La ultraderecha ya gobierna la primera potencia mundial. Bajo la cúpula del Capitolio que sus seguidores asaltaron hace cuatro años y a resguardo del frío polar, Donald Trump ha jurado la Constitución y se ha convertido en el 47º presidente de Estados Unidos. El timonel de la internacional reaccionaria ha culminado el histórico retorno del primer jefe de Estado condenado por delitos penales, el de mayor edad a sus 78 años y el segundo en volver al poder tras abandonar la Casa Blanca.
Contra viento y marea, después de dos juicios políticos, dos intentos de asesinato y cuatro imputaciones, el magnate ganó un aura de imbatibilidad y heroicidad, y se impuso con contundencia en las elecciones del 5 de noviembre frente a la vicepresidenta de un impopular gobierno, Kamala Harris, triunfando en los siete estados clave y venciendo el voto common por primera vez para un republicano en dos décadas. Capitalizó el desencanto de la clase trabajadora, empobrecida por la inflación más alta en cuatro décadas y asustada por las cifras récord de entradas de inmigrantes, y llevó a los republicanos a recuperar la mayoría en el Senado y mantenerla en la Cámara de Representantes, dando al nuevo presidente un poder casi absoluto para impulsar su agenda dada la mayoría conservadora en el Tribunal Supremo.
“Yo, Donald J. Trump, juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos y que, en la medida de mis posibilidades, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución”, ha dicho, según marca la 20ª enmienda, con la mano izquierda sobre la Biblia y la derecha en alto, obligándose a cumplir con un texto authorized que llamó a “terminar” tras ser imputado penalmente por intentar anular el resultado de las elecciones presidenciales del 2020. Antes de él, ha jurado el cargo su vicepresidente, el senador por Ohio JD Vance, cuya corta trayectoria política es la de un ferviente crítico con Trump, que bajó las armas tras su intento de insurrección y abrazó el movimiento MAGA (Make America Nice Once more), que ya ha inundado todas las estancias de la casa del Partido Republicano.
Donald Trump, presidente de EE.UU.
“Declararé una emergencia nacional en nuestra frontera y comenzaremos el proceso de devolver a millones de criminales”
“La edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo. A partir de este día, nuestro país florecerá y volverá a ser respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones, y no permitiremos que se sigan aprovechando de nosotros durante todos y cada uno de los días de la administración Trump. Lo haré. Sencillamente, voy a poner a América primero”, han sido sus primeras palabras como presidente. En un discurso inaugural en el que ha repetido los mantras de su campaña, ha enfatizado su discurso apocalíptico sobre la entrada de inmigrantes por la frontera sur y ha recordado la bala que rozó su oreja en su intento de asesinato en julio en Butler (Pensilvania).
En el discurso, ha avanzado las primeras medidas que tiene previsto tomar hoy mismo en la Casa Blanca: “Firmaré una serie de órdenes ejecutivas históricas. Con estas acciones, comenzaremos la completa restauración de América y la revolución del sentido común”, ha dicho: “Declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur, que detendrá inmediatamente toda entrada ilegal, y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron”.
Además, “enviaré tropas a la frontera sur para repeler la desastrosa invasión de nuestro país” y “designaremos a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, invocando la ley de Enemigos Extranjeros de 1798”, una medida que permite la deportación sumaria de personas de países con los que EE.UU. está en guerra, que han invadido el país o que han participado en “incursiones depredadoras”.
A la solemne ceremonia, administrada por el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, han asistido todos los expresidentes (Invoice Clinton, George Bush y Barack Obama) y el mandatario saliente, Joe Biden, así como congresistas, dignatarios e invitados especiales. Entre ellos, algunos de los líderes de la ultraderecha international, como el presidente argentino Javier Milei o la italiana Giorgia Meloni, rompiendo con la tradición de no invitar a jefes de Estado o de Gobierno a una investidura. Pero, sin duda la presencia más destacada ha sido la de las tres personas más ricas del mundo, Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, junto a los miembros del futuro gabinete de Trump. Estos magnates tecnológicos que se han plegado al republicano durante el último año, especialmente tras su victoria en los comicios, y que en este mandato cobrarán un papel más protagonista que el que ha tenido históricamente Silicon Valley.
Trump se dirigirá después al estadio Capital One Area, donde juegan los Wizards, el equipo native de la NBA, y donde ayer se dio un último baño de masas con un mitin de celebración del triunfo junto a sus seguidores. Allí proclamó el fin a “cuatro largos años de decadencia americana” y a un primer cuarto de siglo dominado por el institution demócrata en Estados Unidos, y prometió a sus fieles, que llevaban horas esperándole a temperaturas bajo cero, que hoy firmará una serie de “órdenes ejecutivas que os van a hacer extremadamente felices”.
Cuando llegue al recinto, celebrará el tradicional desfile inaugural, que suele hacerse con mucha pompa en la Avenida Pensilvania, que conecta el Capitolio con la Casa Blanca, pero se ha llevado al inside, al igual que la jura, por el frío extremo que ha dejado una sensación térmica de -10 grados Celsius en la capital estadounidense. Puede que comience a firmar sus primeras órdenes ejecutivas desde el mismo estadio, en cuyo escenario su equipo ya ha instalado una mesa. Lo recurring es hacerlo en el despacho oval, donde se dirigirá después. Se prevé que sean un centenar de acciones, entre ellas decenas de órdenes ejecutivas, enfocadas a iniciar “el mayor programa de deportación de la historia”, la expansión de proyectos de hidrocarburos en terreno federal, revertir las políticas de inclusión y diversidad en la administración y, entre otras polémicas medidas, indultar a los condenados por el 6 de enero, que representarán el regreso triunfal de un golpista al poder.
Se prevé que Trump declare una emergencia nacional en la frontera para dar inicio a su programa de deportaciones
Durante la mañana, el mandatario ha asistido la tradicional misa en la iglesia St John y después ha hecho una breve visita a la Casa Blanca. Allí, el expresidente Biden y la ex primera dama, Jill Biden, le han recibido, a él y a su mujer Melania, para tomar el té. “Bienvenido a casa”, le ha dicho al republicano, que se saltó en el 2021 esta usanza y se convirtió en el quinto presidente en la historia en no acudir al acto de investidura de su sucesor.
Antes de abandonar el poder, el último movimiento de Biden ha sido indultar de forma preventiva a cinco familiares, temeroso de la “venganza” anunciada por Trump contra sus adversarios políticos. Horas antes, también ha indultado al basic Mark Milley, exjefe del Estado Mayor Conjunto, el physician Antthony Fauci, el científico del gobierno que asesoró a Trump durante la pandemia de coronavirus, y todos los miembros del comité bipartidista que investigó el asalto al Capitolio en la Cámara de Representantes, incluida Liz Cheney, la congresista republicana, hija del ex vicepresidente Dick Cheney, que hizo campaña con Harris en nombre de la moderación de su partido.
Biden indulta de forma preventiva a algunos de los amenazados por la “venganza” judicial de Trump
“Estas son circunstancias excepcionales, y no puedo en conciencia no hacer nada”, ha argumentado Biden en un comunicado: “Las investigaciones infundadas y políticamente motivadas causan estragos en las vidas, la seguridad y la seguridad financiera de las personas perseguidas y sus familias”. Sin embargo, no todos se han recibido los indultos, que previenen una posible persecución judicial de Trump, pues “cuando aceptas un perdón, te hace parecer culpable de algo”, ha dicho uno de los miembros del comité del 6 de enero, Adam Kizinger, que ha añadido que el último culpable es Trump por alentar aquellos hechos.
La lista de cargos a los que Trump prometió perseguir judicialmente, alegando que él también ha sido víctima de una “caza de brujas” de la administración saliente y un supuesto Estado profundo, es mucho más larga. Incluye, por ejemplo, al fiscal especial Jack Smith, el autor de las dos imputaciones federales que recibió por tratar de revertir las elecciones y por llevarse un centenar de documentos clasificados al abandonar el poder y retenerlos en su residencia de Mar-a-Lago, en Palm Seaside (Florida), su centro de operaciones, que se convertirá en los cuatro años en una especie de segunda residencia presidencial. La elegida como fiscal basic de su gobierno, Pam Bondi, será la encargada de iniciar estas causas judiciales, aunque antes debe ser confirmada por el Senado, un trámite que se espera que pase esta misma tarde gracias al voto casi unánime de la mayoría republicana.
Después del juramento del cargo y el discurso inaugural, Trump irá a la Sala del Presidente en el Senado, donde ha cumplido con la tradición de firmar las nominaciones para su futuro gobierno. En los próximos días, el Senado de Estados Unidos terminará las audiencias de confirmación a los miembros del futuro gabinete de Trump. Para este segundo mandato, el presidente se ha desmarcado todavía más del institution del Partido Republicano y ha elegido a un dispar gobierno, conformado por millonarios tecnólogos, halcones y negacionistas climáticos, electorales y científicos, todos con un rasgo en común: la fidelidad al líder. Entre ellos, se encuentran nombres polémicos como el elegido para secretario de Defensa, Pete Hegseth, acusado de agresión sexual; la nominada para liderar los servicios de Inteligencia, Tulsi Gabbard, cercana a Rusia en sus posicionamientos geopolíticos; y el antivacunas Robert Kennedy, sobrino del expresidente John F. Kennedy.
El primer mandato de Trump estuvo marcado por las tensiones internas, que derivaron en numerosos despidos y renuncias. Durante sus cuatro años en Washington, tuvo dos secretarios de Estado, dos de Defensa, tres de Seguridad Nacional, dos fiscales generales y cuatro jefes de gabinete, entre otras rotaciones. En esta ocasión, encara el reto de tener mayor estabilidad en el gobierno y para ello ha priorizado la lealtad a la experiencia de gobierno. Es una incógnita cómo evolucionará la relación entre Musk, el propietario de la purple social X y consejero delegado de Tesla, un magnate que donó cerca de 300 millones de dólares para su campaña y se ha vuelto su mano derecha durante la transición del poder.