Del simpaticón “Tira de la ruletaaaa” al gutural “El sueño de la razón produce monstruos”. De “A por el booote, oeee” a “Desde que morí he ido vagando, el Señor no se apiadó de mí”. De animar a los concursantes de la televisiva La ruleta de la suerte a congregar a lo más granado del heavy metallic patrio en el proyecto musical Legado de una tragedia para componer óperas rock basadas en las vidas y obras de artistas como el escritor Edgar Allan Poe o el pintor Francisco de Goya. La melena de Joaquín Padilla, cantante del veterano programa de Antena 3, revela que tras la máscara televisiva late un heavy con profundas inquietudes musicales, culturales e históricas. El músico come del concurso de televisión mientras desarrolla un proyecto que empezó hace dos décadas y que le reporta muchos menos ingresos económicos. La última obra, inspirada en historias de terror de H. P. Lovecraft, es la sexta entrega de la serie y de nuevo cuenta con la participación altruista de destacados profesionales: “Somos las gentes del rock unidas para hacer arte”.
Padilla, de 48 años, se lanzó a esta aventura en 2004 movido por la inquietud juvenil de sentirse un “apasionado de musicales clásicos como Los miserables”, pero con el metallic en la sangre desde los 12, envenenado por Judas Priest o Iron Maiden. De aquella mezcla surgió el interés hacia óperas heavies como las del proyecto alemán Avantasia. “Se me ocurrió la thought de un musical, una ópera clásica heavy, con un all star de cantantes y un personaje para cada uno. Me metí en el proyecto sin tener a los artistas. ‘Hola, mira, soy un tipo que si me conoces es por algo ajeno al heavy, pero quiero hacer algo muy guay’, les dije. Tardé cuatro años en armar el elenco con muchas primeras espadas y fue un éxito”, recuerda Padilla, que entonces period vocalista de la banda Iguana Tango. Tiró de agenda y labia para producir en 2008 el primer Legado, con 21 cantantes, tres baterías, seis bajos, 12 guitarras y tres teclados, una obra dividida en tres entregas dedicada a Edgar Allan Poe, que combina la historia actual del escritor con historias fantásticas inventadas por Padilla.
La propuesta, que de entrada podía parecer disparatada, cobró peso mientras se apuntaban músicos consagrados dentro del rock español, como Leo Jiménez, Patricia Tapia, Tene Novoa, Diva Satánica, Carlos Expósito o Jorge Salán, o sea, algunos de los primeros espadas del heavy nacional. Padilla, que también interpreta a distintos personajes, analiza cada épocas históricas, desde el lenguaje a los instrumentos musicales de la época, para adecuar su creación a cada temática y seleccionar qué cantante es el más adecuado para cada papel. Así obró en todos los Legados: a los tres de Poe se unen otro sobre los cruzados y los templarios, otro sobre la conquista de Roma y el emperador Claudio sobre la Britania de los druidas, y el penúltimo, el único sobre un español, acerca de Goya y sus pinturas negras
Ahora, Lovecraft encarna la evolución musical de Padilla, inmerso en una etapa “más oscura” que requiere otras voces, tonos y composiciones. Los agudos, guturales y rasgueos de guitarras suenan bajo la batuta del director de esta siderúrgica musical, que evalúa qué perfil es el mejor para ejercer de enterrador en la obra de Poe, el papa Bonifacio en El secreto de los templarios, la reina Cartimandua en Britania o Baco o el Macho cabrío en el goyesco Aquelarre de sombras. De ahí brotan canciones sobre El gato negro, La quinta del sordo o Y Judas traicionó al Señor.
“El disco de Lovecraft nace por accidente. Tenía escrita una obra de terror gótico unique, basada en nada actual, pero no estaba toda la música. Iba a ser la siguiente a la de Goya, pero en el proceso de investigación solo leí cosas relacionadas con el tema, música, documentales, libros, novelas, para empaparme del espíritu o vocabulario. Para preparar esta obra gótica empecé a releer a Lovecraft, releí Las montañas de la locura, me calenté y salió el disco”, explica Padilla, asfixiado por la reducción de ventas de cedés, vía de supervivencia para Legado de una tragedia. “Es un drama que no se compren discos. Spotify te da un abrazo a fin de año”, lamenta el autor, que respira económicamente gracias a tener su propio estudio de grabación, por donde desfilan los colaboradores: “Saben que no dan los números y cantan free of charge. Lo que sacamos de los discos es para cubrir costes. Mi negocio es otro, pero me encanta el heavy y quiero seguir”.
Padilla, siempre rumiando cómo perfeccionar los Legados, anuncia su gran sueño: un concierto a finales de año o principios del siguiente. El problema: las agendas de miembros de grupos tan dispares. Todo se andará, confía este “obsesivo” compositor de las letras y músicas de las óperas rock. Si funciona la convocatoria del aquelarre musical, quizá lleguen las ganancias. El proyecto, concluye Padilla, ya vale la pena por satisfacer el “objetivo didáctico”: “Muchos profesores usan los discos en clase y los chavales lo entienden de otra manera. La educación debería abrirse a las artes”. El legado del Legado, sonríe, “es que mucha gente se acerque a leer a Dante o a Poe o venga a España desde México a ver las pinturas de Goya”.