Han sacado al robot cuadrúpedo por la puerta trasera de la compañía para una demostración: 56 kilos, aleación de titanio, un cerebro potenciado por la inteligencia synthetic (IA) capaz de identificar el terreno y adaptar sus movimientos. Sirve para operaciones de rescate, labores de seguridad y logística y tareas de policía. El bicho sube escalones, se pasea por el barro, corretea hasta unos setos. Los visitantes sacan fotos. Varios de ellos son empresarios interesados en hacerse con un ejemplar. Uno, cuya compañía pretende adquirirlo para realizar tareas de vigilancia en un parque industrial, prueba su resistencia propinándole una tremenda patada: el robotic recula un par de pasos, pero ni se inmuta. La escena transcurre en un parque junto a un canal, y algunos vecinos ―como una mujer con un carrito de bebé― se detienen admirados. Estas son el tipo de cosas que uno puede ver en Hangzhou, una ciudad de casi 12 millones de habitantes en la costa Este de China: el nuevo Silicon Valley native.
La urbe, en la provincia de Zhejiang, ha cobrado protagonismo como polo tecnológico desde la irrupción de DeepSeek, la IA china cuyo modelo compite mano a mano con OpenAI, a un coste mucho menor. DeepSeek es puro ADN de Hangzhou: su fundador, Liang Wenfeng, se graduó en la Universidad de Zhejiang, que tiene su campus en la ciudad, y años más tarde, en 2023, estableció aquí su sede.
La pulsión tecnoempresarial de Hangzhou se percibe desde que uno llega a la estación en tren bala: un enorme panel muestra la ubicación en el aparcamiento del didi (el uber chino) que cada viajero ha pedido con el móvil. Aquí han florecido numerosos gigantes tecnológicos, como Alibaba, el conglomerado de comercio electrónico, o la compañía de servicios de web NetEase. Su presencia ha contribuido a alumbrar un ecosistema con abundancia de jóvenes dedicados a la tecnología. Y esto ha promovido a su vez el nacimiento de una nueva oleada de empresas locales, bautizadas en la prensa china como los Seis pequeños dragones: start-ups prometedoras entre las que se encuentra DeepSeek; el estudio de videojuegos Sport Science, creador del exitoso Black Fable: Wukong; la interfaz cerebro-máquina de BrainCo y la empresa especializada en robots cuadrúpedos Deep Robotics, cuya máquina acaban de patear en el parque.
Deep Robotics tiene, además del nombre, una historia muy comparable a la de DeepSeek. Fue fundada en 2017 también por dos exalumnos de la Universidad de Zhejiang. Ahora tiene cerca de 200 trabajadores. Y un número de pedidos de robots con el que no dan abasto, según Zhang Yatao, director de Ventas en el Extranjero de la empresa. No da la cifra exacta. “Es confidencial”, cube. “Porque tenemos una cooperación estrecha con el Gobierno”.
Zhang coloca el campus universitario entre los motivos fundamentales para el desarrollo de la ciudad. “Sin esto, no es posible hacer alta tecnología”. Lo compara con la ETH de Zúrich (donde fue alumno y dio clase Einstein) y el MIT en Boston. Otros la asemejan a Stanford, la cantera de Silicon Valley. La universidad, según algunos rankings chinos, es la tercera del país. Ocupaba en 2023 el sexto lugar mundial en el índice de instituciones investigadoras de la revista Nature. Destaca en las carreras tecnológicas. Y es conocida no solo por la investigación, sino por fomentar la puesta en práctica de concepts mediante empresas.
A esto, añade Zhang, hay que sumar el apoyo de las administraciones. “Al principio es muy difícil: no hay beneficio, ni oficina, ni fábrica…”. Y mientras habla, en la estancia de demostraciones, se pasean varios de sus robots entre los visitantes. El secreto, cube, es su algoritmo de management de movimiento. “Significa que puede detectar el entorno. Reconoce montañas, escaleras, el terreno”. Le programas una rutina, un circuito de un punto A a otro B, y a partir de ahí se desempeña por sí mismo. No es difícil imaginar guerras del futuro entre autómatas similares. Quizá geriátricos a los que llenar de alegría con sus carantoñas.
Esta sede, prosigue Zhang, se la alquila el Gobierno native con precios muy bajos en los primeros años; también reciben ayudas para la promoción en el extranjero, viajando a ferias internacionales. Y la ciudad, concluye, cuenta con un ritmo de vida menos estresante que Pekín, Shanghái o Shenzhen, otro de los vectores tecnológicos del país, donde el coste de la vida se ha disparado. Eso es atractivo para los jóvenes. “Es posible encontrar un equilibrio entre trabajo y vida”, cube. “Y la ciudad es muy hermosa”.
Hangzhou es gigantesca. Hay zonas plagadas de turistas, con barrios de aspecto antiguo y un lago de ensueño, y áreas modernas con torres de vidrio y acero y gente joven sorbiendo cafés. Fue elegida el año pasado en el primer puesto del índice de las ciudades chinas con mejor desempeño del Milken Institute estadounidense. El informe destaca su evolución, desde la industria turística, a convertirse en un centro neurálgico del comercio electrónico, impulsado por el Grupo Alibaba, una de las mayores empresas de comercio en línea del mundo; cita también su variado panorama industrial; las “considerables” inversiones en ciencia y tecnología y “el flujo constante de talentos de alta calidad” que proporciona la Universidad.
Desde la irrupción de DeepSeek, también se ha convertido en destino de blogueros y curiosos. Uno de ellos, que está arrancando una publicación sobre tecnología, se encuentra frente a un edificio de oficinas llamado Galaxy Worldwide. En una de las plantas tiene su sede la empresa de IA, pero los vigilantes de seguridad se mantienen firmes: “No aceptan la visita de nadie”. Así que el bloguero, que admira el modelo tecnológico de la ciudad, prosigue su ruta hacia la sede de Unitree, otra compañía de robots humanoides.
El fundador de DeepSeek solo ha concedido dos entrevistas de forma previa al terremoto bursátil que provocó en enero. Ahora, es venerado entre los gurús tecnológicos de China. A mediados de febrero, fue recibido por el presidente, Xi Jinping, en un raro encuentro con empresarios del sector. El máximo líder les prometió apoyo, pero también les pidió compromiso patriótico.
Restricciones e innovación
La apuesta tecnológica de China viene marcada desde lo más alto. Pekín percibe que en este terreno se desarrolla buena parte de la carrera de superpotencias con Estados Unidos. Washington lleva desde la primera period de Donald Trump azuzando con restricciones tecnológicas al gigante asiático. DeepSeek ha sido motivo de orgullo nacional, en parte porque se ha desarrollado a pesar de esa presión externa. “Donde hay un bloqueo, hay un avance; donde hay represión, hay innovación”, resumía el ministro de Exteriores, Wang Yi, este viernes al ser interrogado por DeepSeek en una comparecencia. Hangzhou es parte central de la estrategia de las autoridades comunistas: “La innovación es la principal fuerza motriz del desarrollo”, animó el primer ministro, Li Qiang, en una visita a la localidad en diciembre.
“Es una ciudad innovadora, y es buena para los jóvenes”, resume Xiao Yuan, de 25 años, mientras juguetea con los palillos entre la carne del pescado en un restaurante de un barrio llamado Future Sci-Tech Metropolis, que alberga numerosas empresas entre parques con nombres tipo “Three Dimensional Future Park”.
Xiao Yuan no es su verdadero nombre. Prefiere ocultarlo porque la empresa para la que trabaja ―una tecnológica de primer nivel, de esas que tienen problemas con Estados Unidos― no permite que hable con la prensa. Es matemático, experto en algoritmos y su compañía, con sede en otra ciudad, cuenta con varios miles de trabajadores en Hangzhou.
Él ahora gana unos 30.000 yuanes brutos al mes (3.800 euros). Vive con su novia no muy lejos. Y la conversación es interesante: lo mismo habla del reconocimiento de espacios tridimensionales mediante láser que de la próxima revolución industrial de la IA. Tras la comida, guía entre rascacielos. Y con un café en la mano comenta sobre las restricciones estadounidenses: “En el corto plazo sí pueden frenar el desarrollo de China, pero a largo plazo no es necesariamente malo, porque puede forzar a China a hacer innovaciones”.