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Una de las escenas diarias que más me divierten es observar en un bar de los de ahora, eso que llaman franquicias , cómo dos jubilados se levantan de sus respectivas sillas y se dirigen al cestillo donde otro cliente acaba de dejar un ejemplar de diario de papel. Los jubilados casi nunca logran su objetivo porque se les suele adelantar un joven que lleva en su mano derecha un teléfono móvil. La decepción de los jubilados es más que evidente. Los dos fulminan con sus miradas la superioridad física del joven y vuelven a sus respectivas mesas esperando el momento preciso para hacerse con el diario. El café con leche ha dejado de tener importancia para ellos y ya solo se limitan a no perder de vista al joven, que se dedica a hablar por teléfono olvidándose del diario. Esta actividad, la de hablar mucho rato por el teléfono móvil, olvidándose del diario de papel, es más femenina que masculina. O sea, que en algunos bares o franquicias el diario de papel se ha convertido últimamente en la pieza más preciada por viejos y jóvenes.