Anabel Pantoja es de los personajes menos interesantes del universo Mediaset. Si buscamos su análogo en el universo Bruguera, tendríamos que irnos a aquellos nefastos chistes de una sola viñeta que había junto a los pasatiempos. Hasta Plim, el efímero superhéroe de Zipi y Zape, quedaría muy por encima en importancia y entidad. Hija de un hermano de la Pantoja que ni siquiera es Agustín, Anabel es conocida por su paso por los platós. Algún Pronto, algún Lecturas, alguna polémica de corto alcance. En este 2025, la desdicha ha llamado a su puerta. A principios de enero Alma, la hija de Anabel, ingresó en el hospital por motivos desconocidos, y permaneció allí hasta el día 27 de este mes, con pronóstico grave. Alrededor, un circo con todos los Pantoja al retortero.
Unos días después salta a los medios la investigación judicial abierta en torno al ingreso de la recién nacida. Ha salido Anabel Pantoja a decir que es el proceso routine cuando entra un bebé en el hospital; se lleva a los padres a declarar por separado y se trata de dilucidar el motivo de las lesiones.
Se ha armado un comprensible revuelo en torno a la pareja de padres primerizos. Él, fisioterapeuta de la Pantoja que trabaja, podría haber zarandeado de más a la niña a la hora de cambiarle un pañal. Esto es todo lo que sabemos. En otra pareja de famosos de medio pelo, el trato en medios del corazón hubiera sido de juicio sumarísimo y ya estarían condenados, a la espera de ser conducidos al cadalso entre abucheos. Se han librado porque Anabel se lleva bien con los comentaristas del corazón. Están teniendo las hienas una paciencia infinita, una comprensión sobrehumana con la madre del momento. Ojalá hubieran tenido la misma comprensión con los menores implicados en el Caso Sálvame.
Sería fantástico, toda una muestra de urbanidad, que con los infelices que pueblan el mundo del corazón tuvieran el mismo respeto, los mismos remilgos, y que no les tratasen al grito de “Tú te callas y a tomar por culo” (parafraseando a Marc Giró en… otra historia), que parece ser el regular en los que se creen con derecho a juzgar vidas ajenas. Comprensión y música triste para unos, uñas y dientes para otros. Quizás ese doble rasero sea lo peor de todo lo que implica esa prensa que abarca del rosa al amarillo.