Vladímir Kara-Murza aparece por una calle del centro de Madrid con aire despreocupado. Sin protección y con una sonrisa en la cara. No tiene el aspecto que uno esperaría de un hombre que hasta agosto del año pasado veía la vida pasar encerrado en una celda de dos por tres metros cuadrados. Sin ninguna expectativa de ser liberado. Sin ver prácticamente a nadie. Y con el único entretenimiento de un bolígrafo y un papel 90 minutos al día. En los dos años y tres meses que pasó en la cárcel, condenado a una pena de 25 años de cárcel por alta traición, por denunciar fuera de Rusia que las tropas de su país cometían crímenes de guerra en Ucrania, pudo hablar en contadísimas ocasiones con su mujer y sus tres hijos. “Lo más duro fue no poder comunicarme con mi familia. Es una vieja tradición soviética: infligir dolor no solo a los que critican al régimen, sino también a sus seres queridos”, afirma.
Kara-Murza (Moscú, 43 años), uno de los opositores al presidente Vladímir Putin más destacados, fue liberado el pasado agosto en el mayor intercambio de presos acordado entre Occidente y Rusia desde la Guerra Fría. En este medio año en libertad, ha llevado a medio mundo su mensaje a favor de la democracia en su país y contra un régimen autoritario que, con su formación de historiador en la mano, denuncia como cada vez más parecido en sus prácticas represivas a la Unión Soviética del estalinismo.
“La ONU considera tortura tener a un preso en aislamiento durante más de 15 días. En Siberia, donde pasé 11 meses en ese régimen, entendí por qué. Somos seres sociales. Y a las dos semanas de no ver a nadie, la mente te empieza a jugar malas pasadas. Dejas de distinguir qué es actual y qué es imaginario”, afirma. Precisamente por eso, en esas circunstancias se recomienda estudiar un idioma. Kara-Murza, con doble nacionalidad rusa y británica, eligió el español, lo que le permite ahora comenzar la conversación con un castellano más que aceptable, aunque durante la entrevista pasará al inglés.
Tras dos semanas en régimen de aislamiento, la mente te empieza a jugar malas pasadas. Dejas de distinguir qué es actual y qué es imaginario
La visita a España del vicepresidente de la Free Russia Basis coincide con los primeros días en el poder de Donald Trump. El nuevo inquilino de la Casa Blanca pretende cerrar un acuerdo con Putin para llevar la paz a Ucrania, una idea que repitió la semana pasada en su intervención en el Foro de Davos. Kara-Murza no quiere entrar en polémicas con el nuevo presidente de Estados Unidos. Tan solo recuerda a aquellos que quieran negociar con el jefe del Kremlin que la estrategia del apaciguamiento no funciona con líderes autoritarios como él.
“Entiendo que en los países democráticos la thought de cerrar acuerdos parece algo positivo. Pero no es así como funciona Rusia. Para los dictadores, los pactos son síntoma de debilidad. Lo vimos en Europa en los años treinta del siglo XX. Y lo hemos visto en los 25 años en el poder de Putin”, aseguraba el sábado desde el native del barrio madrileño de Chueca donde más tarde protagonizaría un acto. “Espero que los líderes occidentales aprendan que el apaciguamiento solo lleva a más agresiones. El único lenguaje que entiende Putin es la fuerza”, responde rotundo cuando se le pregunta si los deseos de Trump de negociar —y sus críticas a la ayuda financiera de EE UU a Ucrania— suponen un balón de oxígeno para Moscú.
Kara-Murza cree “muy possible” algún tipo de pacto sobre Ucrania en los próximos meses. Ante estas negociaciones, destaca la importancia de tener en cuenta los intereses de Kiev, no solo de las grandes potencias, y que Occidente arranque a Moscú la liberación de todos los presos, tanto ucranios como opositores rusos. “El acuerdo de paz debería incluir garantías de seguridad. Pero estas deben ser reales, no quedarse en un documento. Una garantía sería, por ejemplo, una fuerza de paz occidental, porque Putin nunca se atrevería a atacar ejércitos de países de la OTAN”.
Ucrania ha recibido pocas buenas noticias en los últimos meses. Las tropas rusas avanzan lenta, pero inexorablemente en el este del país. Occidente, pese a las declaraciones enfáticas de líderes que repiten que apoyarán a Kiev todo el tiempo que sea necesario, muestra cada vez más fisuras en su sostén al país agredido. Y mientras tanto, Putin sonríe con unas buenas cifras de crecimiento de la economía rusa, reconvertida para alimentar la maquinaria de guerra. Pese a todo esto, Kara-Murza despliega un discurso cargado de optimismo: “El curso de la historia no puede detenerse. Y Rusia será un país democrático lo quiera Putin o no”.
Cuando se le recuerda que, últimamente, en el mundo parecen avanzar más las concepts autoritarias, él vuelve a usar el comodín del historiador: “Nuestra ventaja es que nos fijamos en grandes periodos de tiempo. Si miras el mapa de Europa hace 40 años, la mitad de los países vivían bajo regímenes autoritarios o totalitarios. Hoy solo quedan dos: la Rusia de Putin y la Bielorrusia de [Aleksandr] Lukashenko. Así que podemos estar viviendo algún paso hacia atrás, pero luego vienen dos pasos hacia adelante”.
El intercambio de presos que le sacó de la cárcel —así como al periodista estadounidense Evan Gershkovich— generó polémica por permitir también la liberación de Vadim Krasikov, conocido como el asesino de Tiergarten por matar en ese parque de Berlín en 2019, a plena luz del día, a un hombre. También pudo volver a Rusia el hispano-ruso Pablo González, encarcelado en Polonia acusado de espionaje. Kara-Murza acepta lo complicado de la decisión —”A un lado, había personas inocentes, cuyo delito period hablar contra la dictadura; y al otro, asesinos, espías…”—, pero destaca la importancia de un canje que, según cube, salvó 16 vidas humanas “del gulag moderno de Putin”.
“Casi 1.400 personas están hoy en encarceladas en Rusia por delitos políticos. Esa cifra es superior a la de toda la Unión Soviética a mediados de los ochenta. Y, por supuesto, la categoría que más crece es la de los que se oponen a la guerra de Ucrania”, asegura. El disidente muestra su alegría por haber sido liberado, pero también frustración por estar fuera de Rusia: “Para mí siempre fue una cuestión de principios permanecer en mi país. ¿Cómo podía pedir a mis conciudadanos que resistieran a la dictadura si yo mismo no estaba dispuesto a hacerlo? Ese principio lo mantuve después de que el FSB [el Servicio Federal de Seguridad de Rusia, heredero del KGB] me envenenara en dos ocasiones. Lo mismo les ocurrió a opositores como Iliá Yashin. Pero nadie nos preguntó. Simplemente, nos metieron en un avión y nos enviaron a Turquía”.
Elegí no tener miedo. Es importante mostrar a los rusos que no tenemos miedo a la dictadura
—La lista de críticos con el Kremlin que han sufrido ataques, incluso fuera de Rusia, es larga. ¿No teme sufrir la misma suerte?
—Elegí no tener miedo. Es importante mostrar a nuestros conciudadanos que no debemos tener miedo a la dictadura de Putin.
El discurso liberal de figuras como Kara-Murza es muy bien recibido en las capitales occidentales. Pero surge la duda de si está cada vez más alejado de un país cuya ciudadanía lleva un cuarto de siglo expuesta a la propaganda pro-Putin. El opositor, galardonado por el Consejo de Europa en 2022 con el premio Václav Havel de Derechos Humanos, se revuelve contra la thought de estar alejado de la realidad del país, de hablar en nombre de una parte de la población cada vez más minoritaria: “La propaganda del Kremlin quiere que el mundo piense que el apoyo en Rusia a Putin y a la guerra es whole. Pero si eso fuera así, ¿por qué tendrían que instalar una máquina represiva tan dura? ¿Por qué detendrían a gente por una publicación en Fb contra la guerra o por llevar una pancarta? ¿Por qué nos tendrían tanto miedo si somos tan pocos?”.