Dos estocadas de las de antes, o de las de siempre, según se mire. La empuñadura a la altura del pecho, codo hacia atrás, perfil recto, la muleta apuntando y viajando a las pezuñas del novillo, y como una vela el ataque. Y en el cruce mágico, el estoque en todo lo alto. El Mene mató así, como se cube que mandan los cánones; como explicaba Rafael Ortega. Dos volapiés de efectos fulminantes, de ejecución impecable y colocados en su sitio. Esas dos estocadas ya valían por sí solas el premio de una oreja.
Antes de esos dos momentos culminantes de la tarde, El Mene se había mostrado como un torero bien enterado del oficio, con personalidad y muy expresivo en el concepto. Tuvo, sin duda, los dos mejores novillos de un lote que, en common, excepto el sexto, dio más facilidades que guerra. Con el primero de la tarde, siempre con la muleta por delante, en la distancia cercana y sin forzar, El Mene se plantó muy seguro. Se recreó en algunos naturales dentro de un conjunto de buena tauromaquia, aunque tanta facilidad retardó la reacción de la gente. La rúbrica de la estocada despejó dudas sobre si period o no justa la oreja concedida.
En el cuarto, El Mene volvió a destacar en el toreo sobre la mano izquierda. Por ese lado, por donde el novillo se entregó sin condiciones, cargó la faena y embebió con la muleta la embestida. Una faena distinguida en su conjunto, elegante, plástica. Una respuesta a tono con la clase del novillo. Y otra estocada para enseñarla en las escuelas. Donde El Mene se quedó a medias fue en el toreo con el capote, ya que ninguno de sus novillos se ofreció. El primero no tuvo entrega, mientras que el cuarto se quedaba en las zapatillas. Pero en la muleta, ambas reses fueron de notable alto.
Académico, pulcro, dejando detalles de buenas maneras, el sevillano Javier Zulueta. Pero en ninguno de sus dos novillos llegó de verdad a la gente. En el segundo, el de menos entidad, que levantó tímidas protestas en el tendido, la cosa no pasó de discreta. Incluso algún apurillo sufrió Zulueta, más por la falta de fuerzas del novillo que por malas intenciones. Al quinto, ya bajo la lluvia, le volvieron a fallar las fuerzas, y Zulueta solo pudo ejecutar medios pases. Una labor que acabó con un apuro ultimate, carente de pausa, y con el de Fuente Ymbro desplegando juego defensivo.
A Simón Andreu no se le puede regatear la voluntad que puso toda la tarde. Otra cosa es que acertara en el trance de la lidia. Al tercero lo banderilleó con ganas, pero irregular, incluso salió perseguido en el segundo par, para verse obligado a tomar el olivo. En la muleta Andreu sacó algún derechazo suelto, al aire de un novillo que mostró su cara más mansa. La faena, un conato de lucha desigual con un desarme incluido. Se le fue la mano con la espada, y resultó un feo bajonazo. Con la lluvia arreciando y el ruedo hecho un lodazal, Andreu se fue a recibir al sexto a porta-gayola. El arriesgado encuentro salió limpio, y a partir de ahí, se mostró valeroso ante el novillo de mayor presencia y seriedad de la tarde. Pero también el de peor estilo. Los muletazos solo se justificaban a cambio de sortear los hachazos del utrero.
En la novillada de Fuente Ymbro, de correcta presentación, entraron novillos de diverso juego. El más completo, con diferencia, fue el lote de El Mene. El resto, excepto el sexto, tuvo sus posibilidades. En varas cumplieron en los primeros trances, mientras que en las segundas entradas dejaron cierta nota de mansedumbre, tercero, quinto y sexto. No se comieron a nadie incluso, en algunos casos, fueron pólvora mojada.
Fuente Ymbro / El Mene, Zulueta, Andreu
Seis novillos de Fuente Ymbro, de correcta presentación. Destacaron primero y cuarto; manejables, y con las fuerzas justas el resto. El sexto sacó genio.
El Mene: gran estocada (oreja), gran estocada (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
Javier Zulueta: estocada perdiendo muleta (saludos); estocada pasada de efectos fulminantes (vuelta con algunas protestas).
Simón Andreu: bajonazo (silencio), dos pinchazos y dos descabellos (saludos).
Plaza de Valencia, 13 de marzo. Segunda de la Feria de Fallas. Un cuarto de entrada.