Friedrich Merz es una persona muy conservadora. En lo private y en sus manifestaciones políticas. Ha sido el político que más ha flirteado con la agenda de la extrema derecha. Es un atlantista convencido y se mueve bien en los círculos financieros germano-americanos. Cuando Angela Merkel le cerró el paso a su ascenso en el partido, se fue a trabajar al fondo BlackRock. En un país en el que la clase política rehúye la ostentación y la lucha contra la disaster climática ha sido dogma, se presentó a la boda de un político amigo pilotando su avioneta.
Sin embargo, Merz es el único héroe disponible en estos tiempos. En ocasiones, el mérito de frenar a la extrema derecha hay que atribuirlo a la derecha tradicional. Winston Churchill fue essential en 1940 para salvar la democracia europea. La generación turbia de Konrad Adenauer, minada por las viejas adhesiones al régimen nazi, sacó Alemania adelante en la posguerra. Los tortuosos y crípticos democristianos italianos fueron los que levantaron el muro que confinó durante décadas a los fascistas…
Friedrich Merz será primer ministro en un momento complejo de Alemania y Europa
De Merz se espera que sea la pared de contención en el avance de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), cada vez más desinhibida en sus intenciones y simpatías. Se espera que sea el hombre que saque a Europa del shock en el que se encuentra después de haber descubierto que Estados Unidos está del lado de los malos. Merz debe insuflar ethical y ambición a una comunidad europea atemorizada por los gestos y amenazas de Trump. Y solo el primer dirigente de la primera potencia europea puede hacer eso.
La primera tarea será romper con la percepción de que Alemania está en decadencia. No va a ser fácil. La CDU-CSU ha ganado las elecciones. Pero sus resultados han sido los segundos peores de la historia. En el caso del SPD, directamente los peores. Los dos pilares de la política alemana en los últimos ochenta años suman menos del 45% de los votos. Son el reflejo de una sociedad perdida en el tránsito de la economía industrial a la digital, noqueada por la guerra de Ucrania y el fin de la energía barata, perpleja ante la perspectiva de la desindustrialización.
El camino más directo para gobernar de forma estable es la gran coalición con el SPD. Con los socialdemócratas, la CDU-CSU deberá pactar el aumento del gasto en defensa en un continente en el que la amenaza rusa ha ido en aumento. Deberá consensuar una política migratoria más restrictiva (pero que no entregue el alma a la ultraderecha). Y deberá reformar la norma constitucional que impide al gobierno endeudarse e invertir en infraestructuras, lo que se conoce como freno a la deuda ( debt brake ).
Nada de eso va a ser fácil. Merz deberá hacerse respetar por Donald Trump en unas relaciones en las que el juego de la intimidación es clave : no hay peor amenaza para la automoción alemana que la aplicación de aranceles. Deberá entenderse con Emmanuel Macron y recomponer un eje histórico con Francia, si bien eso quizás no sea tan difícil después del paso de Olaf Scholz. Finalmente, deberá conseguir que el SPD le avale sus propuestas. Lo más complicado será que el Bundestag le vote esa eliminación del freno a la deuda. Necesita para ello dos tercios de los diputados, algo muy complicado cuando AfD y Die Linke suman más de 237 diputados, una minoría de bloqueo.
De las elecciones del 23-F se pueden extraer otras lecciones. Además del firme avance de la extrema derecha, destaca la reaparición con casi un 9% de los votos de Die Linke, la formación de izquierdas heredera, en parte, del SED que gobernó la Alemania oriental. Ha sido el partido más votado en la franja de electores de menos de 24 años… (si bien con gran diferencia entre sexos: un 34% de las mujeres; un 15% de los hombres).
También destaca el reparto geográfico del voto electoral, que refleja la pérdida de la hegemonía de la izquierda en las viejas regiones industriales. Y la división entre un oeste dominado por la CDU-CSU y un este en el que la AfD es el partido más votado. Dos países, dos sensibilidades, más de treinta años después de la reunificación.
Merz necesita tiempo. La economía se mueve por ciclos largos, y revertir el declive que sufre Alemania llevará un cierto tiempo. Y eso es, justamente, de lo que menos dispone el futuro primer ministro de Alemania.