La amistad, casi acquainted, del jefe con el hombre más poderoso del mundo puede ser un hecho no menor para los intereses de una empresa. Sobre todo si este último se llama Donald Trump y ni elude premiar la fidelidad con favores personales ni tiene en cuenta los posibles conflictos de intereses. Sin embargo, cuando los focos se apagan y el confeti electoral deja de flotar, los inversores buscan certezas donde casi siempre: en la cuenta de resultados y sus expectativas futuras. Esa está siendo la mayor flaqueza de Tesla, el eslabón más débil de los Siete Magníficos, y ahora al borde de abandonar el club del billón de dólares.
El fabricante de coches eléctricos lleva dos meses para olvidar. Desde sus máximos del 17 de diciembre, la acción ha perdido un 31,5% de su valor, mientras que el S&P 500 y el Nasdaq tecnológico se mantienen prácticamente planos en ese periodo. Esa tendencia a moverse por debajo del mercado, que ya la ha colocado en números rojos en lo que llevamos de 2025, se ha acelerado tras la presentación de unos resultados mediocres a finales de enero. Los ingresos totales crecieron en el cuarto trimestre un 2%, pero se mantuvieron ligeramente en positivo solo gracias al negocio de almacenamiento y generación de energía, mientras que los procedentes de sus vehículos cayeron un 8%, algo que la compañía atribuyó a sus rebajas de precios en sus automóviles Mannequin 3, Mannequin Y, Mannequin S y Mannequin X.
Es difícil encontrar una métrica que mejore. En los últimos tres meses el beneficio antes de intereses e impuestos (EBIT) fue de 1.580 millones, frente al consenso de 2.700 millones, y el margen neto del 6,2%, por debajo del 9,9% esperado. Los beneficios cayeron un 53% en el conjunto de 2024, hasta los 7.091 millones de dólares. Eso está provocando un abrupto, y a la baja, reajuste de expectativas. La previsión de beneficios para 2025, según el consenso de analistas recopilado por Bloomberg, se ha reducido un 30%: de los 14.725 millones previstos hace 12 meses, a los 10.242 millones actuales, y las de ingresos, un 14%: de los 132.800 millones a los 113.468 millones que ahora descuenta el mercado.
El recálculo llega con Tesla cotizando en Bolsa a unos múltiplos muy superiores a los de sus competidores directos: la acción cotiza a 120 veces los beneficios previstos para 2025, frente a las nueve veces de Toyota, las seis de Ford y las cuatro de Volkswagen. La capitalización bursátil de Tesla, de poco más de un billón de dólares, triplica por sí sola la de esos tres rivales juntos. Eso significa que el mercado todavía compra el relato de que su potencial de crecimiento es mucho mayor, pero a la vez, esa exigente valoración, más propia de una start-up que de una compañía madura, la expone a caídas bastante más pronunciadas si incumple los pronósticos o aparecen obstáculos en el camino.
Los resultados estuvieron lejos de ser espectaculares, más bien al contrario, pero bastaron en un primer momento para prolongar su rally bursátil gracias a la capacidad de Elon Musk de vender el porvenir, con un 2026 “épico”, y unos 2027 y 2028 “ridículamente buenos”, según sus palabras. En ese prometedor futuro que dibujó Musk tendrá su papel una nueva línea de negocio. Anunció que este mismo mes de junio empezará a probar en Austin (Texas), donde no hay regulación que lo impida, el servicio de pago por el uso de sus coches autónomos sin supervisión. Y que se extenderá a muchas regiones del país a finales de año, para estar plenamente operativo en todo el país en 2026.
Mientras esperan a ver los réditos de esa apuesta, los inversores han prestado atención a otros datos. Las ventas de Tesla en Europa en enero se han desplomado, con retrocesos del 59% en Alemania, del 63% en Francia, del 75% en España, del 44% en Suecia y del 38% en Noruega. Lo más llamativo es que el hundimiento se ha producido además en un contexto de crecimiento del mercado de vehículos eléctricos, lo que amplifica las malas noticias, pues implica una clara pérdida de cuota de mercado para Tesla. En Alemania, donde tiene su única fábrica europea, ha pasado del 14% al 4%.
Los motivos de esta debacle no están claros. Hay analistas que lo explican por el lanzamiento del nuevo modelo Y, previsto para esta primera mitad del año. Según ese argumento, muchos clientes estarían retrasando la compra de su Tesla hasta su aparición, en lugar de decantarse por los modelos en el mercado. Cuesta creer, sin embargo, que esa sea la única razón. Y otros apuntan al daño reputacional que está suponiendo para Tesla el creciente activismo político de Elon Musk, su mandamás y rostro seen.
Su respaldo a Trump le ha aupado a la dirección del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), cuya labor es recortar todo lo posible los gastos federales, pero como period de esperar, el magnate nacido en Sudáfrica no se ha limitado a ejercer esa labor de forma callada, y su implicación política ha ido ganando dimensión semana a semana. El punto de inflexión lo marcó su apoyo a la ultraderechista AfD en las elecciones alemanas del 23 de febrero, entrevista incluida a su líder.
Esa mayor participación política, incluso más allá de las fronteras de EE UU, está propiciando una fuerte polarización en torno a su figura. Musk sigue teniendo una importante masa de seguidores, pero el rechazo que despierta crece. Y si en redes sociales eso se traduce en el salto de millones de usuarios de X a Bluesky para evitar engordar las cifras de una empresa de su propiedad, en la automoción el efecto puede estar siendo la elección de marcas rivales.
En verde desde la victoria de Trump
Pese a la mala evolución reciente, la cotización de Tesla todavía gana más de un 30% respecto a su cotización antes de la victoria electoral de Trump. Es una buena noticia para los que invirtieron antes de ese momento, pero no tan buena para quienes se han sumado a la ola más tarde, dado que el efecto Trump amenaza con seguir deshinchándose si la división de coches autónomos no satisface las expectativas.
La industria del automóvil no será inmune al impacto de la política comercial del republicano, que ya ha impuesto aranceles al aluminio, al acero, y a China, donde las ventas de Tesla cayeron un 11,5% en enero respecto al año anterior. En el gigante asiático afronta además la dura competencia de BYD, que a diferencia de Tesla, se mueve a favor de corriente y en el primer mes del año incrementó un 47,5% sus coches vendidos, incluyendo híbridos y eléctricos.
Según un análisis de Rico Luman, economista de ING especializado en Transporte, los aranceles de Trump podrían tener un impacto “tremendo” en el sector automotriz. “Estados Unidos vende muchos más vehículos nuevos de los que produce y las cadenas de suministro de automóviles están entre las más integradas a nivel internacional. Por lo tanto, los gravámenes a las importaciones conducirán rápidamente a mayores costes y presión sobre los precios”.
Elon Musk no parece preocupado, y no ceja en su empeño de abrir nuevos frentes. Dirigir una compañía como Tesla, la octava del mundo por capitalización bursátil, ya podría considerarse por sí solo un trabajo a tiempo completo. A Musk no le basta. A su nueva labor como empleado público a las órdenes de Trump, su hiperactividad en redes sociales, la paternidad de 12 hijos, y sus obligaciones en sus otras empresas (xAI, X.com, Neuralink, SpaceX y The Boring Firm, entre otras), suma ahora una oferta de casi 100.000 millones para arrebatarle OpenAI, la dueña de ChatGPT, a su archienemigo Sam Altman.
httpspercent3Apercent2Fpercent2Fcincodias.elpais.compercent2Fmercados-financierospercent2F2025-02-12percent2Fel-efecto-trump-ya-no-sostiene-a-tesla-pierde-casi-un-tercio-de-su-valor-en-bolsa-desde-maximos.html
Source link