Invoice Keaggy es el tipo de persona que convierte lo trivial en fascinante. Con una curiosidad casi detectivesca, este artista y escritor estadounidense ha pasado años recopilando listas de la compra extraviadas y publicándolas en su internet y en el libro Milk Eggs Vodka: Grocery Lists Misplaced and Discovered (leche, huevos, vodka: listas de la compra perdidas y encontradas). Lo que para la mayoría son papeles destinados a acabar en la basura, para Keaggy son cápsulas del tiempo que recogen historias, deseos y, a menudo, un toque de humor involuntario. “Cada lista es única, pero también common”, explica Keaggy, radicado en San Luis, Misuri, desde donde dirige su agencia de comunicación visible estratégica Tremendousness. “Nos recuerda lo humanos que somos, incluso cuando olvidamos comprar lo más importante”.
En esas listas, cuidadosamente archivadas en su internet, hay de todo: tachones, notas apresuradas, combinaciones de compras que desafían la lógica. Desde “pan, leche y aguacates” hasta el enigmático “un abrazo”, Keaggy encuentra en estos retazos de lo cotidiano una fuente inagotable de historias. “Es como mirar por una ventana y atisbar la vida de alguien más, aunque solo sea por un segundo”, comenta. Pero si estas cápsulas del día a día nos dicen algo, es que lo mundano tiene una belleza inadvertida, un potencial de conexión que trasciende las palabras.
Las listas de la compra tuvieron su eclosión en España cuando el exfutbolista del Actual Madrid Manolo Sanchís protagonizó en 2017 un incidente que agitó las redes cuando, sin querer, publicó en Twitter una foto de su “lista de la compra”. Pero esta no period una lista cualquiera. En ella se podían leer anotaciones que parecían sacadas de un thriller más que de un supermercado: “Balas para la 300”, “protector bucal”, “balas para el 243”, “dos perras” y “cacao para la mama”. La imagen, que se coló en un selfi que Sanchís compartió desde la cabina de retransmisión en el Bernabéu, fue rápidamente retirada, pero no antes de desatar una ola de comentarios jocosos e infinidad de teorías descabelladas.
Keaggy, de haber conocido el caso, lo habría considerado un tesoro. “Es fascinante cómo algo tan pequeño puede provocar una reacción tan grande”, reflexiona. “Lo que más me interesa de estas listas no es lo que contienen, sino lo que nos hacen imaginar. Nos cuentan una historia incompleta y nos invitan a completarla”.
En la internet The Grocery List Collection, cada lista que comparte Keaggy invita al mismo juego. Un papel garabateado con “galletas, pasta, algo para la tos” no es solo una compra, sino un indicio de un día, de una persona. A veces, la información es clara y directa; otras, es pura elipsis. “La gente se ríe de lo que encuentra extraño o absurdo, pero al last es algo profundamente humano”, explica.

Milk Eggs Vodka lleva esta concept al extremo, recopilando las listas más memorables de su archivo. Un retrato colectivo de lo que significa ser humano en una sociedad obsesionada con lo inmediato. Keaggy lo cube mejor: “Lo que compramos, lo que olvidamos, lo que anotamos apresuradamente…, todo ello cube más sobre nosotros de lo que podríamos imaginar”.
Y quizá ahí reside la razón por la que estas listas generan tanto interés. Porque, como la de Manolo Sanchís, son inesperadas, espontáneas, y en su rareza conectan con algo más profundo. Nos hacen recordar que incluso en el supermercado, en las tareas más mundanas, todos somos protagonistas de pequeñas historias que alguien podría llegar a considerar arte. O, al menos, entretenimiento de calidad.