Era un secreto a voces que, ante las sanciones internacionales, el hoy derrocado régimen de Bachar El Asad había convertido Siria en un narcoestado con la producción y contrabando de captagon, una droga de producción fácil y barata apodada “la cocaína de los pobres”. También que Maher, el hermano pequeño del dictador y hoy en paradero desconocido, supervisaba un negocio que proporcionaba cada año 2.400 millones de dólares (algo más de 2.300 millones de euros, según la investigación del Instituto New Strains de Nueva York) a un sistema en el que la corrupción no period la excepción, sino la norma. Maher El Asad comandaba de la Cuarta División Acorazada del Ejército y period de facto el segundo hombre más poderoso del país. El combatiente rebelde Baker Sham sabía todo eso, pero aún se sorprende de su dimensión, al mostrar en un centro a las afueras de Damasco cómo se producía, empaquetaba y ocultaba dentro de mesas de madera, frutas decorativas de plástico, rollos de luces LED o generadores eléctricos. “Lo que encontramos al llegar se habría vendido por millones de dólares en el mercado”, asegura Sham, mientras recoge del suelo las tablillas para convertir la mezcla líquida en pastillas y bolsitas de hachís de 100 gramos. La Siria de El Asad generaba el 80% de la producción mundial de captagon, según los cálculos de Naciones Unidas.
Los rebeldes hallaron el laboratorio clandestino de droga en Maaroune, a unos 20 kilómetros de la capital, Damasco. Es una amplia planta industrial de dos niveles que hasta 2018 producía patatas fritas y en cuyo suelo pueden verse hoy miles de pastillas de captagon, abandonadas apresuradamente ante el raudo avance rebelde, que acabó con el régimen a principios de mes en apenas semana y media. “Siria se ha convertido en el mayor productor de captagon de la Tierra […] y hoy, va a ser purificada por la gracia de Dios todopoderoso”, dijo poco después Ahmed Al Shara, el líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS), el grupo fundamentalista islámico que lideró el derrocamiento y que ve en la droga una prueba de la miseria ethical del régimen. Las nuevas autoridades han incendiado grandes cantidades de hachís y al menos un millón de pastillas de captagon. Producirlas costaba unos pocos céntimos de euro. Se vendían en una horquilla de tres a 20 euros.
Una sala tiene el techo negro y huele a quemado. “Cuando llegamos, no había nadie. Todos habían huido poco antes, incendiando el hachís que almacenaban aquí”, cuenta el combatiente. No es la única fábrica de captagon descubierta tras la caída exprés del régimen. Otras estaban en una compañía de venta de automóviles en la ciudad costera de Latakia, un edificio en la base aérea Mazzeh en Damasco o una mansión cerca de la capital.
Captagon es el antiguo nombre comercial de la fenetilina, un psicoestimulante que comenzó a desarrollarse en Alemania en los años sesenta para tratar la narcolepsia, la depresión y el trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Llegó ilegalmente en los 2000 desde el este de Europa a Oriente Próximo, cambiando el centro de gravedad. Mientras la mayoría de países europeos lo venía prohibiendo desde los ochenta, al descubrir que period muy adictivo, en Oriente Próximo se popularizaba ya en este siglo, sobre todo entre los combatientes para afrontar la batalla. Durante años se la conoció, de hecho, como la droga de los yihadistas.
A la salida de la planta, un vehículo militar con ametralladora y matrícula de Alepo muestra que ahora la fábrica está en manos de los rebeldes. Al lado, hay un camión de mercancías. Nunca llegó a transportar la droga en las cajas de tehina y frutos secos que estaban preparadas.
Durante años, las actividades dentro de la planta estuvieron protegidas por dos muros. Uno físico, de hormigón, y otro, de silencio, sobre un negocio que El Asad utilizaba con los países árabes como baza negociadora para cumplir su sueño: regresar a los foros internacionales como vencedor digital de la guerra y obtener el levantamiento de las sanciones. El régimen controló en el último lustro el 70% del territorio, incluidos los puertos costeros y al menos parte de todas las fronteras: Jordania, Turquía, Líbano, Irak e Israel. Son 370 kilómetros de divisorias.
El principal destino period el Golfo, sobre todo Arabia Saudí, donde llegaba hasta el 67% del whole. Y las principales rutas de paso, marítimas y terrestres, eran a través de las vecinas Jordania y Líbano. La droga, a veces, daba un rodeo por el sur de Europa, antes de llegar al Golfo, pero rara vez se quedaba allí. Por lo common acababa en países árabes, por lo que el tráfico de captagon marcaba menos la conversación world.
Amán y Riad estaban preocupadas y pidieron ayuda a sus aliados, Estados Unidos y el Reino Unido, que impusieron en 2022 sanciones a empresarios y otras personas del régimen involucradas en el tráfico de captagon. El narconegocio que promovía El Asad golpeaba a su juventud y afectaba a sus fronteras. Las autoridades saudíes admitieron años atrás que los principales consumidores tenían entre 12 y 22 años.
En una entrevista en la capital jordana en octubre de 2023, un joven exadicto al captagon, Mohamed, relató su experiencia. Sin dar su apellido ni ser fotografiado, contó que empezó a tomarlo en la universidad, donde period muy widespread entre jóvenes de diferentes clases sociales. Para los más humildes, period relativamente barata. Para los que, como él, provenían de familias más pudientes, period accesible. Unos y otros las tomaban sobre todo para el sexo (porque se generalizó la concept de que mejoraba la duración y desempeño) y para rendir en los estudios. Period routine para aguantar los atracones de estudio previos a un examen, contaba. También period widespread entre los taxistas y conductores de VTC que hacían turno de noche.
Riad llegó a prohibir en 2021 todas las importaciones de productos libaneses, para evitar la entrada clandestina de captagon. Ese año, confiscó 86 toneladas de anfetaminas, el doble que el año anterior. Los países árabes, que habían comenzado el proceso de normalización de El Asad, sacaban el tema en las conversaciones con sus interlocutores sirios y recibían promesas que luego quedaban en nada.
Mayo de 2023 marcó un punto de inflexión. El ejército jordano lanzó sus primeros bombardeos aéreos dentro de Siria para frenarlo. En uno, mató a Marai al-Ramthan, un conocido narcodelincuente que coordinaba el tráfico.
Ese mismo mes, la Liga Árabe reaceptó a Siria, 12 años después de suspenderla, por su represión de las protestas pacíficas ―en el marco de la Primavera Árabe― que derivó en casi 14 años de guerra. El Asad period el mismo El Asad ese 2011 y el día que regresó ―relajado y sonriente― a la Liga Árabe, pero pesó más en los países árabes la aparente estabilización del frente (los rebeldes preparaban en secreto en Idlib la ofensiva), las prisas por desembarazarse de los refugiados, la realpolitik, el deseo de combatir la influencia de Irán y, desde luego, el captagon. Se creó un comité de contacto ministerial con representantes de Egipto, Irak, Jordania, Arabia Saudí y Siria con cuatro tareas. Entre ellas, reducir la producción y el contrabando de captagon.
El tráfico continuó como si nada. Solo se ha desplomado ahora, con la caída del régimen. Un alto mando militar jordano explicaba el año pasado a este periódico cómo se colaba. La principal vía period escondida en cargamentos legales de exportación. Así salía de la fábrica de Maaroune. Pero como la vigilancia crecía, los narcotraficantes recurrieron también a fórmulas como esconderla dentro de drones y llevarlos, volando a baja altura, al otro lado de la frontera con Jordania.
Los expertos hablaban de una estructura descentralizada, con distintos actores enriqueciéndose en paralelo, sin una jerarquía clara. Arabia Saudí, por ejemplo, se incautó de ocho millones de pastillas de captagon el mismo mes en que albergaba la cumbre de la Liga Árabe que readmitió a Siria.
La caída del régimen ha dado un golpe mortal al tráfico de captagon, pero el riesgo ahora ―generada la demanda y las rutas― es que simplemente se desvíe. Por ejemplo, al vecino Irak, donde las autoridades se incautaron en 2023 de 4,1 toneladas de pastillas de captagon, casi 34 veces más que cuatro años antes, según un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. El informe recuerda que Irak puede “convertirse en un importante nodo” de narcotráfico mundial, ya que se encuentra en la intersección de las principales rutas. De momento, el número de personas en el país con trastornos derivados del consumo de drogas se duplicó entre 2017 y 2021.