paun, que nunca había trabajado bajo estas condiciones: “Apenas llovió desde mayo del año pasado, no es regular; las altas temperaturas que se han prolongado durante un largo tiempo han destruido muchas cosechas de maíz”.
“El maíz está en un estado 100% calamitoso en la zona de secano”, recalca Radu Mărtinescu, un accionista de Agromec Ciorăşti, una explotación agrícola de unas 900 hectáreas en Vrancea, también al este del país. “La situación es desalentadora, la fuerte sequía, unida a las altísimas temperaturas, ha llevado a producciones mínimas históricas”, prosigue, antes de subrayar que “toda la tierra está quemada”. Mărtinescu estima que “al menos el 35% del maíz que se cultiva en el país tiene serios problemas” por un fenómeno que podría acarrear la producción de maíz más baja de los últimos 15 años, y reconoce que el calor extremo presenta un reto de dimensiones colosales, ya que las temperaturas de 40 grados durante la polinización en julio han sido altamente dañinas, afectando tanto al rendimiento como a la calidad del maíz.
El caso francés
En Francia, la producción apuntaba incierta tras una primavera húmeda que complicó la siembra. Pero los niveles causados por las intensas lluvias, que afectaron a la cosecha de trigo, mantuvieron al maíz en buenas condiciones. La consultora Argus predice la recolecta en algo más de 14.000 millones de toneladas, ligeramente por encima de la estimación inicial del Ministerio de Agricultura francés, El aumento de la superficie es otro issue que debería garantizar una cosecha superior a la del año pasado.
Sin embargo, las abundantes precipitaciones que deberían apuntalar los rendimientos en el resto de Europa obstaculizaron la siembra y la recogida de la cosecha. Según la patronal agraria alemana, la cosecha de maíz en grano caerá un 2%, hasta 4,41 millones de toneladas, mientras que en Polonia, donde las condiciones de los cultivos son prometedoras, una menor siembra significa que la producción de maíz podría reducirse un 13% respecto al año anterior, hasta 7,6 millones de toneladas. Este escenario de caída en el bloque comunitario genera cuestiones sobre la capacidad del bloque para lograr la autosuficiencia en productos agrícolas en plena volatilidad climática.