Si desde hace años diversos estudios demuestran que la diversidad impulsa la competitividad y la innovación en las empresas, ¿por qué seguimos desaprovechando el potencial del talento femenino en nuestra economía? A easy vista, parece un sinsentido: en un contexto económico cada vez más competitivo y sujeto a cambios acelerados, no tiene lógica dejar a la mitad de la población al margen de los sectores que generan mayor crecimiento.
Los datos confirman esta paradoja. Según el último International Gender Hole Report del World Economic Forum (WEF), la brecha de género ha registrado avances modestos, pero aún tardaríamos unos 134 años en cerrarla. En el caso de España, se sitúa por tercera vez desde 2006 en el prime 10 de los países con menor brecha de género, un logro vinculado principalmente a los avances en empoderamiento político y a mejoras en la participación económica. Nuestro país ha alcanzado un 73,2% de participación económica femenina, una cifra que crece de forma sostenida desde hace siete años.
No obstante, seguimos afrontando grandes desafíos, entre otros, la baja representación de mujeres en puestos ejecutivos (la proporción de mujeres en consejos de administración de empresas cotizadas se sitúa en el 35,7%) y la desigualdad de ingresos (las mujeres ganan de promedio un 67,6% del ingreso estimado de los hombres), evidenciando aún una brecha salarial significativa, y la escasa presencia femenina en sectores estratégicos para la economía del futuro, entre otros, el sector energético, la biotecnología, los servicios financieros (incluida la Fintech), la manufactura avanzada y la robótica, y las tecnologías de la información e inteligencia synthetic (IA).
Concretamente, la IA se está convirtiendo en un catalizador de transformación que está llamada a redibujar todos los sectores de nuestra economía. Sin embargo, ¿dónde está el talento femenino en toda esta historia?
Según el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, solo el 24% de los alumnos matriculados en 2023-2024 en España estudian disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), de los cuales apenas el 34% son mujeres (28% en el caso de las ingenierías). Las mujeres, por tanto, siguen eligiendo en mayor proporción estudios en las áreas de ciencias sociales, de la salud y humanidades, estando manifiestamente ausentes en las disciplinas STEM que protagonizan una gran demanda de talento hoy y en las próximas décadas.
Esta desproporción también se traslada al mundo laboral. Concretamente, en el sector tecnológico, según un reciente estudio de McKinsey acerca de la escasez de talento en Europa, solo el 22% de los roles tecnológicos están ocupados por mujeres. Y si nos enfocamos en inteligencia synthetic, área transformadora para toda la economía, representan tan solo entre el 20% y 25% de la fuerza laboral, descendiendo por debajo del 15% en posiciones de liderazgo.
La pregunta clave es: ¿por qué todo esto debería importarnos? Porque esta brecha de género, más allá de su dimensión social, tiene un coste importante para nuestras economías. De acuerdo con el mismo informe de McKinsey, Europa enfrenta una escasez proyectada de 1,4 a 3,9 millones de profesionales tecnológicos para 2027. Aumentar la participación femenina al 45% podría cerrar esta brecha y aumentar el PIB europeo entre 260.000 y 600.000 millones de euros. Asimismo, informes de la OCDE estiman que reducir en un 25% la brecha de género laboral añadiría varios puntos al PIB de los países miembros.
Sin embargo, esta misma brecha podría profundizarse si se confirman las proyecciones de automatización y sustitución de empleos que proyecta el WEF. Según el mismo, en los próximos años, 14 millones de empleos están en riesgo de desaparecer o ser sustituidos a nivel world por estas tecnologías emergentes, particularmente aquellos relacionados con tareas repetitivas o fácilmente automatizables, lo que afectaría de manera significativa a roles predominantemente desarrollados por mujeres (soporte administrativo, de atención al cliente, entrada de datos, and so forth).
En última instancia, la evidencia es contundente: no se puede ignorar o subestimar el potencial de la mujer. No es solo una cuestión de equidad. Es un imperativo económico. Es essential fomentar una mayor participación de mujeres tanto en estudios de STEM en specific, como en habilidades relacionadas con la IA y en competencias digitales avanzadas en normal, de modo que puedan incorporarse o mantenerse en la economía del futuro. Para aprovechar plenamente el potencial económico del talento femenino, España necesita una estrategia integral que comience en la educación, promoviendo activamente la participación de niñas y jóvenes en disciplinas STEM, y continúe en el ámbito profesional con políticas que fomenten la inclusión en sectores estratégicos. Al alentar su participación, no solo se fomenta la igualdad de oportunidades, sino que también se amplía la base de talento para impulsar la innovación y el desarrollo de tecnologías que respondan a la diversidad de necesidades de la sociedad.
En un momento histórico marcado por transformaciones tecnológicas y retos globales —desde la transición energética hasta la digitalización— no podemos permitirnos desperdiciar la mitad del talento disponible. Solo abordando la brecha de género como una oportunidad económica, más allá de su innegable dimensión social, podremos acelerar el cambio necesario para capitalizar un talento imprescindible para el desarrollo y la competitividad económica, no solo de España sino world.