Una carta a la directora de EL PAÍS se ha vuelto viral en las redes sociales. En ella, Rocío García Vijande, de Gijón, explica que cuando se quiso dar cuenta había pasado más de cuatro horas y media dándole al scroll en su teléfono. “Si no le regalara mis horas a las pantallas, quizás escribiría más, tocaría un instrumento, tendría conversaciones sin mirar de reojo el móvil”, reflexiona. Rocío somos un poco todos (menos usted, que encarna la proeza de vivir sin redes sociales, y que espero que no sea presa en su lugar de Google Uncover).
Pero, por una vez o dos, quiero romper una lanza en favor de X, Instagram, TikTok y cualquier otro invento del diablo parecido. Por una parte, nos roban la vida, pero, por otra, nos están ahorrando bastante tiempo. Para qué ir al médico si las redes están plagadas de gurús: el psicólogo, la psiquiatra, el pediatra, la fisioterapeuta, el cirujano plástico… ¡Hasta el abogado, la gestora o el profesor de salsa están solo a un clic! Que ese contenido sea entre poco y nada fiable supone solo un riesgo asociado al beneficio de consultarlo todo desde la cama.
A los periodistas también nos ha dado un poco de aliento el hecho de que los políticos decidieran ignorarnos y fichasen a community managers como si estuvieran en peligro de extinción. Lo que a priori podría interpretarse como una mala noticia, debe saber leerse también como una oportunidad, que dirían los influencers de la autoayuda vitamínica. Si el mandatario de turno determine desplazarse a un lugar lejano en un asunto de escaso interés informativo; seguramente ya no insistirá en que acudan medios de comunicación (¡ni que sean los públicos!) para obtener repercusión. Graba y difunde su propio contenido a través de sus redes sociales y así se ahorra que el periodista, enviado allí a su pesar, le pregunte por ese asunto sobre el que no tenía ninguna intención de pronunciarse y que encima acabará acaparando los titulares de la visita. Un win win de handbook.
La parte mala (¡siempre hay una o dos!) es que los políticos han decidido aplicarlo a destajo. Uno de los mejores ejemplos es el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, quien ha entendido que X resulta una herramienta perfecta para comunicarse directamente con los ciudadanos. Allí se basta con su gracejo pure y ese ojo avizor para surtir las redes del contenido que ansían: inseguridad, okupas, multirreincidencia, inmigración, mezclado con un poco de costumbrismo y opinión. El alcalde widespread (y del PP) ya cosecha en X casi 120.000 seguidores.
Os presento a Sonia, la vecina que esta semana se ha enfrentado a dos okupas violentos y ha evitado una okupación en el barrio de Sant Crist. En #Badalona la okupación no es bienvenida. pic.twitter.com/MWGRSAWd4m
— Xavier García Albiol (@Albiol_XG) February 23, 2025
Uno de sus últimos éxitos es Sonia, la heroína del barrio de Sant Crist. En un vídeo de casi cuatro minutos, Albiol explica la historia de la mujer que ha impedido una okupación. “Una vecina valiente enfrentándose a los okupas violentos”, introduce Albiol. El plano se abre, y Albiol continúa: “Y esta vecina es Sonia, y es de Badalona. Os la presento. Está aquí a mi lado”. La outline como “héroe”, alaba su “actitud aguerrida y valiente” y critica la “ley hecha para favorecer a los okupas”. Lo que en otra época hubiese sido una protesta de vecinos que exigen más policías se convierte en un vídeo viral del alcalde entrevistando a la mujer a la que le toca asumir el papel de agente del orden. “Si no llega a estar Sonia, hubieran estado dentro”, sostiene el regidor. Lo siguiente que ocurre, se ha visto ya mil veces: una televisión entrevista a Sonia y al alcalde.
Y así es como algunos políticos y otros muchos profesionales han virado a la creación de contenidos en las redes. Y así es como millones de personas han decidido encerrarse en sus teléfonos para engancharse al scroll. Y así es como las horas han pasado, como escribe Rocío García Vijande en su carta, de llenarse de vida a evaporarse. Que además así ya casi nadie rinda cuentas y que el mundo se dirija a golpe de X resulta secundario.