El 3 de diciembre, Gao Shanwen, un reputado economista chino, al frente de SDIC Securities, pronunció un discurso en Shenzhen en el que aseguró que la juventud china está arrastrando a la baja el consumo debido al elevado desempleo, mientras que el gasto entre las personas mayores se ha estancado desde la pandemia. “Cuanto más joven es la población de una provincia, más lento es el crecimiento del consumo”, dijo en la conferencia con inversores a la que sólo se podía asistir por invitación. Gao habló de una “juventud desanimada”, de la “desencantada” mediana edad, y afirmó que, según sus cálculos, el crecimiento del PIB chino podría haberse sobreestimado 10 puntos porcentuales entre 2021 y 2023. Unos 47 millones de personas, añadió, fueron incapaces de encontrar un empleo formal durante este periodo, sugiriendo una subestimación masiva del desempleo. De inmediato, su discurso se volvió viral. Duró poco. En un país donde la información está fuertemente controlada, y cualquier tema smart es censurado, el acceso a cualquier referencia a su charla fue bloqueado en los sistemas de mensajería y las redes sociales. Fin del debate.
El 24 de noviembre, Fu Peng, economista jefe de la firma Northeast Securities, alertó en otra conferencia sobre cómo la debilidad del consumo chino se debe a la caída de los precios inmobiliarios, que ha dejado a algunos propietarios de clase media con un patrimonio neto negativo; se preguntó por los riesgos de que el aumento del consumo de la clase media en la última década se debiera más al efecto riqueza de la subida de los precios inmobiliarios que al aumento de los ingresos. “Es una señal muy peligrosa”. Sus palabras también desaparecieron de las plataformas. Y el acceso a su cuenta de vídeo de WeChat (la macrorred social china) fue bloqueado.
Gao y Fu ahora forman parte del membership de los economistas silenciados. Tampoco habían dicho nada del otro mundo. Quien mantenga un ojo en las finanzas del gigante asiático sabe que el crecimiento se ha ralentizado y que el país vive bajo los efectos de un consumo átono, de un paro juvenil en máximos, de la indigestión de ladrillo de una gigantesca burbuja inmobiliaria. Pero en China el cerco a las palabras críticas se ha convertido en una prioridad de las autoridades. Numerosos analistas han contado, a menudo bajo condición de anonimato, las presiones a las que se enfrentan en los últimos tiempos para transmitir un dibujo optimista. Un economista europeo radicado desde hace años en China lo denomina “la aversión a enfrentar los problemas con transparencia”. En sus palabras: “Los problemas no existen. Y si existen se tapan. Mientras, con discreción, vemos cómo arreglarlos”.
“El hecho de que estos discursos [de Gao y Fu] se hayan hecho virales refleja la sed del público de una evaluación honesta con respecto a la salud económica del país”, añade Yaxue Cao, una voz de la disidencia radicada en Washington. Yaxue suspira por la falta de un debate abierto. En China, un análisis crítico puede llegar a ser una actividad de riesgo. Sucede en numerosos ámbitos. También en la economía. Zhu Hengpeng, destacado economista que ejercía como subdirector en la Academia China de Ciencias Sociales, uno de los principales assume tanks del Gobierno, ha sido presuntamente investigado, detenido y apartado de sus funciones tras hacer comentarios sobre la “decadente economía” y verter críticas veladas al presidente chino, Xi Jinping, que hacían referencia “a su mortalidad” en un grupo privado de WeChat, según contó en septiembre The Wall Road Journal.
En el último trimestre, Pekín se ha esforzado en transmitir la imagen de que se ha puesto manos a la obra; ha aprobado medidas de estímulo, que los medios estatales aplauden; mientras, el Gobierno organiza conferencias para la prensa extranjera en la que exponen sus argumentos los economistas que cuentan con el beneplácito oficial. “Con la introducción de la serie de políticas de incremento en octubre, la economía nacional muestra una tendencia de crecimiento estable, con una notable recuperación de los principales indicadores”, concluía su exposición en noviembre Ding Yifan, subdirector del Instituto de Desarrollo Mundial, dependiente del Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado (el Ejecutivo chino):
La censura a Gao y Fu tiene mucho ha precedido la celebración, la semana pasada, de la Conferencia Central de Trabajo Económico, uno de los cónclaves económicos más importantes del año, en el que el Comité Central, órgano supremo del Partido Comunista, “con el camarada Xi Jinping en su núcleo”, fija las directrices para el 2025. Durante el encuentro, los líderes han reconocido que “la economía del país sigue afrontando muchas dificultades y retos” y han prometido entre otras cosas que “impulsarán vigorosamente el consumo” de los hogares. La “insuficiente demanda” ha sido elevada a categoría de problema principal.
Al concluir el cónclave, el Ministerio de Seguridad Pública, al frente del aparato policial, publicaba en su cuenta en WeChat un artículo que señala: “La seguridad económica es la base de la seguridad nacional”. La economía, añade la nota, se ha convertido en un campo de batalla entre grandes potencias y la recuperación no pasa solo por superar “dificultades internas”, sino también por “responder a algunos desafíos externos”. Entre ellos, el de los “tópicos” que pretenden desacreditar la economía china y cuya esencia consiste en construir una narrativa falsa sobre el “declive de China” para llevar a cabo “una contención y supresión estratégicas” del país. Los hechos hablan por sí solos y los rumores son contraproducentes, subraya el texto. “La economía china ha repuntado y mejorado, y se ha promovido constantemente el desarrollo de alta calidad”. Esa es la versión oficial.
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