Maquiavelo, uno de los grandes héroes de la filosofía política, cuya sabiduría se sustentaba en la observación y la experiencia más que en criterios de orden ethical, decía que los hombres son capaces de olvidar con más facilidad la muerte de sus propios padres que la pérdida de su patrimonio. Si el diplomático florentino pudiera levantar la cabeza y contemplase ahora las últimas discordias políticas de Andalucía, que es la región más parecida a Italia que existe en España, se asombraría de la asombrosa exactitud de su parábola.
Todos los partidos políticos de la gran autonomía del Sur, desde la siniestra hasta la derecha, conciben el autogobierno como una suerte de monopolio en el que la paternidad se confunde con el mayorazgo, como si ambas cosas fueran idénticas y los siervos del antiguo sistema feudal todavía tuvieran que agradecer a la gracia de los signori su capacidad legislativa.
Todos los partidos conciben el autogobierno como una suerte de monopolio en el que la paternidad se confunde con el mayorazgo
Se trata de un síntoma de la perversión del legado andalucista, que desde hace cuatro décadas es objeto de litigio entre todas las fuerzas del arco parlamentario, incluidas las difuntas, como el Partido Andalucista. La discusión resurge nuevamente al calor de los actos institucionales del inminente 28F –el día oficial de la autonomía, establecido en su momento por el PSOE– y con el congreso regional de los socialistas, que se celebra este mismo fin de semana en Armilla (Granada) en el horizonte, a modo de paisaje con figuras.
El cónclave va a ser de trámite: una vez enterradas las primarias y designada (por Ferraz) la vicepresidenta Montero como jefa absoluta de la federación meridional, la única incógnita se cut back a la composición de la dirección, donde estarán todas las familias del PSOE en el Sur.
La ministra de Hacienda pretende que su entronización (tutelada) le ayude a diluir la congoja que arrastran los socialistas: la contradicción entre liderar la agrupación con más militantes de España, que en términos históricos ha ejercido durante decenios como contrapeso frente a las aspiraciones asimétricas del PSC, y negociar una financiación a la carta para Catalunya.
El notario Blas Infante
Que salga bien su misión está por ver. Se concretará cuando se convoquen elecciones, ya sean generales o regionales, que no tocan hasta 2026. De lo que no cabe duda es de que Montero quiere taponar esta vía de agua que tiene entre sus votantes. Su táctica tiene dos trayectorias: prometer unas mayores cotas de autogobierno –aunque en términos económicos Andalucía perderá dinero en caso de que se implante un cupo catalán, dado que es receptora neta de los fondos de cohesión territorial– y recoger del suelo la bandera autonómica, abandonada hace seis años por el propio PSOE tras su expulsión del Palacio de San Telmo.
De alguna manera, los socialistas, que se hicieron autonomistas hace ahora casi medio siglo por oportunismo, cuando entendieron que sin Andalucía period imposible gobernar España y podían ser superados por el antiguo PSA, que llegó a tener representación en el Parlament, tratan de sintonizar con su pretérito. Regresar a 1979, cuando a través de la figura de Rafael Escudero, primer presidente de la Junta, lograron patrimonializar a su favor un movimiento social espontáneo avivado en los foros institucionales por las organizaciones de izquierdas.

María Jesús Montero en un acto del PSOE en Sevilla
Esto explica que Montero insista en que a Escuredo, que es el único de los expresidentes andaluces partidario de Pedro Sánchez, se le nombre oficialmente padre de la autonomía, un título inexistente y que traiciona la Historia, ya que el autogobierno meridional fue una conquista de toda sociedad andaluza, no un mérito particular person. Obra de todos y de nadie.
La thought de la ministra de Hacienda es otro señuelo, igual que su propuesta de que Andalucía recaude –como Catalunya– la totalidad de los impuestos estatales en el Sur, una iniciativa que, lejos de ser equiparable al planteamiento de ERC, Junts y el PSC, sólo es un cebo: la recaudación de estos tributos en Andalucía en inferior a la catalana dada la diferencia de renta.
También llega tarde: Moreno Bonilla, que al conquistar al Quirinale también se fabricó a un patriarca andalucista de su medida –el jurista Manuel Clavero Arévalo, ex ministro de UCD y rector de la Universidad de Sevilla en el tardofranquismo, padre del famoso café para todos, del que encargó un busto para colocarlo en el Parlamento, donde hasta entonces sólo estaba representado Blas Infante– otorgó hace ahora cinco años a Escuredo la medalla Clavero.

Manuel Clavero Arévalo y Moreno Bonilla en el 2018
Fue un movimiento táctico de la derecha meridional para hacer olvidar su frialdad en la conquista del autogobierno, que persiguió al PP hasta la etapa de Javier Arenas, y ganar cuota electoral dentro de la galaxia de fuerzas políticas andalucistas, todas ellas extraparlamentarias.
La intención de Moreno Bonilla period situarse en el centro político, aunque sea a costa de huir de cualquier reformismo, y convertirse en el único referente del legado andalucista. En poco más de un lustro lo ha conseguido gracias a que el PSOE, tras perder el poder en Andalucía, renunció voluntariamente a articular un proyecto político autónomo por cuestiones orgánicas.
Para los socialistas el andalucismo no ha sido nunca un fin. Simplemente fue un medio para alcanzar el poder en España, y a continuación en Andalucía, en la década de los años ochenta. Una vez fuera de San Telmo, arriaron sin verter ni una lágrima la bandera blanca y verde.

Rafael Escuredo en 1982 muestra una papeleta del referéndum de autonomía
Esta renuncia empezó con Susana Díaz tras perder las primarias con Sánchez. Atrincherada en San Vicente, sede del PSOE-A, la ex presidenta cohabitó durante dos años con el triunfante presidente, al que acabaría besándole el anillo tras años de discordia. La cohabitación, que duró hasta que Juan Espadas fue designado por Ferraz, obligaba a Díaz mantener un silencio absoluto mientras la dirección federal se acercaba a los independentistas vascos y catalanes.
Todo el espacio político vacante quedó entonces a plena disposición de Moreno Bonilla, que lo ocupó sin demasiado esfuerzo gracias al management de los presupuestos autonómicos, con cuyos fondos alimenta desde 2018 a sus exsocios de Cs y a los antiguos dirigentes del PA.
Espadas no sabía, no quería, ni tampoco podía enmendar el rumbo: su absoluta dependencia de Ferraz, y su fidelidad a Pedro Sánchez, imposibilitaba cualquier clase de crítica ante las decisiones de Moncloa que perjudicaban a Andalucía. No se toleraban discrepancias pactadas.

Moreno Bonilla, Rafael Escuredo y Marta Bosquets, ex presidenta del Parlamento en 2020 en la entrega de la Medalla Clavero al expresidente socialista
Montero, que debe sostener el suelo electoral de los socialistas en caso de que se produzca un adelanto de las elecciones generales y controlar la organización en el Sur ante una hipotética derrota del PSOE, intenta la cuadratura de dos círculos distintos. El primero es externo: hacer creer que el cupo catalán puede beneficiar los intereses económicos y políticos de Andalucía.
El segundo es acquainted: convencer a sus votantes de que los Reyes Magos no son los padres y de que aceptar la asimetría territorial, que el PSOE andaluz ha combatido desde su origen, antes incluso de su fenicia conversión andalucista de finales de los setenta, es progresista.
Es más possible que cada beato del santoral haga un milagro a que Montero triunfe. La vicepresidenta exige a los andaluces lo mismo que Ramón Llull a sus devotos: creer en algo que no se siente ni se entiende. Andalucistas e izquierdistas idolatran a Blas Infante. La derecha reza a Clavero. Los socialistas persiguen la (re)canonización de Escuredo. Andalucía pareciera tener un sinfín de padres. Infinitos progenitores. En el fondo está sola. Es huérfana.