Se están moviendo como nunca”. Hace seis días que Carles Puigdemont lanzó su aviso a Pedro Sánchez, y en Junts han visto como sus móviles sonaban, se han reunido con el PSOE en Suiza y el ultimátum surte efecto, aunque en público el presidente y su Gobierno se centren en minimizar los riesgos sobre la legislatura. Un veterano socialista aseguraba en tiempos de CiU que “solo puedes ir de farol si eres capaz de ejecutar tu amenaza”. Junts es cada día más convergente, pero una cosa son los genes y otra, la osadía. Y a Carles Puigdemont le sobra.
Poner en aprietos a Sánchez no conlleva la caída del Gobierno, sumar los siete votos de Junts a PP y Vox para una moción de censura es una fantasía, pero sí refuerza la posición política de Junts en Catalunya frente al PSC y ERC. Para eso, Puigdemont necesita “hechos”. Y urgentes.
El expresident quiere ver a Sánchez remangado para cumplir con Junts
El pacto para la investidura de Sánchez tardó meses en fraguarse con la amnistía como protagonista, y, sin cobrar por adelantado todo lo prometido, “el crédito se ha acabado”, sostienen. En octubre del 2023, la foto del secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, con el expresident bajo una foto de las urnas del 1-O fijó un punto de no retorno hacia el acuerdo; ese noviembre, lo que debía ser un “pacto histórico” se quedó en “oportunidad histórica”, y ahora llega el “punto de inflexión”. “O hechos o nada”.
La legislatura está atascada y depende de gestos como la insistencia del ministro Albares con la oficialidad del catalán en la UE, la quita de la deuda autonómica, la transferencia del presupuesto no ejecutado y la tramitación en el Congreso de una proposición no de ley que insta a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza. Puigdemont quiere poner en evidencia en sede parlamentaria los incumplimientos del Gobierno, y se ha trasladado al PSOE que no permitir ese debate sería una imprudencia. La Mesa del Congreso debe decidir el martes sobre la viabilidad de la iniciativa, aunque de antemano se daba por descontado que sería desestimada con los votos del PSOE y Sumar alegando falta de encaje reglamentario. “Sobre los hechos decidiremos”, insisten en Junts.
Puigdemont se siente responsable del cumplimiento del pacto de Bruselas, aunque su rúbrica no aparezca en el documento. Fue un acuerdo sin foto, sin logotipo de partidos y firmado con dos bolígrafos diferentes por Cerdán y Jordi Turull en un lodge mientras Puigdemont esperaba en su despacho de europarlamentario. La frialdad de la escenografía contrastaba con la instantánea de Oriol Junqueras con Félix Bolaños en un lodge de Barcelona o la deferencia de Pedro Sánchez firmando su pacto con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, en el Congreso.
Junts tiene su explicit estilo entre los socios del PSOE, y no es el de la responsabilidad y lealtad al Estado de la antigua CiU, aunque actúe de forma concertada con los nacionalistas vascos, las patronales y empresas del Ibex llamen a la puerta de Albert Batet y Miriam Nogueras, y Yolanda Díaz y Pepe Álvarez no tengan reparos en cortejar a Puigdemont en busca de votos para la reducción de jornada.
Puigdemont quiere ver a Sánchez remangado para cumplir con Junts. El expresident no sucumbe a la tentación de las photograph alternative ni especula sobre reuniones a cambio de votos. El encuentro entre Sánchez y el expresident entraba dentro de la lógica de la Moncloa cuando se aprobó la amnistía y con el retorno de Puigdemont en el horizonte, pero el futuro del líder de Junts sigue pendiente del Tribunal Supremo y el Constitucional.
El álbum de fotos de Puigdemont en Bruselas incluye imágenes que lo rehabilitan como interlocutor político como las de Cerdán, Ortuzar, Josep Sánchez Llibre o la vicepresidenta Díaz, que llegó a asegurar que los padres del colegio de su hija le daban “las gracias” por esa instantánea con el expresident. Los vacíos apuntalan el relato de la excepcionalidad judicial, también de la relación entre independentistas. No hay foto del último encuentro entre Puigdemont y Oriol Junqueras.
Eso sí, si el republicano reedita la presidencia de ERC, escenificará un cambio del régimen interno. Y las fotos, con quién y cómo se posa, serán la prueba visible.