El PP y la democracia española tienen un problema amazónico por culpa de Carlos Mazón. La irresponsabilidad de sus actuaciones nos invita a tomar conciencia del momento difícil que viven las democracias cuando los problemas de la sociedad actual son sustituidos por las crispaciones, los bulos y las calumnias. La degradación se convierte en un gran río que empapa la dignidad de cualquier orilla. No se trata ya de manchar la reputación de los inocentes, y recuerdo aquí la figura de Mónica Oltra, sino de abrirle las puertas a gobernantes definidos por la frivolidad, más atentos al circo mediático que a la gestión. Siempre tienen programa, eso sí, porque la tarea de destruir los servicios públicos en favor de los negocios privados es un programa. Pero el revuelo crispado hace posible el encumbramiento sin pudor de personajes bañados por la frivolidad. Ni siquiera se conmueven con el sufrimiento de los seres humanos a los que se les llenan de barro los pulmones.
Me doy cuenta de que tenemos todos un problema amazónico cuando me alegro de que el PP no fuerce la renuncia de Mazón. Cuanto más tarde en dimitir, mejor para los resultados electorales de la izquierda. Pero tardo poco en comprender que muchos votos se volcarán como un vómito en Vox, y que la democracia necesita una derecha seria, ajena a los bulos y fanatismos de la extrema derecha. Nos conviene salvarnos del gran río fanático de la crispación. Nos convienen partidos que obren con firmeza ante la corrupción o la frivolidad. Mazón debe dimitir por su comportamiento impresentable ante las aguas de Valencia.
En todo este asunto tristísimo, ha sido una suerte que Nuria Ruiz Tobarra, titular del Juzgado de Instrucción 3 de Catarroja, nos recuerde que hay muchos jueces y juezas decentes. Cumplen con su trabajo sin caer en las trampas mediáticas de la crispación. Es importante, porque nos habían hurtado la fe en una justicia muy despeinada.