En diciembre de 2018, Daniel Ochoa de Olza (Pamplona, 46 años) llegó a la frontera entre México y Estados Unidos para cubrir la caravana migrante. La magnitud de lo que vio lo llevó a documentar fotográficamente una de las fronteras más complejas del mundo. Desde entonces ha recorrido miles de kilómetros a ambos lados. Su trabajo ha sido finalista en los Premios Luis Valtueña, otorgados anualmente por Médicos del Mundo. Acaba de regresar a Ciudad de México tras 15 días en la el muro. La entrevista se realiza por videollamada mientras camina por el mercado de la Merced de la capital mexicana.
Pregunta. ¿Por qué documentar esta frontera?
Respuesta. Con la caravana migrante de 2018 me di cuenta de que la frontera se representa con un simbolismo erróneo. Desde entonces, mi objetivo ha sido documentarla tal como es.
P. ¿Se ha convertido en una obsesión para usted?
R. Soy bastante obsesivo, pero no diría que se trate de una obsesión. Es mi compromiso con una historia que debe ser contada, en una de las zonas más peligrosas para ejercer el periodismo. Más allá de las mafias que operan, es un entorno hostil, con temperaturas de 50 grados, desniveles, zonas inaccesibles…
P. ¿Cómo definiría esta frontera?
R. La frontera es synthetic. Una línea en un mapa. La estructura me recuerda a una macabra escultura de Richard Serra de hasta 12 metros de altura que, de repente, desaparece. Es una barrera violenta diseñada para separar, para segregar.
P. ¿Lo consigue?
R. La única constante es la diferencia entre ambos lados. Estados Unidos construyó el muro, lo controla y lo defiende. Es largo de explicar en palabras, pero rápido en imágenes. Lugares como Anapra (Ciudad Juárez) y El Paso (Texas) están solo separadas por el muro, y son mundos distintos. El Paso es una ciudad segura y monótona, mientras que Anapra parece el escenario de Terminator. Mi amado México es vibrante, sincero, auténtico y peligroso en algunas zonas, como Tamaulipas o el Valle de Juárez, donde no hay ni policías. En EE UU puedes estar cerca del muro a cualquier hora sin gran problema, pero es teatral. Es un choque de culturas, economías y civilizaciones creado por la frontera.
P. En este trabajo documental también usa fotografía con dron. ¿Por qué?
R. La imagen de dron permite al espectador entender la magnitud. La fotografía aérea pone en contexto el muro, ya de por sí inmenso. Además, hay zonas inaccesibles donde la única forma de capturar imágenes es mediante un dron.
P. ¿Cuál ha sido la parte más complicada de trabajar con un dron?
R. La burocracia. Obtener permisos es tedioso. Además, un dron no tiene todas las lentes de una cámara convencional y el tiempo de vuelo es limitado. Hay que saber qué capturar… y todo esto a 50 grados. Ya he perdido dos drones.
P. ¿Y las mayores dificultades de todo el proyecto?
R. La logística. En mi último viaje recorrí 5.500 kilómetros en 13 días. Es una de las zonas más peligrosas para ejercer el periodismo. Hay que estudiar las zonas por satélite, evaluar accesibilidad, la seguridad private… Este proyecto sería imposible sin colegas mexicanos. Estas expediciones no pueden ser solitarias. Si te tuerces un tobillo en medio del desierto, allí te quedas. Es imprescindible ir acompañado. Además, muchas veces planeas todo y fracasas. No consigues lo que buscabas. Pero el fracaso es parte del éxito.

P. Se centra más en la estructura synthetic que en las historias personales de los migrantes…
R. Hay fotógrafos que están haciendo trabajos brillantes sobre esas historias humanas. Decidí centrarme en la estructura en sí y en las zonas inaccesibles porque cuentan algo que aún no se ha mostrado ¿Por qué lo hago? Tal vez mi psicoterapeuta tenga la respuesta… Creo que se trata de documentar una barrera que, en realidad, no funciona.
P. ¿El muro no cumple su función?
R. Está claro que no funciona. Es una de las fronteras más extensas y caras del mundo, costando entre 20 y 45 millones de dólares cada kilómetro y medio. Sin embargo, los migrantes siguen llegando y las mercancías ilícitas siguen pasando. Esto es un negocio. La frontera obliga a las personas más vulnerables a tomar rutas peligrosas y depender de mafias que cobran unos 12.000 dólares (unos 11.500 euros). No impide la migración, solo enriquece a los criminales.
P. ¿Cree que con la llegada de Trump la frontera cambiará?
R. Ya está cambiando. Se va a militarizar aún más. Habrá tensiones. Espero que se resuelvan de forma diplomática. Pero la gente seguirá pasando. Cuando alguien atraviesa los países más violentos del mundo con un bebé en brazos, con una mochila en la espalda, huyendo del hambre, la guerra o la miseria, es muy difícil que una barrera lo detenga.