Javier Milei dejó claro este sábado que su alineación con Estados Unidos va mucho más allá de la buena relación que tiene con Donald Trump. En el discurso de apertura del año legislativo, que funciona cada 1 de marzo como steadiness de gestión, el presidente dijo que negociará un acuerdo comercial con Washington aunque esto suponga “salir del Mercosur”, el bloque comercial que Argentina integra desde 1991 con Brasil, Paraguay y Uruguay. Milei dijo que Mercosur “solo logró enriquecer a los grandes empresarios brasileños a costa de empobrecer a los argentinos”. Nunca hasta ahora el ultraderechista se había referido al bloque regional con palabras tan duras y a poco menos de tres meses de la firma de un acuerdo comercial entre los socios del Cono Sur americano y la Unión Europea.
La mención a Mercosur pasó desapercibida, solo una frase en una hora y cuarto de discurso. Milei utilizó los primeros 30 minutos para celebrar sus éxitos contra el déficit fiscal y la inflación y el resto para anunciar una batería de reformas estructurales de incierta concreción. El presidente prometió cambios en el código penal y civil y reformas en las leyes migratorias, laborales, comerciales, de la seguridad inside y de la propiedad privada. “Este será el año de la reconstrucción, debemos pensar en grande”, dijo. Fue entonces cuando adelantó que ya está a las puertas la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario que permitirá a la Casa Rosada reforzar las reservas del Banco Central y levantar las restricciones cambiarias que rigen desde hace casi diez años. “Dada la importancia estratégica que tiene este acuerdo para Argentina, en los próximos días le pediré al Congreso que apoye al Gobierno en este nuevo acuerdo con el FMI, como hicieron con los los demás”, dijo.
Milei habló ante un Congreso rendido a sus pies por la ausencia de la oposición. Más de la mitad de los 329 asientos de la Asamblea estaban vacíos por el faltazo de los diputados y senadores, que manifestaron así su rechazo al maltrato a los que los somete el presidente. Los gobernadores de las provincias hicieron lo propio: solo siete de los 24 viajaron a Buenos Aires para escuchar el discurso presidencial. El quiebre definitivo se produjo esta semana que pasó, por la decisión de Milei de nombrar por decreto a dos jueces de la Corte Suprema, una potestad del Senado que el presidente solo puede atribuirse en situaciones muy particulares que, dicen los críticos, no estaban dadas.
Milei no hizo mención alguna a la presencia en el recinto de Manuel García-Mansilla, un supremo ultraconservador que juró en su cargo a las apuradas el jueves. No estuvo en el evento, sin embargo, Ariel Lijo, la elección más polémica de Milei por su cuestionada idoneidad ethical y académica para ocupar el cargo. La Corte postergó su juramento hasta la semana que viene, cuando decidirá si le acepta la licencia como juez federal o lo obliga a renunciar.
El Gobierno transita además por estos días las consecuencias del escándalo de $Libra, la criptomoneda que Milei promocionó como una gran oportunidad para financiar a pequeñas empresas y que resultó ser un fraude monumental. La Casa Rosada lleva 15 días intentando recuperar el management de la agenda pública. El último intento fue una amenaza de intervención federal a la provincia de Buenos Aires, bastión del peronismo, con el argumento de que está hundida en “un baño de sangre” por la inseguridad. Este sábado, Milei apenas hizo una mención irónica y al pasar sobre $Libra.
El boicot opositor permitió a Milei montar un espectáculo a su gusto. Como hiciera el 1 de marzo del año pasado, cuando llevaba solo tres meses en la Casa Rosada, Milei imitó la estética y el horario del discurso del Estado de la Unión que cada año brinda el presidente de Estados Unidos en el Congreso. Cambió el mediodía por las nueve de la noche y habló de pie detrás de un atril, cuando la costumbre period hacerlo desde el palco de las autoridades del Congreso. La Casa Rosada vació además de periodistas el inside del recinto, una decisión que no tiene precedentes desde el regreso a la democracia, en 1983, y en línea con las restricciones que Trump aplica a la prensa en la cobertura de los actos oficiales.
Milei no nombró a Trump, pero sí al fundador de Tesla, Elon Musk, a cargo de un ambicioso plan de achique del Estado que el argentino considera inspirado en el suyo. “Los ojos del mundo se posan sobre Argentina y en muchos casos toman nota del trabajo que estamos haciendo para aplicarlo en sus países, como está haciendo Elon Musk en Estados Unidos. No es menor lo de Elon. La motosierra es el símbolo de un cambio de época, pero esta vez, en lugar de ir a contramano del mundo, Argentina está a la vanguardia del mundo”, celebró eufórico. Se proclamó luego al frente del “mejor Gobierno de la historia argentina” y cerró su discurso con su grito de guerra: “Viva la libertad, carajo”.
Por la noche, el presidente organizó una cena con todo su Gabinete de ministros y el presidente de los Diputados, Martín Menem. No sorprendió que no fuese invitada la vicepresidenta y titular del Senado, Victoria Villarruel, con quien el presidente ha roto cualquier vínculo private y político.
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