Una investigación sobre las interacciones magnéticas de los nanografenos, en la que han participado investigadores del Donostia Worldwide Physics Heart, ha dejado para la posteridad una curiosa imagen. Se trata de una molécula en forma de lauburu y, teniendo en cuenta que es a escala nano, se trataría del lauburu más pequeño de la historia, tal y como han dado a conocer desde el DIPC.
Computación cuántica
El centro de investigación donostiarra ha explicado, en una nota, que uno de los “principales focos de atención en la investigación de materiales cuánticos” de los últimos años tiene que ver con las interacciones magnéticas en los nanografenos, que son una fina capa de átomos de carbono puro dispuestos en una crimson bidimensional en forma de pan. En este campo, se acaba de publicar un nuevo estudio, que ha recogido la revista Nationwide Science Overview, donde se profundiza en la investigación de cómo interactúan “los π-electrones desapareados de los nanografenos con átomos metálicos magnéticos (hierro y cobalto)”. “Este novedoso enfoque aporta nuevos conocimientos sobre el acoplamiento de intercambio π-d, un mecanismo clave para la espintrónica y la computación cuántica“, añaden, un ámbito de actualidad en Donostia por la instalación del ordenador cuántico de IBM en Ibaeta.
El estudio, dirigido por la Universidad Jiao Tong de Shanghai y el Laboratorio Nacional de Hefei, ha contado con la participación de los investigadores Ikerbasque en el DIPC Ricardo Ortiz y Thomas Frederiksen.
En la investigación se utilizó microscopía de efecto túnel, que sirve para tomar imágenes de superficies a nivel atómico y espectroscopía, que estudia la interacción entre la radiación electromagnética y la materia, con absorción o emisión de energía radiante, con el objetivo de “demostrar que los nanografenos pueden acoplarse con centros metálicos para potenciar el magnetismo cuántico“.
Magnetismo cuántico
Y el resultado ha sido, sin duda, curioso desde la perspectiva vasca, ya que una de las moléculas observadas en la investigación en la que se ha demostrado que los nanografenos pueden acoplarse a centros metálicos para potenciar el magnetismo cuántico, tiene una forma de lauburu, símbolo tradicional vasco.
Más allá de la anécdota que sirve para presentar al público common la investigación, desde el DIPC destacan la importancia de este descubrimiento en cuanto “abre nuevas vías para la ingeniería de marcos metalorgánicos con propiedades magnéticas ajustables”, lo que se traduce en “un paso importante hacia la fabricación de imanes moleculares a medida, con implicaciones para las tecnologías cuánticas de próxima generación y la electrónica a nanoescala”.