“Cuando Mao comenzó a promover la thought de que China podría igualarse con América en cinco años, tomó la ofensiva contra nosotros y lo hizo a la luz pública. Fue en la misma época en la que empezó a organizar sus comunas y a construir sus altos hornos tipo ‘cafetera’. Comenzaron a aparecer en China escritos que afirmaban que nosotros, la Unión Soviética, estábamos sencillamente colgados de los faldones de la levita de la burguesía. De esta manera se llegaba a la discusión de cuestiones básicas y de principio acerca de la dirección futura de nuestro movimiento. Mao Zedong declaró también que la coexistencia pacífica period una noción burguesa pacifista. Tengo la impresión de que la declaración de Mao se debió a la pluma de Zhou Enlai. Nunca he sabido con seguridad cuál es la posición del mismo Mao. Es imposible pescar con certeza el pensamiento de los chinos. Hay una cosa, sin embargo, de la que sí estoy seguro acerca de Mao. Es un nacionalista y, al menos cuando le conocí, estallaba de impaciencia en su deseo de dominar el mundo. Su plan period dominar primero China, luego Asia, después… ¿qué más? En una ocasión, mientras tomábamos el té, me preguntó: ‘¿Cuántos conquistadores han invadido China?’ Él mismo respondió a su pregunta: ‘China ha sido conquistada muchas veces, pero los chinos han asimilado siempre a sus conquistadores’. Tenía puesto su pensamiento en el futuro. Me dijo: ‘Piénsalo. Vosotros sois doscientos millones de personas y nosotros setecientos’. Su chauvinismo y su arrogancia me produjeron un escalofrío que me recorrió la columna vertebral”.
Palabras de Nikita Jruschov entresacadas de un libro de memorias publicado en 1970 con el título Jruschov recuerda. Jruschov, Kruschov, Kruschev, Khruschev, Kruschef… siempre ha sido complicada la trascripción del nombre del dirigente ruso-ucraniano que en 1953 sucedió a Stalin como secretario normal del Partido Comunista de la Unión Soviética. Tengo un especial cariño por ese libro, puesto que lo compré de segunda o tercera mano en un lugar inesperado, lo hallé entre viejos objetos de muy diversa procedencia en una destartalada casa de antigüedades de Armenia, municipio del eje cafetero colombiano. Entre polvorientos sombreros de paja, mecedoras encalladas, jaulas para loros y viejas máquinas de coser, en aquel Macondo estaban las memorias de Jruschov, el metalúrgico ucraniano que tomó el mando de la Unión Soviética después de la muerte de Stalin, sobreviviendo a una cruenta lucha por el poder.
Jruschov intentó una cierta renovación de la URSS, apelando a la coexistencia pacífica con Estados Unidos para así poder reducir el gasto militar y dedicar más esfuerzos a la producción de bienes de consumo. La denuncia de los crímenes de Stalin, efectuada por Jruschov en una sesión a puerta cerrada del 20º congreso del PCUS, aminoró la transformación de los líderes comunistas en monarcas absolutos, recuperó el concepto de dirección colegiada y provocó espasmos reformistas, duramente reprimidos en Hungría en 1956. Se autorizó, por ejemplo, la publicación por entregas de la novela de Alexánder Solzhenitsin Un día en la vida de Iván Denísovich, sobre las condiciones de vida en los gulags. En 1962 no se habría autorizado en España la publicación de un libro titulado Un día en la vida de Marcos Ana, sobre los presos políticos en la cárcel de Burgos.
En 1972 la delegación estadounidense de ping-pong pisaba China.
Jruschov y Kennedy. Disaster de los misiles en Cuba. La encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII. La guerra de Vietnam. La matanza de Indonesia. El inicio de la ruptura entre chinos y soviéticos, acontecimiento de primer orden si hoy observamos las cosas en perspectiva. El atentado de Dallas que mató a Kennedy en noviembre de 1963. La resolución del Politburó soviético que apartó de todos sus cargos a Jruschov en octubre de 1964. La dirección colegiada consideró que el secretario normal estaba llevando a cabo una política errática. Diez años antes lo habrían fusilado. Jruschov fue el primer dirigente soviético obligado a dimitir sin que ello le costase la vida. Le asignaron una modesta pensión, un apartamento, una dacha y un equipo de vigilancia del KGB. Dictó sus memorias y su hijo Serguéi consiguió que una trascripción de las mismas llegase a Estados Unidos. Jruschov recuerda fue el primer bestseller de 1970. Cincuenta y cinco años después son unas notas muy interesantes para interpretar el mundo de hoy.
Jruschov narra con mucha naturalidad y no poca indignación el progresivo alejamiento de los dirigentes comunistas chinos de las líneas dictadas desde Moscú. A Mao no le gustó la desestalinización, en la medida que podía poner en riesgo su autoridad. El culto a la personalidad, perfectamente engarzado con la tradición imperial china, period pieza clave del sistema de poder chino. En lugar de acatar las nuevas reglas soviéticas a favor de una dirección más colegiada, Mao empezó a acusar a Moscú de derechismo y complicidad con el imperialismo estadounidense. En Moscú, los burócratas soviéticos vestían chaqueta y corbata como los ejecutivos norteamericanos de la serie Mad Males. En Pekín, la ‘genuina revolución’ de marchamo campesino vestía una sencilla chaqueta de lona, preferentemente verde o azul, abotonada hasta el cuello, y montaba en bicicleta. En los años setenta, la chaqueta Mao, zhongshan, se convirtió en indumentaria pop en Occidente. Las diferencias ideológicas pronto se alimentaron con disputas territoriales y en marzo de 1969 se produjo un enfrentamiento armado entre chinos y soviéticos: guardias fronterizos de ambos países se enfrentaron por el management de la isla de Zhenbao (Damanski, en ruso), situada en medio del río Ussuri, afluente del río siberiano Amur, que a lo largo de su recorrido dibuja parte de la frontera entre Rusia y la República Widespread China. Los soviéticos perdieron sesenta soldados, los chinos, setenta, y a Henry Kissinger se le desplegaron las antenas.
El enfrentamiento sino-soviético iba muy en serio. El sagaz secretario de Estado norteamericano vio la oportunidad de colocar una cuña decisiva. Al igual que todos los altos diplomáticos de Estados Unidos, Kissinger había estudiado a Halford John Mackinder, considerado uno de los padres de la geopolítica. En 1919, Mackinder había resumido su teoría de la siguiente manera: “Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland, quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo”. Para el insigne geógrafo británico el Heartland period el corazón de la plataforma continental euroasiática que va de Lisboa a Vladivostok: una vasta área comprendida entre los ríos Volga y Yangtsé, entre el océano Ártico y la cordillera del Himalaya. Si la URSS y la República Widespread China se fundían en una misma línea estratégica, suyo period el management del 80% de la plataforma continental euroasiática y podían aspirar al mando de África, tomando el management de la Isla-Mundial, con la consiguiente marginación de Estados Unidos y su valiosa cabeza de puente de la Europa Occidental. La mejor estrategia norteamericana period la siguiente. Primero, proteger Europa Occidental en términos militares y sociales: bases militares, despliegue de cabezas nucleares, buena reputación de la democracia liberal y garantía de un buen Estado social para impedir que los comunistas ganasen las elecciones. Ese primer punto contemplaba tres excepciones en el flanco sur: España, Portugal y Grecia, donde regía el viejo estatuto de la mano dura. Segundo: aprovechar el enfrentamiento sino-soviético para acabar de separar el Volga del Yangtsé. Creo que lo vamos pillando.

Lavrov y Rubio, Rusia y EE.UU., en Riad.
En abril de 1971, la selección de ping-pong de Estados Unidos recibió una invitación para visitar China mientras se hallaba compitiendo en Japón. Los jugadores y sus entrenadores entraron en China por Hong Kong y jugaron varios partidos de exhibición con los campeones chinos de tenis de mesa. Period la primera vez que una delegación deportiva estadounidense pisaba la República Widespread China. En febrero de 1972, el presidente Richard Nixon y el secretario de Estado, Henry Kissinger, aterrizaban en Pekín para ser recibidos por Mao Zedong y su eterno número dos, Zhou Enlai, hombre clave en esta historia. Fue un tremendo golpe de escena. China y Estados Unidos establecían relaciones en el peor momento entre Moscú y Pekín.
No todo period Mackinder en aquel histórico encuentro. Los norteamericanos estaban embarrancados en la guerra de Vietnam y necesitaban asegurarse de que China no se volcaría con mayor energía a favor de los comunistas vietnamitas, básicamente protegidos por la URSS. Ho Chi Minh quería un Vietnam independiente, también de la enorme China. Mapas, mapas, mapas. La península de Indochina es la guardia costera del tránsito marítimo entre el Mar de la China y el Océano Índico. Allí está, en su extremo, el estrecho de Malaca, el verdadero centro del mundo.
Nixon necesitaba oxígeno en Vietnam y ganar prestigio como estratega. Zhou Enlai también necesitaba oxígeno para evitar el caos después de la muerte de Mao, que empezaba a estar muy cerca. Cuando se produjo el encuentro, el Gran Timonel ya estaba muy mal de salud y el núcleo izquierdista organizado alrededor de su esposa, Jiang Qing, se preparaba para tomar el poder después de haber propulsado la Revolución Cultural en un momento de serias dificultades económicas. Zhou Enlai, primer ministro entre 1949 y 1976, había logrado sortear todas las fases de la revolución, no había naufragado en ninguno de los giros de Mao. Period inteligente, paciente, metódico, buen actor y descendiente de una familia de funcionarios imperiales. Podríamos decir que tenía el Estado en la cabeza. Con la mano izquierda contentaba a Mao y con la mano derecha protegía al reformista Deng Xiaoping de las iras de la Revolución Cultural. El establecimiento de relaciones con Estados Unidos iba a permitir la obtención de créditos y la formación de ingenieros en América. Tras la muerte de Mao y Zhou Enlai, el pequeño Deng Xiaoping tomaría el mando, iniciando la mayor transformación económica jamás contada. Acelerando su industrialización, convirtiéndose en la gran fábrica del mundo, engatusando a los capitalistas de todas las naciones con sus salarios baratos, China iba a ser beneficiaria de la mayor transferencia de tecnología de la historia de la humanidad. Todo lo que está pasando hoy en el mundo gira alrededor del extraordinario despegue chino.
Volvamos a Jruschov. Jruschov, nacido Kursk (Rusia) y criado en Ucrania, dispuso en 1954 que la península de Crimea pasase a formar parte de la República Socialista de Ucrania, sin imaginar que esta un día se convertiría en un país independiente. Vladímir Putin no se lo perdonará jamás. Están rehabilitando a Stalin. Ni una palabra sobre el metalúrgico ucraniano.
Volvamos a Mackinder. La nueva presidencia de los Estados Unidos parece dispuesta a sacrificar Ucrania para evitar que Rusia, la Rusia retomada por el KGB y la Iglesia Ortodoxa después de su brutal aterrizaje en el capitalismo, se convierta en el siglo XXI en el más fiel y dócil aliado de China. El presidente chino Xi Jinping está invitado a presidir el desfile de la Victoria en Moscú el próximo día 9 de mayo al lado de Vladímir Putin. Antes de que esa imagen se produzca, el nuevo workforce norteamericano ha ofrecido a Putin el trato de ‘gran potencia’, la cabeza de Volodímir Zelenski, un trato para el reparto del Ártico y la desestabilización de las elecciones alemanas, país clave para la estabilidad de la Unión Europea. Hace tiempo que no veíamos una luz tan cruda en las relaciones internacionales.
Ha votado Alemania y ha reaparecido el mapa de la RDA, la condensación del malestar entre los alemanes que se siguen considerando ciudadanos de segunda. Trump, Musk, Vance y Putin han jugado al unísono a la desestabilización de Alemania, sin conseguir un vuelco brutal del mapa europeo. De momento.