Isabel Díaz Ayuso ha pasado de proclamar que “Madrid es España” a acusar a Pedro Sánchez de cortar la luz, el agua y los trenes a los madrileños; de llevarse los museos de la capital y negociar “por la puerta de atrás” con otras autonomías para “aislar” a Madrid. Se desconoce si entre el grupo de conspiradores hay barones del PP porque en el relato de la presidenta madrileña es más fácil apuntar a Junts y Carles Puigdemont que afrontar que sus compañeros de filas han descubierto por qué a Madrid siempre le salen los números mientras la infrafinanciación se ceba con la Comunidad Valenciana, Baleares o Murcia, todas con gobiernos del PP.
Desde que Ayuso preside la Comunidad de Madrid ha aprobado treinta bajadas de impuestos, la última anunciada esta semana con la ley Mbappé como estrella, y así se encadenan 20 años seguidos de rebajas fiscales que arrancaron con la presidencia de Esperanza Aguirre. La presidenta de Madrid rebaja impuestos con la mano derecha y denuncia un falso estrangulamiento financiero con la izquierda. Es la jefa de la oposición a la financiación singular pactada por el PSOE y ERC para la investidura de Salvador Illa, sin propuesta alternativa alguna y, curiosamente, rehúye de la reivindicación de la igualdad y solidaridad entre territorios.
La líder madrileña lanza titulares contra Sánchez mientras aspira recursos del Estado
Ayuso sería la principal víctima de una armonización en aras de la justicia fiscal. Madrid, con su dumping y su capitalidad, es una aspiradora insolidaria de recursos, infraestructuras y capital humano. Así que convierte las alianzas de Sánchez con los independentistas en coartada y dispara: “Sánchez tiene una obsesión private con Madrid”. Si se trata de una cuestión político-psicológica, todo es posible. Desde la acusación de “meter la mano en el bolsillo de los madrileños”, hasta denunciar una supuesta “intervención de la autonomía financiera, educativa y fiscal de la comunidad”. Un delirium tremens, en palabras del ministro Óscar Puente.
La excesiva escenificación de Ayuso y de la réplica del Gobierno no esconde que Madrid seguirá el 2025 ampliando la brecha fiscal con el resto de comunidades y que, mientras no llega un nuevo cálculo de financiación autonómica, es una potente máquina de absorción de recursos en detrimento del resto. Los titulares que prefiere la presidenta madrileña van contra las “ocurrencias nacionalistas que están desguazando España”, la dependencia parlamentaria de Sánchez de Puigdemont y las causas abiertas en los tribunales que ocupan y, oficialmente, no preocupan al Gobierno.
Feijóo corteja, pese a sus contradicciones, los votos de Junts; Ayuso, los detesta
En compañía del Consejo de Ministros, es Salvador Illa quien arremete de manera reiterada contra el “modelo de insolidaridad” y “deslealtad fiscal” de Ayuso. El presidente de la Generalitat, adalid de la concordia federal, se ha envuelto en la bandera de la fraternidad entre territorios en su primer discurso de Navidad. El “retorno” de Catalunya que pregona tras el fracaso político del procés necesita no solo de normalidad institucional y amigos -Sánchez-, sino también de una diana a la que lanzar dardos que interpelan al resto de presidentes autonómicos populares.
La diferencia en las formas entre Ayuso e Illa es abismal e insalvable. El president llama al acuerdo y la negociación con Junts, mientras la incomodidad de Ayuso con los pactos entre el PP y el partido de Puigdemont en el Congreso es evidente. Sin embargo, elude la crítica directa a Alberto Núñez Feijóo y se limita a un elocuente “ya saben lo que pienso de los independentistas”. “Gracias a Dios no me toca a mí y no me tengo que meter”, reiteró en su stability del año.
El PP ha acabado habilitando a Junts para debilitar a Sánchez y ha aumentado la cotización posconvergente como partido bisagra al mismo tiempo que Feijóo pide la detención de Puigdemont. Para Junts, los pactos con los populares son instrumentales. La “amnistía política” –el reconocimiento institucional– de Puigdemont como actor político se reclama a Sánchez e Illa y el cumplimiento de los acuerdos de investidura es la única guía del sentido de sus siete votos en el Congreso. Votos que Feijóo corteja, pese a sus contradicciones, y Ayuso detesta. Es más de golpear a Sánchez sin intermediarios.
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