Hace cinco años, el 15 de febrero del 2020, period sábado como hoy. A Donald Trump le quedaba menos de un año en el poder. Elon Musk solo period uno de los hombres más ricos del mundo. Su hijo pequeño todavía no había nacido. Casi nadie sabía que Zelenski period presidente de Ucrania. Y tendría que mirar en Google para recordar quién period el fiscal common del Estado. Carlos Mazón albergaba remotas posibilidades de ser presidente de la Generalitat Valenciana. Lamine Yamal no había acabado la primaria. Y en la ceremonia de los Oscars, Ellen DeGeneres había hecho algo supermoderno: una selfie.
Ese sábado La Vanguardia abría su portada con una entrevista al consejero delegado del Cellular World Congress, resignado tras su cancelación. Period el primer gran evento que se suspendía por el coronavirus. Varios responsables políticos criticaron la decisión. Ante la falta de visitantes y para intentar paliar las pérdidas, los mejores restaurantes de Barcelona, ajenos al cierre obligado que sufrirían en pocas semanas, iban a servir menús a precios nunca vistos. Lo anunciaba el teniente de alcalde de Ada Colau, Jaume Collboni.
Illa y Simón, como los liquidadores de Chernóbil, estuvieron al pie del cañón con la covid
No hacía ni un mes que se había constituido el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la restauración de la democracia en España. No se veía nada igual desde la Segunda República. Una de las vicepresidencias del gobierno correspondió a Unidas Podemos y recayó en Pablo Iglesias, que poco antes de las elecciones le quitaba el sueño a Pedro Sánchez. El Ministerio de Sanidad fue para Salvador Illa, licenciado en Filosofía. Más que por su experiencia en el sector, Illa fue nombrado para cumplir con la cuota catalana en el gobierno.
El recién nombrado ministro acababa de conocer a Fernando Simón, y no dudó en convertirlo en el portavoz técnico del ministerio para informar a los ciudadanos de cómo evolucionaba el virus. Simón no period un portavoz al uso: nunca vestía con traje ni corbata, no se preocupaba mucho por su peinado y la suya no period lo que llamaríamos una voz radiofónica. Trabajaba en el ministerio donde fue ascendido por Ana Mato, ministra de Sanidad del Partido In style.
Hace cinco años ni Illa ni Simón imaginaban la que se les venía encima. Solo faltaba un mes para la mayor tragedia de nuestra period, pero casi nadie presagiaba su magnitud. Ellos, tampoco. Sus primeras predicciones fueron bastante erráticas. Pero permanecieron al pie del cañón. Su papel siempre me recordó al de los liquidadores de Chernóbil. Gente random cuyo deber period entrar hasta el núcleo de la central nuclear, con unos índices de radiación estratosféricos, sabiendo que podía acabar con ellos.
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Illa y Simón compartieron muchas horas y muchos días críticos. A Simón le gustaría que la palabra que le saliese recordando todo aquello fuese eficacia. Pero la que le sale es tristeza. Los días más duros, aquellos en que las cifras de fallecidos se disparaban, hasta llegar a los mil muertos en 24 horas.
Parecía que toda aquella experiencia, por su dureza, nos tenía que hacer mejores. ¿Se acuerdan? Yo tampoco. El recuerdo de aquellos meses lo hemos convertido en un memento de viaje en el que no queremos ni pensar. Un colega me decía que cuando cuelga una noticia de la pandemia en la net de su periódico, los clics bajan.
Cinco años después, Fernando Simón nos ha concedido una entrevista. A pesar de estar de baja por enfermedad, él ha querido volver a dar la cara, sabiendo que los que quisieron partírsela lo volverán a intentar. Salvador Illa también ha querido estar, por sorpresa, ocupando un papel secundario. El ministro, ahora president, dando al funcionario público el protagonismo que se merece. Gracias, Fernando.