Nadie puede tirar la primera piedra en la desastrosa gestión de los trenes de cercanías de Catalunya porqué ningún partido está libre de culpa. Ni PSOE, ni PP, ni PSC, ni Junts, ni ERC, ni Comuns. Ninguno. Aunque bien es cierto que aquellos que han estado más años al frente de los gobiernos de España y de la Generalitat y han tenido más capacidad para legislar e invertir tienen más responsabilidad. Asumido este punto, al sufrido usuario el espectáculo de reproches de esta semana en el Parlament no le soluciona nada. El cruce de dimes y diretes, las frases ingeniosas, las peticiones de cese, de dimisión y el juego de colgarle el sambenito del vía crucis diario al otro, le trae sin cuidado.
En diciembre del 2007, miles de catalanes se manifestaron en Barcelona por el caos de Rodalies que conllevaba la llegada del AVE a la ciudad. La cita, con el lema “Som una nació i diem prou. Tenim el dret de decidir sobre les nostres infraestructures”, acabó con consignas a favor de la independencia. Fue una de las manifestaciones más multitudinarias des de las protestas por la participación española en la guerra de Iraq. En ella, se clamó por la autodeterminación antes que, en verano del 2010, en la marcha de repulsa a la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut.
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La manifestación del 2007, de forma significativa, dejó la primera fila a personalidades de la sociedad civil y los partidos que la secundaban se quedaron en segundo plano. Entonces, las formaciones comenzaron a delegar en la calle y en figuras sin representatividad el tempo de la política en Catalunya. Pero, cuando la política se aparta, su lugar no queda vacante. Al comenzar la década pasada, su vacío lo llenó la utopía que generó el procés. Hoy, descabezada por la durísima realidad y por el cambio de composición social que ha vivido Catalunya mientras tanto, la distracción política la ocupará la nueva utopía de moda, la de la nación pulcra y sin inmigrantes que plantea la extrema derecha.

Varios trenes en la estación de Francia, donde opera Rodalies
No son pocos los usuarios que denominan “trenes patera” a los convoyes de Renfe o que catalogan a su panorama humano como “las verdaderas Naciones Unidas”. Es en sus vagones y a diario donde se conjugan la extrañeza e inseguridad que provocan la nuevas voces, olores, colores y actitudes. Constatar el cambio del entorno en un tren inoperante es una combinación deadly.
Al usuario, los reproches de esta semana en el Parlament no le solucionan nada
El enojo del usuario de Rodalies no se entretendrá en discernir responsabilidades entre los partidos del viejo régimen. Los verá a todos iguales y canalizará su pena diaria a través de Vox y Aliança Catalana. Los recién llegados, que prometen un puntapié al sistema y, frente a los demás, muestran sus “manos limpias” de gestión. Se ha dicho que el fracaso ferroviario period una fábrica de independentistas. Harían bien los partidos de remar a una en vez de emprender operaciones de desgaste antes que los cercanías se conviertan en una fábrica de ultras.