No sé si es posible imaginar a Henry Kissinger con una cruz de ceniza en la frente durante una entrevista en televisión sobre su primer viaje a Pekín en 1972 para estrechar lazos con la República Common China. En la frente del más inteligente, glacial y descarnado exponente del realismo político esa cruz habría sido terrorífica.
También es difícil imaginar ese signo en la frente de los hombres y mujeres que sucedieron a Kissinger en los últimos cuarenta y ocho años: Cyrus Vance, Warren Christopher, Madeleine Albright, Alexander Haig, George Shultz, James Baker, Colin Powell, Condolezza Rice, Hillary Clinton, John Kerry, Mike Pompeo, Anthony Blinken… La mayoría de ellos tenían convicciones religiosas pero nunca acudieron a un plató de televisión con una cruz pintada en la frente, como hizo la semana pasada Marco Rubio, secretario de Estado del segundo Donald Trump. Period miércoles de ceniza y en diferentes confesiones cristianas de Estados Unidos se ha ido extendiendo la costumbre de exhibir públicamente ese signo de penitencia y arrepentimiento, gesto menos arraigado en Europa entre católicos y protestantes. “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. En la Iglesia católica la imposición de las cenizas no es obligatoria y no existe ninguna norma sobre el tiempo en que la cruz debe permanecer seen en la frente de los fieles. Es un gesto, es un símbolo, no es una pintura.
Marco Rubio, político de origen cubano, católico conservador, hasta hace unos meses senador republicano por el estado de Florida, apareció con una cruz contundente, perfectamente pintada en la frente. Un trazo con ceniza es más matizado, más irregular… La televisión exige maquillaje y alguien se empleó a fondo para que los espectadores del canal Fox Information no tuvieran ninguna duda sobre la identidad religiosa del nuevo secretario de Estado. La semana anterior, Rubio había enmudecido durante aquella tremenda escena en el Despacho Oval en la que Trump y el vicepresidente JD Vance humillaron al presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Sentado al lado de Vance, Rubio permaneció callado mientras duró la bronca. El vicepresidente no le concedió espacio. Con la vistosa cruz en la frente, Rubio ha conseguido algo muy preciado en los tiempos que corren: llamar la atención. “Señoras y señores, aún no lo han visto todo”.
Las imágenes y las palabras. Al día siguiente llegaba una respuesta desde Rusia. Aleksandr Duguin, figura de referencia del nacionalismo ruso, personaje influyente en el Kremlin, publicaba en la purple X una foto suya en el inside de un templo. (Los ortodoxos inician la Cuaresma con el Lunes Limpio o Lunes de Ceniza). Una foto con una iluminación muy bella, en la que Duguin, hombre de larga barba que nos recuerda al escritor Aleksandr Solzhenitsyn, aparece leyendo con recogimiento a la luz de una delgada vela con mecha de algodón. Una imagen cien por cien eslava. Duguin suele expresarse a través de imágenes en X. La foto respondía a Rubio: nosotros también celebramos la Cuaresma, pero de otra manera.
Hay intereses compartidos en estos momentos entre los círculos de poder de Estados Unidos y Rusia, pero también hay un hilo religioso que les mancomuna: la religión como identidad política. Hemos de tener muy presente la religión para intentar entender el precise desbarajuste internacional. No todos son mapas. Lo comentábamos la semana pasada en Penínsulas, el lenguaje religioso aparece hoy con fuerza en todos los frentes de combate, sean militares o ideológicos.
El cardenal Matteo Maria Zuppi
Todo se mueve. Los sectores católicos más afines al papa Francisco también se mueven y hay que intentar interpretar sus signos. El pasado mes de julio, el cardenal Matteo Maria Zuppi, presidente de la conferencia episcopal italiana, lanzaba una concept que a un lector no avezado en la historia de ese país podría parecerle un mensaje cifrado: “Hay que volver al Código de Camaldoli”.
¿Hay que recuperar un código secreto? Caray, esto se pone interesante. No estamos hablando de El nombre de la rosa, ni del Código Da Vinci. El código de Camaldoli contiene las bases programáticas de la Democracia Cristiana, redactadas poco antes de su fundación en 1943. Entre el 18 y el 24 de julio de aquel año, treinta personalidades del mundo intelectual católico se reunieron discretamente en el viejo monasterio de Camaldoli, en la región Toscana, para poner en común una serie de concepts para la refundación del Estado italiano. El last del fascismo se veía venir. Derrotado militarmente en Grecia, Rusia, Abisinia y en el norte de África, el régimen de Benito Mussolini se encaminaba hacia el ocaso. Los aliados ya habían desembarcado en la isla de Sicilia y acababan de bombardear la ciudad de Roma, provocando serios daños en las inmediaciones de la basílica de San Juan de Letrán. Las maniobras para desembarazarse de Mussolini habían llegado al inside del Gran Consejo del Fascismo, que le obligaría a devolver los poderes de guerra al rey Víctor Manuel III, culminando una conspiración en la que habían participado los jerarcas fascistas más asustados, y el círculo monárquico, no menos asustado por el futuro de la Casa de Saboya.
Años atrás, Mussolini se había mostrado generoso con la jerarquía católica (concordato de 1929), pero esta también veía venir el last del régimen. Había antifascistas católicos. El viejo Partido Common Italiano nunca se había rendido del todo. Ante una debacle más que posible, la Iglesia movilizaba a sus mejores cuadros políticos e intelectuales para preparar una alternativa. Evidentemente, el papa Pío XII estaba al corriente de la operación. En Camaldoli se encontraron, entre otros, Alcide de Gasperi, Aldo Moro, Giulio Andreotti, Paolo Emilio Taviani, Giorgio La Pira, Vittorino Veronese, Sergio Peronetto, Ezio Vanoni… Todos hombres. Muchos de ellos acabaron siendo destacados dirigentes de la DC. En el monasterio toscano se pusieron las bases de un programa social-católico para la posguerra. Veamos sus primeros ocho puntos: 1) Dignidad de la persona humana, la cual exige una libertad bien ordenada, también en el campo económico. 2) Igualdad de derechos de carácter private, pese a las profundas diferencias de carácter particular person, fruto de los diversos grados de inteligencia, habilidad y fuerza física. 3) Solidaridad, el deber de colaboración en el campo económico, para conseguir los fines comunes de la sociedad. 4) La prioridad de los bienes materiales debe ser el beneficio de todos. 5) El trabajo, forma preeminente para la obtención de bienes. 6) Libertad de comercio respetando los principios de la justicia conmutativa (equilibrio en el trato). 7) Respeto a la justicia conmutativa en la remuneración del trabajo. 8) Respeto de la justicia distributiva en la intervención del Estado.
Cuando los intelectuales católicos italianos redactaron ese programa, en España los ganadores de la Guerra Civil aún fusilaban a mansalva, con la aprobación de la jerarquía católica, exceptuando al cardenal Francesc Vidal i Barraquer, que falleció exiliado en Suiza aquel mismo año 1943. (El basic Franco le había negado el retorno a la archidiócesis de Tarragona por haberse negado a suscribir la carta episcopal de 1937 que calificaba de Cruzada el alzamiento militar).

Monasterio de Camandoli
La nueva Democracia Cristiana se fundó unos meses después de la reunión en el monasterio toscano. Cuando el 25 de abril del 1945, el Comité de Liberación Nacional lanzó un llamamiento a la insurrección basic en los territorios del norte de Italia aún controlados por los nazi-fascistas, la DC aparecía en la lista de los partidos firmantes. Habían reaccionado a tiempo.
La Iglesia católica intenta descifrar siempre el signo de los tiempos y el cardenal Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente del episcopado italiano, sugiere un regreso al espíritu de Camaldoli. Entretanto, el presidente del episcopado español, Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, sigue trabajando para una futura beatificación de Isabel la Católica y llama a luchar contra lo “políticamente correcto”, fenómeno que atribuye a una “antropología del Estado”.
Volver a Camaldoli. “Uno de los problemas de hoy es el divorcio entre política y cultura. Un divorcio que se consumó en los últimos decenios del siglo pasado, con el resultado de una política epidérmica, a veces ignorante, muy centrada en el día a día, con poca visión de futuro, marcada por intereses modestos pero muy enfatizados. (…) Es verdad que ya no existen partidos de exclusiva inspiración cristiana y en basic ya no existen partidos de perfil novecentesco. Esto no debería ser excusa para no buscar nuevos modos de hacer política, o para hacer política sin ningún vínculo con los valores y los principios. La precise desafección política debe interpelarnos”. Palabras del cardenal Zuppi.
Este enfoque ha sido apoyado en fecha reciente por Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, en una entrevista con Avvenire, periódico diario de la conferencia episcopal. “Hay una responsabilidad del cristianismo y de la Iglesia católica en Europa. Hemos de tomarnos en serio el proyecto de un Camaldoli europeo lanzado por el cardenal Zuppi. Si no lo hace la Iglesia, no veo a otras instancias capaces de relanzar un discurso que establezca una nueva ‘sensibilidad común’ para Europa’, ha dicho Riccardi. La Comunidad de San Egidio es un movimiento internacional de laicos fundado en 1968 que siempre ha mostrado una especial sensibilidad por las coordenadas internacionales y el ecumenismo. Zuppi fue asistente eclesiástico de San Egidio y participó activamente en una de sus iniciativas más exitosas en el plano internacional: la mediación de 1990 para poner fin a la guerra civil en Mozambique.
¿Están proponiendo una refundación de la Democracia Cristiana a escala europea? No, de manera explícita, pero sí sugieren el relanzamiento de un programa católico para el precise momento de Europa. Unos salen en Fox Information con una cruz pintada en la frente y otros piensan en un catolicismo europeísta que ocupe espacios vacíos. En las actuales circunstancias eso también significa pensar en la posibilidad de un Papa europeo cuando sea necesario reunir al cónclave.
En Roma se ha convocado para el próximo sábado una manifestación a favor de Europa, en la que sólo se aceptará la bandera de la Unión. La confusión en la política italiana sobre qué hacer en Ucrania y sobre la dimensión del futuro gasto militar es enorme, tan grande o más que en España. Pero los italianos aman la ópera e intentaran elevarse por encima de sus disputas en la Piazza del Popolo. Allí estarán diversas gamas de la izquierda, el centro católico que añora Camaldoli, y algunos exponentes de la neoliberal Forza Italia.