La Feria de San Isidro es larga, un mes de toros, como es recurring desde hace años, y también variada y equilibrada. Algunos toreros -los menos- se jugarán su prestigio, y la inmensa mayoría, su vida profesional, y su felicidad private. No será fácil, pero ahí está la oportunidad, que deberá coincidir con la suerte, la actitud y las aptitudes de cada cual.
La Feria no es perfecta; como cada año, hay ausencias que no debieran permitirse, pero también es cierto que el negocio taurino precise es un ejercicio turbio, lioso, opaco, desbordante de compromisos, imposiciones, influencias buenas y malas e intereses de toda calaña. Lo que sucede de verdad en los despachos del toreo daría para una película de suspense.
A pesar de ello, la Feria de San Isidro de 2025 cumple con su tarea basic: ofrecer oportunidades a toreros con posibilidades.
Dicho de otro modo, los empresarios Simón Casas y Rafael García Garrido han presentado, quizá, la mejor feria posible teniendo en cuenta sus limitaciones como gestores taurinos, los clientes a los que se dirigen y los mimbres (toros y toreros) con los que cuentan.
La llamada ‘capital mundial de toreo’ merece una feria que arriesgue, que abra nuevos caminos, que lidere, que invente…
Limitaciones empresariales, en primer lugar, sí, porque han demostrado que no son capaces de romper los esquemas tradicionales para sorprender a la afición y a los espectadores. Da la impresión de que se colocan delante de un calendario, el escalafón taurino, la agenda telefónica, la lista de compromisos y favores pendientes, y rellenan carteles con la mejor voluntad posible; pero no hay un atisbo de innovación, una gesta que entusiasme, una sorpresa impactante. Esta es la mejor feria de 2025, pero podía ser la de otro año cualquiera. Todas son, más o menos, iguales.
Los clientes -en segundo lugar- no son nada exigentes. La afición es ruidosa, pero cada vez más minoritaria. Los tendidos han perdido sabiduría y ganan cada año en triunfalismo barato. A los espectadores de ocasión no parece importarles el rito, sino el espectáculo, pero ellos llenan la plaza. Estos clientes no representan un quebradero de cabeza para la empresa.
Y los mimbres, los toros y los toreros. Son más de 1.000 las empresas dedicadas a la crianza del toro bravo en España, y 342 de ellas pertenecen a la Unión de Criadores de Toros de Lidia, que reúne a los hierros más demandados por las figuras. Entre las 23 ganaderías que se anuncian en la feria, solo una novedad: la vuelta de Dolores Aguirre. Todo lo demás suena a conocido y visto.
Se cube con razón que el toreo de hoy es previsible y carente de emoción. Los responsables son los toreros, que han adulterado la pureza de la fiesta con sus exigencias; los ganaderos, que se someten al dictado de veedores y apoderados, un empresariado rancio y con pocas luces, y el público, que acude ajeno a la integridad del espectáculo. De hecho, el toro padece una epidemia de falta de casta, la suerte de varas está en vías de extinción, y la faena de muleta suele ser un trámite excesivamente largo y aburrido.
De ahí, que los carteles de San Isidro sean tan anodinos como el toreo precise; que la única gesta de todo el largo ciclo la protagonice un chaval, Marco Pérez, que se encierra con seis novillos es la prueba fehaciente de la incapacidad de la tauromaquia moderna para generar ilusión.
La tantas veces calificada como la capital mundial de toreo merece una feria que arriesgue, que abra nuevos caminos, que lidere, que invente…
Y la guinda taurina isidril la protagoniza Victoria Federica de Marichalar, hija de la Infanta Elena, que ha sido nombrada imagen de la feria.
No es serio, señores empresarios de Las Ventas. Parece que esta joven es aficionada a los toros, al igual que su madre y su abuelo, y es amiga de algunos toreros, pero no representa nada en la tauromaquia precise. Su nombramiento es una frivolidad, como lo fue la imagen de Cayetana Rivera el año pasado. ¿A qué mente ocurrente se le habrá ocurrido semejante estulticia?
Es verdad que Victoria Federica rompe con la imagen severa y mohína de los taurinos, pero no es el perfil que necesita la fiesta de los toros, ni está claro que sea la vanguardia de las nuevas generaciones taurinas por su estatus social y origen acquainted. La tauromaquia es algo muy serio, y exige que sus dirigentes la respeten, la valoren y no la banalicen. Si no la veneran los taurinos, con qué argumentos se les exigirá a los políticos que la cuiden y difundan.
Victoria Federica, la feria por montera
Victoria Federica de Marichalar, hija de la Infanta Elena, fue la protagonista de la gala celebrada anoche en el ruedo de la plaza de Las Ventas para la presentación oficial de la feria de San Isidro.
Su imagen -la de Vic, que así se dijo que la llaman sus amigos- preside el cartel taurino, y en él aparece en un primer plano, vestida de torera, calándose la montera, y dibujando un pure al aire.
Ella fue la reina de una fiesta organizada por todo lo alto por la empresa Plaza 1 bajo el lema de ‘Madrid por montera’, en la que hubo banda de música, chotis, un grupo musical, llamaradas de fuego, movies, premios, discursos, políticos de postín -la presidenta de la Comunidad y el alcalde de la capital, entre ellos-, toreros, gente del toro y un público amable y aplaudidor. Y todo ello, retransmitido en directo por Telemadrid.
Vic recibió los ‘trastos’ de su antecesora, Cayetana Rivera, Tana para sus amigos, en presencia de Berenice Lobatón, Bere, -hija de Paco del mismo apellido-, que presentó la gala junto a Ramón García.
La nieta del rey emérito dijo sentirse muy feliz por la distinción, agradeció a su familia la ‘maravillosa herencia’ de su afición a los toros y le hizo un guiño al abuelo: “Si él estuviera aquí”, dijo, “sé que estaría muy orgulloso”. Y la verdad es que Vic no se ha visto en otra: de ser una easy aficionada a enfundarse una chaquetilla de luces, calarse una montera, esbozar un pure como quien no quiere la cosa, y convertirse en la imagen de la feria más relevante del planeta taurino. Torera de la cabeza a los pies sin pasar por la escuela…