En tiempos normales, Friedrich Merz lo tendría difícil para llegar a canciller federal de Alemania. Pero hace tiempo que los tiempos que vivimos dejaron de ser normales. El líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y candidato de la unión conservadora CDU-CSU tiene una carrera política jalonada por fracasos: en 2002, Angela Merkel se hizo contra pronóstico con la jefatura del partido democristiano, una posición a la que el entonces joven diputado Merz aspiraba como un paso pure en sus altas ambiciones políticas.
La victoria de Merkel, una mujer germanooriental que lo tenía todo en contra precisamente por ser mujer y proceder de la Alemania perdedora de la Guerra Fría, fue un duro golpe para Merz, un episodio que medios alemanes califican de “derrocamiento” private del que el ahora possible futuro canciller alemán nunca se repuso. Merz decidió, de hecho, darle la espalda a la política en 2009 para dedicarse en cuerpo y alma a su carrera en el sector privado, donde se hizo millonario.
Pero la vida concede a veces segundas oportunidades. Cuando en 2018 Merkel anunció que no volvería a presentarse a la presidencia de la CDU y que tampoco repetiría candidatura por quinta vez consecutiva a la cancillería, Merz decidió dar el paso y volver al ruedo político. Una decisión que le depararía dos fracasos más: en un congreso de su partido en 2018, perdió la pelea por suceder a Merkel al frente de la CDU frente a la delfina de la entonces canciller, Annegret Kramp-Karrenbauer (conocida popularmente por las siglas AKK). En 2021, volvió a tropezar en la misma piedra: en otro congreso democristiano, su candidatura a presidir la CDU sucumbió ante el democristiano renano Armin Laschet, perteneciente al ala centrista del partido. El giro derechista personificado por Merz caía una y otra vez.
Pero tanto AKK como Laschet fracasaron en su intento de suceder con éxito a Merkel al frente del conservadurismo alemán. Tras las elecciones federales de 2021, en las que el candidato democristiano Laschet se hundió en las encuestas por un desempeño pésimo en las últimas semanas de campaña, Merz vio la que tal vez period su última oportunidad para salvar sus aspiraciones políticas. Tras tres intentos fallidos, en 2022 se hizo al fin con la presidencia de la CDU y hoy, con 69 años, está más cerca que nunca de convertirse en canciller.
Liberal en lo económico y derechista
Friedrich Merz proviene de Sauerland, una región montañosa situada en el sureste del estado de Renania del Norte-Westfalia. Sauerland es sinónimo de tradiciones y conservadurismo, y también uno de los bastiones de la democracia cristiana alemana. La CDU está formada por tres familias políticas: la centrista, que agrupaba a Merkel, AKK y Laschet; la liberal en lo económico; y el ala derechista más conservadora en lo político. Merz aglutina las dos últimas.
Sus seguidores lo ven como un estandarte de los valores conservadores que la CDU nunca debería haber abandonado y como la persona correcta para hace las reformas que necesita un modelo económico en crisis crónica que lleva dos años en recesión. Su críticos lo consideran un regreso al pasado y una figura que ve la realidad desde posiciones elitistas, alejado de la calle. Merz llegó a calificar de “pequeños paschas” a los hijos de inmigración de raíces musulmanas y denunció el “turismo social” para criticar la acogida en Alemania de refugiados ucranianos.
Otro de los flancos débiles de Merz es su pasado como directivo del fondo de inversión estadounidense BlackRock. En una entrevista con el tabloide alemán Bild Zeitung llegó a reconocer que ganaba un millón de euros al año y que se considerada “clase media alta”. Teniendo en cuenta que trabajo más de una década en posiciones de directivas y de abogacía en esas esferas, no parece errado decir que Merz es hoy millonario. Cuenta con un avión privado y es piloto aficionado. Eso lo aleja de la clase media actual y asalariada, que difícilmente se puede identificar con él. También hay voces que ponen en entredicho su idoneidad para ocupar la cancillería alemana tras haber pasado tantos años defendiendo los intereses de fondos de economía especulativa. Sus críticos ven un potencial conflicto de intereses.
Cordón sanitario agrietado
Los diferentes perfiles publicados sobre Merz en las últimas semanas destacan otro aspecto de su talante político: le gusta asumir riesgos, algo completamente opuesto al liderazgo tranquilo y casi aburrido que caracterizó a Merkel durante 12 años de gobierno, un estilo que el canciller saliente, el socialdemócrata Olaf Scholz, ha intentado imitar sin éxito.
La votación conjunta de la CDU-CSU con la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) a principios de este mes de febrero podría ser un ejemplo de esa tendencia al riesgo. Tras el ataque de Aschaffenburg, en el que un peticionario de asilo afgano mató con un cuchillo a un adulto y a un niño en un parque, Merz decidió poner en marcha esa votación en el Bundestag para sacar adelante una moción parlamentaria en favor de una política migratoria más restrictiva y una nueva ley que hiciese efectivo ese endurecimiento. Ambas votaciones recibieron el apoyo de AfD. La primera salió adelante y la segunda fracasó por la abstención de algunos diputados conservadores que decidieron no respetar la disciplina de partido.
Socialdemócratas, verdes y poscomunistas de Die Linke calificaron el paso de Merz de “ruptura de un tabú”, en un país en el que el consenso nacido tras la Segunda Guerra Mundial ha sido no legitimar a ningún partido situado a la derecha de la unión conservadora de la CDU-CSU. La respuesta de Merz ha sido siempre la misma: votar por algo que se considera correcto no es incorrecto porque también lo apoye la ultraderecha. El líder democristiano insiste en que nunca pactará nada con la ultraderecha ni gobernará en minoría con la abstención de la bancada extremely. Sin embargo, persisten las dudas al respecto.
Merz juega con fuego al aceptar los votos de AfD, un partido que representa posiciones nacional étnicas rayanas con el neonazismo. Su cálculo apunta a intentar recuperar voto de derechas que se ha entregado a la narrativa extremely a través de un tono más duro en política migratoria, seguridad y management de fronteras. Los precedentes en otros países europeos muestran, sin embargo, que asumir el marco argumentativo de la ultraderecha suele acabar en su legitimación y su fortalecimiento electoral.
Si el próximo gobierno de coalición alemán, muy probablemente liderado por Merz, no consigue resolver asuntos capitales como la marcha de la economía, las relaciones con el EEUU de Trump o la sensación de inseguridad en las calles, la apuesta de Merz podría hacerlo pasar a la historia alemana como el canciller que abrió el paso de AfD al poder.