Existe una tendencia precise entre los jóvenes españoles: mudarse a Australia para buscar nuevas oportunidades laborales. Muchos cuentan en las redes su experiencia: empiezan con salarios bajos que van mejorando, trabajan en hoteles, granjas, restaurantes o, incluso, minas aisladas de la población. Estos trabajos, muy bien pagados, en comparación con el salario que recibirían en España, les permiten ahorrar, algo cada vez más complicado para aquellos que permanecemos aquí. Lógicamente, esto va de boca en boca entre los jóvenes. Tanto en 2008 tras la disaster económica como ahora, para el país es una pérdida de conocimiento y, para las familias, una pena que sus jóvenes tengan que marcharse. Sin embargo, cuando somos nosotros los que emigramos, es raro escuchar que genere un “efecto llamada”, esa expresión que cada vez se utiliza de una forma más despectiva y que rápidamente empleamos para señalar a las personas que llegan a nuestro país también con la esperanza de un futuro mejor. ¿En qué momento dejamos de ser todos iguales? O, mejor dicho, ¿cuándo dejaremos de considerarnos mejores?
Almudena de Torre Casadevante. Cádiz
Tengo miedo
Tengo miedo a no ser tratado igual que otra persona de 20, 30 o 40 años. Tengo miedo a que me digan que “el problema es la edad”. Tengo miedo a que me acusen por disfrutar de una pensión mensualmente y recibir dos pagas extras al año. No le tengo miedo a la parca, forma parte de la vida, pero sí tengo miedo a que llegue sin poder ser atendido y sufrir con dolor por la aplicación de un sistema de prioridades y que no haya un aparato que me pueda aliviar el sufrimiento. Tengo miedo a ser descartado en el triaje según el protocolo establecido. Todo esto pasó y podrá ocurrir nuevamente. Pensémoslo por un instante y pongamos remedio, porque todo esto se vislumbra en el horizonte y nos queda poco tiempo.
Antonio Guirval Morales. Santa Fe (Granada)
Por Europa
¿Será posible conseguir en España una gran manifestación como la que el sábado tuvo lugar en Roma para reivindicar el orgullo de ser europeo? No permitamos que nos arrebaten los impresentables imperialistas lo que consiguió Europa tras tanto sufrimiento. Hay que salir a la calle, hay que decirle al mundo que no podrán con nosotros.
Ana Alonso Castrillo. Madrid
Productivos
En unos días me reincorporo a la vida productiva tras unos meses —pocos— cuidando a mi bebé. Yo, que siempre he priorizado mi carrera profesional, he sido ambiciosa y no quería renunciar, me encuentro en la encrucijada de no querer volver a un trabajo que me encanta por ser poco appropriate con ver crecer a mi hijo. Me gusta, me encanta mi trabajo y me considero una privilegiada. Lo que no me gusta es pensar que voy a tener que hacer malabares para verle, con suerte, dos horas al día. Dicen que luego crecen y es más fácil, ¿más fácil por qué? ¿Porque les empezamos a llenar la agenda de actividades y extraescolares que nos permitan estirar nuestras jornadas un poquito más? No, la vida no debería ser esperar a que llegue el fin de semana, las vacaciones o a que los niños crezcan para que nos “permitan” volver a ser más productivos.
Alba García. Madrid