En 2021 a Urko Olazabal (Bilbao, 46 años) le cambió la vida. Un día cualquiera en una de las clases de Comunicación Audiovisual que impartía entonces a chavales de la ESO de Bilbao dijo, medio en broma, que si ganaba el premio Goya por Maixabel tendría que irse “casi sin despedirse” en febrero. Sus alumnos de la ikastola (escuelas cooperativas vascas que imparten las clases en euskera) respondieron como habitúan: “Qué flipau”. “Coño, pues llegó el Goya [a mejor actor de reparto] y la tuve que dejar, porque además acababa de abrir con mi esposa mi escuela de interpretación, Bizie. Tuve que elegir”, recuerda ahora hal haber logrado algo más difícil todavía: mantenerse en el oficio. Porque este sábado el actor opta a su segundo cabezón, esta vez como protagonista en Soy Nevenka. En ambas le ha dirigido Icíar Bollaín.
Mucho antes de la ikastola, a los 14 años, Olazabal trabajó montando bicicletas chinas clandestinamente. “Me daban 500 pesetas por cada una, y con eso compré mi primera tele para ver cine. Al closing todo me llevaba a lo mismo”, recuerda por videoconferencia desde su escuela bilbaína, rodeado de los carteles de sus películas recientes, como 13 exorcismos o Ira. Allí tiene también su estatuilla del Goya. “El otro día una alumna preguntó al verlo: ‘¿Pero Urko tiene un Goya? Ostras, no sabía que period tan bueno’. Me gusta que no vengan por mí”, se enorgullece.
En realidad no fue hasta que se puso a estudiar Escultura en la facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco cuando Olazabal fue consciente de que su vocación period la interpretación. De repente, empezó a hacer cortometrajes con amigos, y le picó el gusanillo. Después el camino trajo de todo: vendimió; trabajó en “una de esas hamburgueserías famosas”; en colonias como animador infantil; en la pastelería Felipe de un amigo, donde acabó rodando anuncios corporativos; poniendo y quitando alfombras en la feria de muestras; montando conciertos del competition BBK Live y Azkena Rock; de gira con Mägo de Oz y Fito como técnico de montaje… “Y además tenía mi empresita de vídeos para empresas low value”, repasa para EL PAÍS. Un actor curtido en todo tipo de plazas. “El de la ikastola period un trabajo de trincheras, es heavy steel. El primer día buscas enseñar todo, pero luego te das cuenta de que el 80% es que se mantengan en silencio y el 20% aplicar el conocimiento”.
Aunque haya tenido que delegar también en su escuela precise por otros trabajos, hoy intenta transmitir a sus alumnos de entre 10 y 17 años todas aquellas lecciones: “Aquí sí quieren venir y están mucho más atentos. Pronto les quito de la cabeza la concept de ser famosos. Les digo que van a conseguirlo, pero que hay esfuerzo detrás y mucha disciplina. Que tienen que formarse en otras cosas y buscar una alternativa para la manutención. No siempre te van a pagar por el arte, y hay que comer. Un actor carga furgonetas con la escenografía, se va a pueblos con el teatro. Muchos bolos, no llegar a fin de mes… Puedes actuar en una asociación de jubilados o una escuela, y seguramente tengas que poner copas los fines de semana. La mayoría de los actores son así. Y un día quizás suene la campana, como me pasó a mí”.
Si bien asegura que nunca sintió que había fracasado por no alcanzar el sueño (“Porque siempre me tomé todo muy en serio”), sí que estuvo a punto de dejarlo. Hasta que con más de 40, llegó Maixabel. “Alguien me dijo tras estrenarla: tú eres actor y ya está, no un hombre diletante como hasta ahora. No me lo creía, porque period mi interest”, apunta sobre lo que le empujó aquel papel de etarra arrepentido: “Tras el rodaje, llamé a Icíar [Bollaín, la directora] para que me dijera qué podía aprender y mejorar. Y ella respondió: ‘Pero Urko, ¿no sabes el pedazo trabajo que has hecho?”. Ni se lo imaginaba. Le empezaron a nominar a todo y se acumularon los proyectos, en collection como Detective Touré y Reina roja, aprovechando además el increase de rodajes en Euskadi. Porque, si pilla cerca, puede ir desde su casa en Muskiz, junto a la playa y el monte. Sin dejar de correr por las mañanas.
De todas las experiencias, Olazabal busca formarse. Cuando hacía anuncios corporativos aprendió a editar vídeos, al pasar un linfoma de Hodgkin a los 35 aprendió a “situarse” de otra manera en la vida, y con Soy Nevenka ha aprendido a ver el machismo con otros ojos. El proceso para entrar en la mente de Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada denunciado por la concejala, no fue sencillo: “Me llevé el papel a casa. Es alguien que no tenía empatía. Nunca pedirá perdón. Hoy me avergüenzo de pertenecer al género masculino, y me veo obligado siempre a pedir perdón”. El actor ha reflexionado mucho sobre este asunto: “El caso de Errejón, por lo que relata Elisa Mouliaá, es related. El juez Carretero hizo lo mismo que el fiscal hizo con Nevenka, revictimizar a la mujer. Y dependiendo de la sensibilidad política, se la cree o no. Hay un abuso de poder y está en todos lados. También en el cine… Un adulto sabe perfectamente cuándo hay consentimiento. Pero todavía hay gente que incluso niega la luz de fuel, que anula a la mujer completamente, la desorienta para que no sepa cuál es la realidad”. En su antigua ikastola, precisamente, apareció este año un supuesto caso de pedofilia denunciado en redes sociales.
Ve que algo ha cambiado en estas décadas: “Gracias a las cuentas denuncia, se puede denunciar primero socialmente. Se van atando cabos con mujeres que dicen que les pasó lo mismo con esa persona, aun sin decir quién es”, expone, si bien cube que entiende que su discurso tan directo genere desconfianza: “A veces dicen: no me fío de él, otro aliade más. Lo comprendo, porque todos estamos en tela de juicio y merecidamente, porque la herencia machista nos persigue. Tenemos que aprender a tratarlas de otra manera”. Con Soy Nevenka, entre documentales y al leer manuales de maltratadores para entender cómo pensaban, descubrió esa “sutileza de la violencia machista”, asegura: “Dije, cuidadito, porque comencé a entenderlo y pensé: ojo que él puedes ser tú”. Hoy reconoce que chista a amigos cuando se pasan en un bar: “Me dicen: ‘Cómo te estás poniendo’. Pero nosotros tenemos que provocar el mundo que tenemos y queremos”.
Él también construyó el suyo: “Una vez vino un actor veterano que vivía en Madrid a la escuela donde estudiaba y el primer día dijo: ‘Si tenéis intención de ser actores aquí, olvidadlo, no lo vais a conseguir’. Yo me quedé… Déjanos tener ilusiones”. Hoy esa ilusión palpita, tras acabar de rodar Sacamantecas y Bajo tus pies, junto a Maribel Verdú y la pequeña Sofía Otero, que pasó cuatro semanas en su escuela antes de 20.000 especies de abejas. Cube que él ha aprendido más de ella que al revés. “El Urko de hace cinco años fliparía con cualquier cosa de lo que le pasa hoy, hasta tener una escuela”, concluye.