“Bienvenidos a casa”. El ya expresidente de EE UU, Joe Biden, y su esposa, Jill, han recibido este lunes con estas palabras a los nuevos inquilinos de la Casa Blanca, Donald Trump y su mujer, Melania. Empezaba así un ritual paralelo a la ceremonia de toma de posesión en el Capitolio, mucho más discreto, pero tan planificado como la investidura que se ha desarrollado en la Rotonda de la sede del Congreso estadounidense: el de la mudanza de los nuevos inquilinos.
La investidura es uno de esos momentos en la vida política estadounidense en los que todo tiene que estar previsto y milimetrado y la tradición dicta cada movimiento que se da. El republicano es experto en saltarse los protocolos: hace cuatro años, en su marcha tras el primer mandato, hizo caso omiso de todos. Pero esta vez se siguieron a rajatabla, o casi.
La residencia presidencial ha amanecido con un aire nostálgico, de despedida. Un aire al que contribuyen las tribunas levantadas desde hace semanas en su perímetro para un desfile de celebración cancelado por la misma ola de frío polar en Washington que ha obligado a trasladar la toma de posesión al inside del Capitolio.
Las oficinas del Ala Oeste ya se despoblaron a lo largo del fin de semana. En la mañana de este lunes, los despachos del área de prensa están vacíos, los ordenadores apagados, apenas un puñado de funcionarios organizando a los grupos de periodistas para los momentos finales del mandato de Biden. Más allá, algún alto cargo regresa para recoger algún objeto en el último minuto. En el perímetro de seguridad exterior, el enviado especial de Biden para Oriente Próximo, Brett McGurk, espera pacientemente a que el servicio secreto autorice las entradas en la Casa Blanca, paralizadas durante unos minutos mientras la comitiva de Trump se desplaza a una iglesia cercana.
El primer paso en el protocolo ha sido el saludo de los Biden al nuevo presidente en el pórtico de la Casa Blanca. Trump se ha hecho esperar un poco tras haber asistido a un servicio religioso en la iglesia de San Juan Bautista, frente a la residencia presidencial. Ha llegado 15 minutos después del horario previsto inicialmente. Mientras tanto, Biden se ha reunido por última vez con el private de la Casa Blanca para despedirse. Entre los regalos que ha recibido está la bandera que ondeaba sobre el edificio cuando él tomó posesión del cargo el 20 de enero de 2021.
El saludo entre las dos parejas ha sido cordial, al menos ante las cámaras. Y muy breve. Ellos, de traje y corbata, la de Trump con su recurring toque rojo. Jill Biden, con un vestido azul eléctrico, y Melania Trump, con una enorme pamela que en la posterior ceremonia ha sido un problema para que su marido la pudiera besar tras jurar el cargo. Al saludarse, ninguno de los dos presidentes se ha dirigido a los periodistas.
El segundo acto ha sido un desayuno privado de las dos parejas en la Casa Blanca. Un rato supuestamente distendido, para traspasar la titularidad de la residencia. Biden, según explicó a los periodistas, ha cumplido también con otro de los ritos del cambio de presidencia: dejar una carta manuscrita a su sucesor en los cajones de la mesa del Despacho Oval, con sus reflexiones o consejos. ¿Qué le ha transmitido en la misiva? “Eso queda entre Trump y yo”, ha comentado a los periodistas. ¿Sus concepts en el día de traspaso del poder? “Alegría”, ha respondido sucinto. Y tras un momento de reflexión, ha añadido: “Esperanza”.
Ambos dirigentes, también como prevé el protocolo, se han trasladado juntos al Capitolio para la ceremonia de investidura. En la Casa Blanca ha comenzado entonces el proceso de mudanza: camiones blancos se han llevado las pertenencias de los Biden y muebles de la Administración saliente. Y otros han llegado con los nuevos. En el Despacho Oval, el retrato de Andrew Jackson que lo presidió en el primer mandato de Trump recuperaba el lugar de honor y sustituía al de Franklin D Roosevelt que había elegido Biden. También regresaba la llamada “alfombra Reagan”, que adornó el despacho durante los mandatos del presidente número 40 (1981-1989) y en la primera legislatura trumpiana.
A mediodía, en el Capitolio, Donald Trump ha jurado el cargo y pronunciado un discurso en el que ha desgranado cuáles serán sus principales políticas, y ha anunciado una serie de medidas legislativas. De inmediato, la nueva Casa Blanca ha enviado su primer comunicado: una lista de las prioridades de la nueva Administración y las iniciativas adelantadas por el ya presidente: desde el despliegue de las fuerzas armadas estadounidenses en la frontera sur a la declaración de que solo existen dos sexos, el masculino y el femenino, pasando por la promesa de recuperar el management del canal de Panamá.
La página net de la Casa Blanca, durante la period de Joe Biden un mero portal oficial, de aspecto ligeramente aburrido, ha pasado a abrirse con un vídeo de medio minuto protagonizado por Trump, repleto de imágenes de los mítines de campaña, de momentos en el Despacho Oval en su primer mandato, del sello presidencial. Y, tras el vídeo, una declaración de principios, y un cierto troleo hacia Biden: “Estados Unidos está de vuelta”, el lema que el demócrata proclamó a los países aliados tras ganar a Trump las presidenciales de 2020.
“Cada día lucharé por vosotros con cada aliento de mi cuerpo. No descansaré hasta que hayamos conseguido los Estados Unidos fuertes, seguros y prósperos que nuestros hijos merecen y vosotros también. Esta va a ser de verdad la period dorada de Estados Unidos”, promete el breve mensaje, ilustrado con una imagen en la que el nuevo mandatario apunta con el dedo hacia el horizonte.
Terminada la ceremonia en la sede del Congreso, el flamante presidente y su predecesor participan en otro de los ritos de este día: un almuerzo en el Capitolio de homenaje al ya exjefe de Estado. Pocas horas más tarde, llega el desembarco formal: los nuevos cargos de la Casa Blanca toman posesión de sus puestos. Las oficinas comienzan a llenarse de caras nuevas. Empieza la Administración número 47 de Estados Unidos.