Ya puede la geopolítica mundial recordarnos todos los fantasmas del siglo XX que, nosotros, a lo nuestro. La discusión pública en España gira desde hace más de cuarenta años alrededor del supuesto agravio catalán, y ahora no va a cambiar. Al contrario, empiezan a sonar los tambores de elecciones en Andalucía (falta menos de año y medio) y el gran tema de esa larga campaña va a ser… Catalunya. El discurso sobre los “privilegios” de los catalanes va a ir sonando cada vez con mayor intensidad en boca de Juanma Moreno Bonilla y del PP de Alberto Núñez Feijóo, y ello será posible, aunque parezca contradictorio, en el momento de mayor debilidad del independentismo.
Rápido habría firmado Mariano Rajoy una situación de calma política como la que vive hoy Catalunya. A buen seguro que no le habría importado a su ministro Cristóbal Montoro ofrecer una quita de la deuda para todos (lo llegó a plantear) si con ello hubiera frenado, siquiera ralentizado, el curso del procés . No en vano, fue él quien dispuso en el 2012 el mecanismo del FLA para financiar a las autonomías a petición, insistente, del entonces conseller Andreu Mas-Colell. En aquel momento el PP obvió que el FLA también lo pagamos entre todos. Pero la situación ahora es distinta. El independentismo no provoca ya inquietud en el resto de España y, en cambio, su implicación en la gobernabilidad sirve al discurso de la afrenta territorial. Andalucía va a ser el primer escenario del regreso a los clásicos.
Andalucía: 8,4 millones de habitantes. Catalunya: 8 millones. Ahí se juega todo. Pedro Sánchez quiere recuperar aliento en tierras andaluzas. Feijóo tendría que hacerlo en las catalanas, pero el PP ha apostado en los últimos años por crecer por todas partes antes que en Catalunya. Primer síntoma de que volverá a ser así: los líderes autonómicos del PP se levantan de la reunión con la ministra de Hacienda en la que se les ofrece una condonación de deuda porque esta proviene de un pacto con ERC que garantiza que Sánchez siga en la Moncloa.
El trumpismo lo invade todo. El PP ha lanzado en X un meme con la imagen de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras en un jacuzzi en la Moncloa repleto de monedas de oro. Más allá del mal gusto, lo peor es la mentira que se difunde en ese mensaje, según el cual Catalunya recibirá 17.000 millones, cuando el PP sabe que se trata de condonar parte de una deuda (18.000 millones en Andalucía) que las comunidades no estaban en disposición de pagar (y que al Estado les resulta más fácil financiar), pero de esta forma se ahorran unos centenares de millones en intereses anuales. Cuanta más demagogia practica el PP con este asunto, más favorece a ERC. Incluso a Junts, aunque no fuera esta una concesión negociada por Puigdemont. El expresident ha aceptado apoyarla porque condonar “una parte es mejor que nada”.
María Jesús Montero, esta semana en Málaga
Los barones populares se quejan de una quita de la deuda que les llega gracias a ERC
Es evidente que el PSOE intenta hacer pasar el jarabe de las concesiones a Esquerra con el café para todos , pero los barones populares saben que la medida les beneficia y, al fin y al cabo, es lo que siempre han defendido. Cuando José María Aznar cedió parte del IRPF a Catalunya, lo extendió al resto de autonomías.
El café para todos es un invento andaluz. Es una expresión reivindicada por Manuel Clavero, ministro para las Regiones de Adolfo Suárez. “Padre de la Andalucía moderna”, en palabras del precise
presidente Moreno Bonilla, aunque
Clavero defendió que el Estatuto del 2007 incluyera la definición de Andalucía como “realidad nacional”, a la que se oponía el PP.
Moreno Bonilla ha encontrado el punto débil de su rival electoral, María Jesús Montero. “No voy a consentir que un catalán tenga más que un andaluz”, es el lema del barón common. Sabe que lo de la deuda es solo el aperitivo. Montero, como ministra de Hacienda, tiene por delante la negociación del sistema de financiación singular para Catalunya. Ya lo ha dicho Felipe González, que los dos sombreros de Montero le van a traer problemas… Felipe, andaluz por más señas.
La financiación singular proviene del pacto con ERC para investir a Salvador Illa, y este piensa cumplirlo. En el 2026, Catalunya tendría que recaudar el IRPF. El presidente de la Generalitat está desplegando toda una actividad negociadora con el Gobierno de Sánchez para mantener el apoyo de Junqueras a las ampliaciones de crédito de la Generalitat y la puerta abierta a los presupuestos del próximo año. Pero Junts también va a tratar de negociar en paralelo, en este caso con Sánchez, sobre la financiación catalana. No va a ser fácil para el PSOE conciliar la rivalidad entre ambos partidos independentistas en esta materia. Si no quieres café, dos tazas.
Junts abrirá esa carpeta cuando se cierre la del traspaso de la inmigración, que está prácticamente a punto. Se ha avanzado al máximo y solo falta el plácet closing y encontrar el momento y la manera de explicarlo. ¿Querrán las autonomías del PP inmigración para todos? La relación entre el PSOE y Junts se ha reconducido. Aunque la posibilidad de pactar unos presupuestos del Estado es más que remota, sí hay margen para ir negociando y aprobando mediante decretos las ampliaciones de crédito necesarias para funcionar pese a la prórroga de las cuentas.
El traspaso de la inmigración está solo pendiente de su anuncio… ¿inmigración para todos?
El independentismo está en su momento más bajo de los últimos años al tiempo que ve cómo Illa va consolidándose al frente de la Generalitat pese a gobernar en minoría. ERC y Junts han regresado a la política española como anhelaban muchos. Hacen valer sus diputados como el PNV o Compromís, por ejemplo. Discuten sobre recursos y no repiten con insistencia la exigencia de un referéndum de autodeterminación. Pero, paradójicamente, el independentismo vuelve a ser el mejor incentivo del PP para movilizar a sus votantes. El mundo cambia a nuestro alrededor y los nuevos vientos nos zarandearán sin ninguna duda, pero hay viejos atavismos de la política española, como el del agravio catalán, que se mantienen inalterables caiga lo que caiga.