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El documental (dos capítulos) Jerry Springer: peleas, cámaras, ¡acción! (Netflix) revisa la historia de uno de los reality shows (de la cadena NBC) que cambió la televisión durante casi dos décadas. Inicialmente, era un escaparate de historias humanas de un naturalismo morboso accesible. La competencia feroz del formato y las exigencias de las franjas horarias, sin embargo, obligaron al productor, el diabólico Richard Dominick, a subvertir sus contenidos hasta límites de violencia explícita y una zoología humana primaria y lamentable. Era el programa que, en los resúmenes de zapping de finales del siglo pasado, alimentaba la morbosidad con escenas de personas peleándose a puñetazo limpio, despelotándose o haciendo el ridículo. Fue un negocio televisivo increíble que elevó los principios de los circos de la mujer barbuda a la tecnología audiovisual. Profusamente estudiado e imitado, con condenas y denuncias constantes, El show de Jerry Springer incomodaba y escandalizaba como colmo de la telebasura. En la práctica, atraía a la audiencia hasta convertirse en líder. Pasados los años, algunos supervivientes (el presentador, Jerry Springer, murió, pero Dominick mantiene sus principios basados en una falta absoluta de escrúpulos) comparecen ante las cámaras del documental para recordar el malvado funcionamiento y reflexionar sobre sus métodos. Los productores subalternos intentan redimirse de un pasado turbulento de manipulaciones. Un pasado que los llevó a vivir en la parte más humillante de la pirámide profesional. Dominick, en cambio, defiende su concepto de televisión con una frase que ya no escandaliza a nadie: “Si mañana pudiera llevar al plató a una persona que matara a otra a tiros, lo haría sin dudar”.